25. LA GUARDIANA DE LOS JONES

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BROOKE

Dorian me repudia.

Es lo primero que pienso cuando volvemos a su casa.

Seguro quedó traumatizado con lo que pasó en The Black Veil. Aunque... ¿No había dicho que no recordaba nada? ¿Entonces cuál es su maldito problema?

Todavía siento el tacto de su mano con la mía. Mientras corríamos de Cecil, lo único que tenía en mente era que Dorian tenía sus dedos entrelazados con los míos. Y que no se sentía para nada mal tenerlo así de cerca. Pero entonces me suelta como si tuviese alguna enfermedad contagiosa y se niega a hacer contacto visual conmigo.

Por otro lado, Cinnamon resultó estar bien. De hecho, lo encontramos en la cama de Dorian, acicalando su pelaje que se vio un fastidio a la hora de pelear con dicha bruja.

—Tenían razón. Al usar el cuerpo de una normal, a la bruja le quedaba poco poder y energía.

Ni idea de cómo llegó antes que nosotros. Cosas de gatos mágicos, supongo.

—De verdad que eres un loquillo de gato —me siento a su lado y le rasco tras la oreja. Eso a él le gusta—. Gracias, por cierto.

Son las una de la mañana y ambos, Dorian y yo, nos encontramos con nuestros celulares mirando las fotos registradas que nos dejó Norah. No llevábamos ni dos fotos miradas cuando, en eso, el guardián familiar de los Jones entra por la ventana. Se queda en unos de los pilares de la cama de Dorian y nos observa a los tres, sobre todo a Cinnamon. Ya sabía que estos dos no se llevan para nada bien. Solo piensen en Piolín y Silvestre.

—¿Qué traman? —sacude sus alas y ladea su pequeña cabecita—. ¿Y qué hace ese gato aquí?

—Nada —le responde Dorian sin siquiera mirar a su guardiana.

Nunca había visto al pajarito tan de cerca. La verdad, contrasta mucho con el lugar. Los petirrojos europeos son tiernos. En cambio, ni la casa ni la familia lo es.

Cinnamon se para sobre la cama moviendo su cola de un lado a otro mientras estrecha sus ojos hasta el petirrojo. Abre su hocico y se pasa la lengua entre los dientes. Sin embargo, el pájaro, cuyo nombre olvidé, ahora tiene los ojos fijos en mí.

—¿Qué hacen los vecinos en tu habitación? —le pregunta Dorian, sin quitarme la vista de encima.

¿Dije que se veía tierna? Nunca juzgues por su apariencia.

Le echo una mirada al gato, pensando en «¿qué le hice yo?». Éste solo hace un gesto aburrido.

Dorian gira sobre su silla y suspira.

—Estamos estudiando. Agradecería que te fueras, Selah.

Selah. Ese es su nombre.

—He oído por ahí que es tu novia —le responde Selah.

—Entonces ¿por qué preguntas que hacen aquí? —exclama, dejando su teléfono en el escritorio—. Los novios solemos hacer este tipo de cosas: visitarnos.

Cinnamon y yo volvemos a echarnos una mirada. Ahora diciéndonos: «Esto ya se puso incómodo, ¿no lo crees?».

Cinnamon se aclara la garganta.

—Por desgracia, creo que se acerca alguien.

De mala gana, Selah agita sus alas y sale volando por la ventana abierta. Lo que me lleva a cerrarla, porque el frío que hace es horrendo. No para que no vuelva a entrar el pájaro, claro que no. No obstante, Dorian me mira divertido desde su escritorio.

TRUCO, TRATO, AMOR Y MALDICIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora