Scarleth: Los padres no aman a sus hijos

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Despertó con un respingo, su cuerpo se levantó sobresaltado, observando su alrededor creyendo por un momento que estaba en otro lugar, uno que no era el interior de las cuatro paredes blancas. Su corazón latía a mil por hora, tenía miedo, miedo a la oscuridad, miedo a lo intangible. Las cuatro paredes blancas no la calmaron, el cabello rojo que caía sobre su hombro tampoco. Abrazó sus piernas haciéndose un bollito, escondiendo su rosto en sus rodillas.

—¿Estas despierta? —Una voz habló detrás de la puerta.

«Ian». Se irguió sorprendida, él estaba allí, esperándola. Se puso de pie tan rápido que sus piernas temblaron y tropezaron, volvió a pararse con cuidado y llegó hasta la puerta, tocándola con uno de sus nudillos hizo la señal de que lo escuchaba. Deseaba oír su voz, eso la calmaría, él era lo que la traía a la realidad.

—¿Estas bien?

La pregunta sonaba extrañamente adecuada, ella no se sentía bien, aunque no estaba segura de porqué, pero ese chico parecía saberlo, había venido a verla, quizás quería hacerla sentir bien, quizás él sabía que su compañía le hacía bien.

Tocó la puerta una sola vez, no podía responderle, pero aun así con ese gesto sentía que le trasmitía algo.

—Oh, no puedes decirme, claro — dijo el, parecía distraído, era una pregunta instintiva, él quería saber la respuesta, pero Scarleth no podía decirla— que tal si haces un golpe para no y dos para sí.

Scarleth observó la puerta, casi como si el comunicarse la intimidara, miró su mano y luego tocó dos veces seguidas, una después de la otra, pausadamente. Ya no se sentía con el mismo sentimiento de cuando se despertó, cuando Ian estaba allí se sentía bien.

Esperó expectante una respuesta de Ian, así como si la necesitara, aquello sería una demostración de que ella existe, si el la escuchaba y la entendía significaba que ella no era un simple pensamiento.

—Es un alivio —Murmuró más para sí que para ella —Yo solo creí que mi madre... bueno no importa.

Scarleth se preguntó qué fue lo que él había creído. Aunque la duda le duró poco, miró sus nudillos y sonrió perdida en la sensación de hormigueo que la recorrió. Sus labios resecos tenían pegados un par de pelos rojos de los mechones que caían sobre su cara. Se sintió extraña, se había comunicado con Ian, «Yo dije sí» pensó, por primera vez había dicho una palabra a otra persona, aunque solo haya sido dos golpes de sus nudillos contra la puerta, tenía un significado, y la otra persona sabía cuál era, un significado concreto, una palabra justa.

—¿Cómo se sentirá no tener padres? —La pregunta quedó flotando en el cuarto.

«No tengo padres» Pensó Scarleth, ¿Cómo se sentía? «Solitario»

—Los padres están sobrevalorados —Soltó con toda seguridad— todo el mundo piensa que son seres extraordinarios y altruistas, pero en realidad solo son amables de cara al mundo, en su interior, son crueles. Mi padre es el mayor ejemplo, cuando se encuentra rodeado de gente actúa como un padre digno, pero cuando estamos solos el me ignora, yo no significo nada para él, soy indigno.

«El amor no es incondicional, si no mi padre no amaría a mi hermano y a mí me rechazaría, todos tienen sus razones para preferir a alguien, y mi padre me aborrece. Los padres no aman a sus hijos, solo fingen hacerlo.

La declaración final de Ian le dio que pensar a Scarleth, ahora sabía algo nuevo, los padres no aman a sus hijos, pero eso le hizo tener otra pregunta ¿Entonces que es a lo que aman? Ella no estaba segura de que un padre tenga que amar. Sabía que un padre es quien le da vida a una persona, entonces quizás ella tenía un padre, ella era un monstruo, pero vivía, de otra forma no podría estar hablando con Ian, ¿Quién le había dado su vida? ¿Un padre? Tal vez.

—Aunque si vamos a ser francos el amor no existe, no como tal, no el amor del que se habla en los libros, esa es ficción. El amor verdadero no es como lo describe la gente idealista, no, el amor es más cruel y egoísta, el amor rechaza a aquel que no necesita, no importa cuánto la otra persona te necesite. Y cuando nadie te necesita ya no eres amado, te quedas solo.

«Nadie me amo entonces» Llegó a la conclusión la niña «Por eso estoy sola» La idea parecía lógica pero otra idea le vino a la mente. «Eres peligrosa, por eso estas sola, por eso nadie te ama» Eso tenía más sentido, los monstruos son peligrosos, por lo tanto, estaría sola toda su vida «Aunque Ian no parece temerme» Esa idea la reconfortó hasta que la realidad le golpeo la cara. «Ian se esconde detrás de la puerta, así no puedo hacerle daño, él también me teme»

—Por eso tengo que hacer que me necesiten, —Continuo Ian—obedezco a mi padre al pie de la letra, hago cuanto me dicen e incluso más, pero sabes, el esfuerzo no le gana al talento natural, con él solo consigues que te tengan lastima. Pero si logro serle útil a mi padre de alguna forma, probablemente me ame, y así no estaré tan solo.

Scarleth observó la puerta, quería ser ella quien acompañe a Ian, quería que él permaneciera a su lado y ella al lado de él, necesitándose entre sí, para que él le de vida a ella y él no esté solo. Si tan solo pudiera cruzar esa puerta... pero no podía, ella era un monstruo, él un humano, ella era peligrosa y tenía que estar sola. Aun así, sintió la necesidad de la compañía.

—Quizás Halley debería aprender al respecto, si lo aprende rápido le dolerá menos. Yo aprendí a ser útil para así ser amado, pero Halley aún no lo entiende, si mi padre se da cuenta que ella no tiene utilidad alguna podría ser malo, la soledad arrebatará su sonrisa como lo hizo con la mía. No es como si me importara —Hizo una pausa, casi como si se preguntara sobre la veracidad de sus palabras— no me importa. No importa si ella es débil, a mí no debería afectarme, así aprenderá sobre el amor... estando sola. No se puede amar gratis ¿Verdad? Siempre hay un costo.

«Aun cuando ella no me pide nada mientras me sigue a todos lados... Quizás ella me necesite a mí... —Hizo una pausa, como si empezará a caer en una nueva idea— Si ella me necita tal vez por eso me sigue a todos lados, pero yo... yo no la necesito a ella.

El silencio inundo el pasillo donde él se encontraba, y Scarleth esperó, los minutos pasaron y nada, su silencio le hizo preguntarse si él se había ido sin decir nada. Rompió el silencio golpeando la puerta una sola vez, fue casi tímida, una señal con una clara pregunta «¿Sigues ahí?» Esperó una respuesta, con el corazón en la garganta y su mantra en la cabeza, siempre regresaba cuando se quedaba sola ¿Estaba sola?

—Sigo aquí —Advirtió el muchacho— Es solo que se me ocurrió algo, y es que quizás ella me necesite, y yo la necesite a ella —Hizo una pausa, como si reflexionara sobre las palabras dichas— Pero el amor no es gratis, tiene un costo, no puedo necesitarla. No.

Scarleth miró la puerta preguntándose porque el amor tendría un costo, no entendía del todo aquel concepto. Pero ella era un monstruo, no sabía nada sobre el amor, porque se tendría que fiar de sus propios pensamientos. Él era quien sabía, él era el humano.

—Adiós.

La voz de Ian fue fugaz, sus pasos se alejaron dejándola sola. Scarleth regresó a su rincón haciéndose un bollito en él, comenzó a repetir su mantra, una y otra vez, hasta que él regrese. 

Invocadora de TitanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora