Scarleth: Reflejo del subconsciente

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Cuando Ian se fue, Scarleth no pudo sentir su soledad igual, era extraña la forma en que cambiaban las cosas una vez que te sentías acompañado, tras pasar tantos años sola y encontrar a alguien, volver a la soledad parece algo insoportable, algo que, aunque creíste estar acostumbrado, ahora parece una tortura de las más mortales.

Se acurrucó en un rincón y mordisqueando un mechón de su pelo pensó. Pensaba en Ian, repitiendo las palabras en su mente, un mantra que mantenía tranquila en su mente, casi como si permitiera que su cordura comenzara a sanar, era extraño como el tener algo fijo en tu cabeza te permitía estabilidad. ya no desvariaba, no se perdía, por lo menos no tanto como antes que él apareciera, aunque el tiempo no duraba mucho.

Se quedó dormida con las palabras «Mi nombre es Ian» en su cabeza. Sus sueños solían tratar sobre paredes blancas, su cabello rojo cruzaba las paredes como líneas en el blanco, era largo e invasivo, cuando se acurrucaba en el suelo este se expandía como si fuera líquido, tomando el control del lugar, apoderándose de todo lo blanco. Pero esa noche soñó algo diferente, en el sueño no había paredes blancas ni cabellos rojos, Había oscuridad y un rostro, un rostro pálido de ojos azules.

Se despertó abruptamente, dos hombres la arrastraban hacia el exterior de su celda. Asustada, la niña intentó zafarse de su agarre, pero era inútil, su fuerza no era suficiente. Les temía, no los conocía, pero les temía, le temía al cambio, a lo desconocido, pero más le temía a la idea de ellos, a lo que ellos eran capaces, aunque no estaba segura de que era. Ellos no eran como Ian, ellos eran crueles.

La llevaron a un cuarto blanco con un espejo y una mesa, la arrojaron dentro y se fueron. Confundida, la niña se esforzó por ponerse en pie. Observó la mesa, había un libro que se veía usado y estropeado por los años de uso. Avanzó para mirar la pared, estaba hecha de cristal y un enorme espejo la ocupaba, en el, una chica la miraba. Intrigada la observó. Sus ojos purpuras la siguieron con inseguridad y curiosidad, eran grandes y redondos, la piel pálida era casi como el color de las paredes, pero en su cara había cientos de pecas que salpicaban su rostro y hombros, nunca había visto tantos pequeños puntos juntos, se veían... curiosos.

Caminó despacio hacia ella, estando cada vez más cerca una de la otra, sus pies descalzos se enredaban con el cabello, este se arrastraba por el suelo, rojo, caía alrededor de sus hombros y rostro, liso, tan liso que parecía resbalar en su cuerpo a pesar de verse enmarañado y sucio, aun así, brillaba, reflejaba con éxito la luz blanca del único foco que colgaba del centro del cuarto.

Levantó la mano a la vez que la otra chica lo hacía, cruzando así sus dedos en un tacto frio. Se movieron juntas, idénticas, con la misma curiosidad dibujada en su rostro. Sus dedos pasaron por sus pequeños brazos, sus piernas temblorosas tenían un aspecto esquelético, la imagen de un esqueleto humano le vino a la mente, tenía casi la misma forma, solo que con piel y algo de carne.

La puerta se abrió de repente, y un hombre entró. La niña lo miró, tenía abundante cabello negro, con varias canas naciendo arriba de sus orejas. Era mayor y aun así tenía un rostro apuesto de bajo de unos anteojos gruesos. Con una cadena roja rodeando su tobillo. No le temió, simplemente lo observó, como si fuera la primera persona con la que se encontraba de frente después de la chica del espejo. Con un suspiro sonoro el hombre caminó hacia la mesa, dejando que ella se fijara en el maletín que traía en la mano. El hombre se sentó y la miró, expectante, pero la niña no hizo nada, se quedó allí parada, mirando.

—Ven y siéntate —Le ordenó con poca paciencia en la voz.

Instintivamente la niña obedeció. El hombre miró el libro que habían dejado abierto sobre la mesa. Ella lo seguía mirando, sin poder quitar los ojos de él, maravillada. Él era un hombre, era curioso distinguir similitudes en la chica del espejo y en él, dos ojos, nariz, boca, cabeza, brazos piernas, torso, cosas básicas pero que los volvían similares. ¿Así eran los humanos? Y, aun con tantas similitudes, también eran totalmente diferentes, la tonalidad de su piel, una era tersa la otra llena de arrugas, ella tenía el pelo largo y rojo, el corto y negro, él era alto, ella bajita, él era corpulento, ella parecía que se iba a quebrar en cualquier momento con solo caminar.

—¿Otra vez quieren que te ponga a leer este estúpido texto? —Gruñó más para sí mismo que para ella— Estúpidos humanos, no tienen imaginación

«¿Él no es un humano entonces?» Se preguntó la niña «¿Es un monstruo como yo? ¿Es peligroso?» Quizás ambos se parecían más de lo que había imaginado.

—Anda ponte a leer.

La niña se giró por primera vez hacia el libro, no recordaba haber visto ninguno en toda su vida, aun así, ahí estaba, sintiendo que lo conocía observó las letras, reconociéndolas armó palabras con ellas, leyó, repitiendo las palabras en su mente.

«Un bosque es un ecosistema donde la vegetación predominante la constituyen los árboles y mata. Estas comunidades de plantas cubren grandes áreas de la Tierra y constituyen hábitats para los animales, moduladores de flujos hidrológicos y conservadores del suelo, constituyendo uno de los aspectos más relevantes de la biosfera del globo terráqueo...»

Terminó de leer y miró de nuevo al hombre, éste la observaba intrigado, había puesto su maletín sobre la mesa y del él sacó una carpeta con varias imágenes. No se preocupó por intentar sacarle palabras «Sabe que no puedo hablar» Razonó la niña asimilando la situación. El hombre le puso frente a ella una hoja y una lapicera.

—Escribe algo que hayas entendido sobre el texto —Ordenó calmadamente.

La miró expectante, mientras que la niña miraba el papel y la lapicera algo confundida, con inseguridad extendió su mano hasta tener la birome en sus manos, esta se acomodó en ella casi como si supiera como sostener un bolígrafo para escribir, y luego lo apoyó sobre el papel. «Verde» su muñeca se movió casi como un reflejo, ella lo pensó y su cuerpo hizo el resto. El trazo era torpe y aburrido, la tinta tenía un tonó azul, era casi como si lo llevara haciendo durante años. Se inclinó con más seguridad y comenzó de nuevo a escribir.

«Los bosques son lugares donde hay plantas, animales, y otros tipos de cuerpos vivientes. Son ecosistemas muy completos y diversos. Y son verdes...»

Scarleth pensó en la palabra verde, era bonita, agradable al oído, y los bosques tenían ese color. Quizás si no fuera un monstruo y pudiera tener un nombre le hubiera gustado llevar un nombre así «Verde», aunque quizás las personas dirían que por su pelo le quedaría mejor un nombre como Rojo. ¿Cómo se sentiría tener un nombre? «Soy un monstruo» Pensó «Eso debe ser como un nombre» por alguna razón la idea le desagrado, verde era más bonito, los bosques son verdes, «Yo también quiero serlo».

—Ahora mira aquí —El hombre extendió varias fotos sobre la mesa— Dime cuales relacionas con el texto que acabas de leer.

Las fotos representaban cosas diferentes, había desde animales, plantas, árboles, hasta armas, espadas, casas, edificios y personas. La niña tomó una por una las fotos de los árboles y las plantas, tomó también una de un animal, dejó atrás una foto que mostraba la imagen de una selva, eran parecidas, pero no exactas «El texto dice bosques» pensó tranquilamente.

—Bien —Suspiró el hombre, parecía cansado y de mal humor— Quédate aquí.

Recogió sus cosas dejando el libro en la mesa y luego se fue por la puerta, dejando a la niña sola.

Scarleth miró de nuevo el cuarto sin estar segurade que hacer, se levantó de la mesa y se dirigió hacia el espejo, mirando defrente a la niña, su cabello rojo la rodeaba mientras que sus pupilastemblaban, ella tampoco hablaba ¿Era también un monstruo? 

Invocadora de TitanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora