Raian Evans: Las tres doncellas gitanas

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Explícame de nuevo, ¿Por qué estamos aquí? —Preguntó por tercera vez Raian recostado en el banco de la plaza, bostezaba mientras observaba somnoliento la línea fina que creaba el sol en el horizonte y luego cerraba cansado los ojos.

—Quede con alguien en juntarme a las seis —Explicó con calma Steel, recostado contra un árbol. Estaba tan fresco como una lechuga, a pesar de solo haber dormido tres horas debido a su incursión de la noche anterior.

—Perdón, reformulare mi pregunta ¿Por qué estoy yo aquí? —Aclaró con voz gruñona mientras se cerraba la chaqueta, la madrugada era húmeda y sin el acompañamiento del sol el ambiente era muy frio.

—Porque necesitaba a alguien que me segunde.

—Y yo era el único en todo el mundo que podía venir ¿verdad? —Soltó con sarcasmo.

—Eres el único en quien confió.

—Fantástico, me tuve que hacer amigo del único loco en todo el mundo que se levanta a las seis de la madrugada por gusto —Se lamentó sin abrir los ojos— ¡Nunca había extrañado tanto una buena taza de café en mi vida!

—¡Vamos amigo! —Soltó Steel golpeándolo con la palma de la mano en el estómago, causando que su compañero suelte un gruñido molesto— El día apenas comienza, pon un poco más de energía.

—Te mataré —Gruñó entre dientes consiguiendo que Steel soltara una carcajada— Solo dame unas cuantas horas para recobrar mis fuerzas, pero te juro que te mataré.

—Estaré esperando —Se burló con facilidad— ¿Pero no preferirías que te cuente a quien estamos esperando?

—¡Oh fantástico! ¿Al fin el gran señor se dignará a rebelar su gran secreto a este pobre mortal? —Soltó con un tono exagerado.

—¿Sabes? En las mañanas te vuelves bastante gruñón, abusas del sarcasmo.

—Huy perdón, ¿Acaso herí sus sentimientos gran señor?

—Sí un poco, pero te perdono —Raian soltó un bufido poniendo los ojos en blanco— Siéntate, te contare.

De mala gana Raian se incorporó con movimientos exagerada-mente lentos, para molestar a su amigo. Aunque si lo logró, Steel no lo demostró, permaneció allí parado esperando pacientemente. En cuanto su amigo dejó un espacio libre en el banco este se sentó a su lado recostándose en el respaldar.

—¿Adivina a quien me encontré ayer durante el incendio?

—¿A la princesa Leia?

—¿Quién? —Se sorprendió el muchacho haciendo que su amigo pusiera los ojos en blanco.

—Nadie, continúa ¿A quién te encontraste? —Preguntó impaciente.

—A una de las hermanas con las que nos encontramos ayer al mediodía ¿Recuerdas?

—¡Cómo me digas que estoy aquí porque quedaste en una cita con una chica, te juro que realmente te mato! —Soltó entre dientes muy molesto.

—¡No, no! ¡Escucha! Según Tshil, la de cabello castaño, su hermana puede ver el futuro ¿Recuerdas que te dije que era una Extinta? Bueno tenía razón, las dos lo son, y no solo eso, al parecer esa chica leyó mi futuro.

—¡No puede ser! —Soltó Raian abriendo los ojos, quedando boquiabierto, mientras Steel sonreía bobamente asintiendo con la cabeza— ¿Me levantaste a las seis de la madrugada porque caíste en una treta gitana? Por dios amigo, ¡creí que habías crecido en las calles! ¿Cómo puedes ser tan inocente?

—¡No! Espera, te digo que Tshil, que ve el presente, me demostró que tiene realmente habilidades, te juro que era muy en serio, además ya me previne en caso de que sea una treta.

Invocadora de TitanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora