Sword Leyek: Método de interrogatorio

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La espada brillaba con cierto resplandor propio mientras que con movimientos lentos y largos, Sword recorría el filo con una piedra negra. Se encontraba hincado sobre una de sus rodillas y con la espada de punta al suelo frente a él, mientras que con cierto aire amenazante la afilaba lentamente. Su mirada se perdía frente a él, donde su compañera, Alice, interrogaba al cantinero del bar con su usual sentido de humor macabro. El bar se había vaciado hace ya un par de horas, aunque los empleados fueron obligados a abrirles las puertas a los dos cazadores que habían vuelto, después de que la Extinta se le hubiera escapado de las manos.

Sword no estaba especialmente de buen humor, su mirada gélida se fijaba en la vena del cuello del cantinero, allí donde una gruesa gota de sudor resbalaba. Ya varias veces había notado cuando su garganta se movía al tragar saliva en momentos claves de la interrogación. Mentía, aun cuando su mirada se desviaba constantemente hacia el cazador que se inclinaba junto a su espada, le temía, sí, pero, aun así, mentía.

Lo llevaba haciendo un rato, no siempre, solo en los momentos en los que Alice le preguntaba si sabía hacia donde se pudo haber dirigido la chica Silver, y también cuando le preguntaron si conocía la identidad de la muchacha. Y eso aumentaba su mal humor. La espada creó un sonido uniforme mientras que la piedra recorría el largo trayecto hacia su punta, no era necesario continuar afilándola, así como estaba era capaz de cortar cualquier cosa, aun así, el afilarla le ayudaba a sentirse más consciente de su propio poder, reafirmando su propósito.

—¿Qué opinas Sword? —La voz de Alice lo quitó de su burbuja de pensamientos.

Aferrándose a su espada se puso en pie, apoyando su peso en ella, los movimientos de su cuerpo eran confiados y soberbios, conjugados con su mirada fría y amenazante, podía ver el miedo en los ojos del camarero, el sudor resbalaba por su piel como muestra física de la reacción que causaba en él. Caminando lento se dirigió hacia la barra, parándose frente al hombre, parecía mayor que él por al menos diez años, aun así, no era alguien viejo, ya que Sword se había ganado un renombre a muy temprana edad.

Con movimientos lentos y teatrales levantó su mano colocándola en la cien del hombre, bajando hacia su mejilla, terminando en su cuello, allí donde su vena palpitaba de forma visible. Como un gesto automático, notó como tragaba saliva nuevamente. Un brillo de humor se encendió en sus ojos eléctricos, una burla silenciosa que no se volvió física, la expresión severa en el rostro del cazador no cambió.

—Yo opino que miente —Dijo con total normalidad, como alguien que opinaba que el clima estaba demasiado caluroso.

—Ya veo, —Respondió Alice con una sonrisa encantadora en el rostro— en serio esperaba que así fuera.

La expresión del cantinero fue de terror, la cara de alguien que había sido atrapado en medio de una mentira que definiría su bienestar físico. Alice extrajo una daga mientras que Sword se recostaba sobre una de las mesas con la espada colgando de su mano, apoyó la barbilla en sima de sus brazos cruzados y observó todo con expresión desinteresada. Al ver el arma en los dedos de la cazadora el hombre quiso escapar, pero ella lo atrapó con una rapidez digna de un depredador, y con movimientos agiles y elegantes sentó al hombre en una silla.

La mujer se movía con gracia y delicadeza, se inclinó frente al hombre manteniéndolo atrapado entre la silla y su mano extendida, acorralándolo. Con la otra mano mostró su daga, moviéndola suavemente la pasó por sus labios, mirándolo con ojos grandes y negros que por su forma almendrada los hacia ver seductores.

—Pensé que comenzábamos a llevarnos bien —Suspiró la muchacha con aires de extraña excitación— que mal que estuviste mintiéndome todo este tiempo— un brillo de diversión atravesó el espeso negro de su iris— ¿Qué tal si empezamos de nuevo?

Con un movimiento lento lamió la hoja de la daga, y luego la colocó en la piel del hombre, este apretó los dientes intentando obligarse a no sucumbir, no quería decir nada, aun así, aquellos cazadores les daba terror. Movió la daga por su cara, desde su frente a su sien, y de la mejilla hasta la garganta, donde con un brillo el acero rasguñó su piel logrando que unas gotas de sangre roja se derramasen de la herida. Sin poder evitarlo el hombre soltó un gemido extraño, llevaba años ayudando Extintos, guiándolos hacia un refugio seguro, pensando que a la hora de enfrentarse a las consecuencias estaría preparado, pero en ese momento no podía más que temblar.

—¿Qué tal si empezamos hablando sobre a donde se ha ido la señorita Silver? —Preguntó con voz amable mientras volvía a tocar la piel del hombre con la hoja de su arma.

Lo siguiente que se escucho fue el grito atronador del hombre después de que la daga rebanara su dedo meñique.

Sword salió del bar con expresión cansada y demacrada, el sol había salido con un resplandor ardiente, la mañana veraniega prometía ser calurosa y pesada a pesar del suave frescor del rocío. Detrás de él, Alice atravesó el umbral espléndidamente, con una sonrisa en la cara y piel tersa, como si se hubiera levantado de la mejor siesta de su vida y se sintiera con toda la energía recargada, cuando en realidad ninguno de los dos había dormido en aquella noche por estar siguiendo el rastro de Skay Silver.

Un arco hecho de negro acero colgaba de la espalda de la muchacha, con una cuerda plateada y brillante, aun así, ninguna flecha había a la vista. Sobresalía por encima de su hombro. No tenía revólveres, tan solo el arco, algo que era poco común para un cazador, los revólveres eran obligatorios, pero siempre había alguno que tenía una habilidad especial con otro tipo de arma, por lo que elegían llevarlas, pero, aun así, cargaban con sus revólveres en caso de necesitarlos. Pero Alice era diferente, tan solo traía aquel pesado arco en su espalda, desprovista de cualquier otra arma.

—Eso ha sido sencillo —Soltó relajada la muchacha— incluso algo aburrido debo decir, después del primer dedo cantó como pajarito. A decir verdad, esperaba divertirme un poco más.

—Supongo que nadie puede resistirse a tu sonrisa —Opinó irónicamente Sword, su expresión era cansada y de mal humor.

—Sé que te burlas, pero voy a creer que tienes razón.

—Dijo que se dirigía hacia el Rio de la Plata, el camino es solo uno, no debe de estar muy lejos.

—¿No iras a dormir? —Se sorprendió la chica —Sin ofender, pero tu cara se ve horrible, necesitas tus horas de sueño para que tu piel se vea joven y revitalizada, a este paso te arrugaras como un ancianito antes de que cumplas treinta.

—No veo como eso pueda ofenderme —Gruñó el muchacho de mal humor— Iré tras la Extinta, si tú quieres puedes dormirte.

Llegaron a una esquina donde dos grandes motos estaban frente a la plaza, él se acercó a la que era roja con negro, mientras que la de al lado era totalmente negra, tomó el casco que descansaba en el asiento y se lo colocó.

—¿Y dejarte toda la diversión a ti? —Soltó la muchacha con una sonrisa— ¿A caso no me conoces?

La muchacha le guiño un ojo mientras se subía a lamoto levantando una de sus largas piernas. El motor de la moto rugió con unestruendo, y luego salieron disparadas hacia la carretera.

Invocadora de TitanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora