Invocadora de Titanes

Skay Silver: Indignante prosperidad

Entró al refugio arrojando agua a chorros de sus ropas mientras el frio le calaba hasta los huesos. Tenía un aspecto deplorable, con el cuerpo cubierto de barro y sangre, su ropa rasgada, con las heridas expuestas, daban la impresión de que se había enfrentado a la muerte minutos antes, y en realidad, podía decirse que así había sido.

Se metió en la ducha sin quitarse la ropa y dejó caer el agua fría sobre ella, hubiera deseado que estuviera caliente, pero la realidad era que el refugio no tenía suministros de gas y el agua salía a la temperatura del pozo. Sentía su cuerpo tan pesado como una piedra, por completo entumecido. Se cambió la ropa, encendió la chimenea, y envolviéndose entre frazadas intentó recuperar su calor corporal.

Cuando sus hermanos llegaron notaron que tenía fiebre, asumieron que era por salir con esa lluvia, pero la niña sabía que esa no era la verdadera razón. Cuando un mago usaba la magia por primera vez y su cuerpo era débil, no lo resistían, sufriendo así una inestabilidad corporal que los hacia enfermar. Y aunque nadie hubiera imaginado que Skay sufriría de ese mal debido a que siempre había tenido un cuerpo fuerte y que gozaba de buena salud, la realidad había sido diferente, debido a la cantidad de magia que usó.

Dependiendo de la carta que uses puedes necesitar más energía mágica o menos. Normalmente a un niño que recién empieza a usar su magia, le hacen invocar una carta que requiera una cantidad de magia leve, muchas veces una carta con poderes básicos que no necesitan de mucho poder para ser usadas y así el efecto negativo en su organismo se reduce. Pero en cambio, Skay empezó con una de las cartas más poderosas que había en la biblioteca, una carta de ataque con un poder que quizá jamás podría usar por completo.

Skay permaneció tres días en cama sufriendo por la fiebre que no bajaba, sus hermanos se turnaron para cuidarla durante esos días. Ocultó sus heridas bajo su ropa y sus sabanas, ya que no estaba preparada para rebelarles a sus hermanos que había roto el acuerdo mutuo de no volver a usar las habilidades mágicas, sabía que tarde o temprano tendría que hacerlo, pero la vergüenza hizo que se abstuviera de hacerlo, no en la situación en la que se encontraba, la fiebre no le permitía pensarlo con claridad.

Al cuarto día ya se sentía mejor, lo suficiente como para levantarse y hacer cosas por sí misma, por lo que les insistió a sus hermanos que ambos vayan a trabajar ese día, las cosas ya estaban bastante complicadas cuando ella habló con Scamilla tres días atrás, y no quería hacerlo más de lo que ya era.

Durante sus delirios había intentado reflexionar sobre la conversación que había tenido con el líder de la pandilla, pero por más que lo intentaba siempre terminaba teniendo sueños donde la cabeza del hombre era de serpiente y repetía frases que resultaban exageradas, totalmente abstractas y fuera de la realidad. Por lo que entonces, que tenía la cabeza más despejada, intentó reflexionar al respecto.

Caminó hacia el baño para quitarse las vendas que se había colocado la noche del encuentro, observando por primera vez las heridas en su totalidad, a pesar de los pequeños rasguños en sus extremidades y los cardenales que se habían formado en casi todo su cuerpo, las heridas más importantes eran los tres rasguños que tenía en su pecho, de al menos cinco pulgadas cada uno recorrían su cuerpo grotescamente. Habían comenzado a cicatrizar, aun así, tomaría un tiempo para que sanen por completo, debido a lo profundo de los trazos.

Cerró el agua de la ducha y salió del baño, llevaba varios días encerrada y como se sintió mucho mejor después del baño decidió salir un momento para tomar aire. No fue muy lejos, cerca había un pequeño parque donde los niños iban para jugar y subirse a los juegos públicos. Se sentó en uno de los bancos y simplemente se quedó allí mirando.

Muchos de los niños que jugaban tenían su edad, no lo sintió así hasta que se percató que una de las niñas estaba peinada con una larga trenza francesa, era idéntica a la que su madre le hacía cuando salía a visitar a una de sus amigas.