1. VIDA Y MUERTE

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BROOKE

Miau.

Shh, Cinnamon. No hagas ruido —le susurro, pero el gato solo me mira ladeando la cabeza, como preguntándome adónde iba a tan altas horas de la noche.

Lo ignoro y sigo caminando de puntillas hasta la entrada de la casa.

Me estaba escabullendo a medianoche para ir hasta la casa vecina y así poder vengarme de Dorian. En solo pensar en el plan una sonrisa malévola se estira en mis labios.

Miro hacia los lados antes de cruzar el vestíbulo, abrir la puerta y cerrar con un suave clic.

La casa de los Jones era similar a la nuestra. Misma estructura victoriana y mismos colores entre negro, café oscuro y rojo vino. La única diferencia era que la nuestra es mucho más acogedora por dentro.

Por fuera, la casa de los Jones se ve... normal. Tiene dos pisos más una torre que cuenta con una habitación. Está rodeada por una verja de fierros negros terminadas en afiladas púas y un jardín repleto de rosas rojas y arbustos. Por dentro es como estar en el castillo de Drácula. Y eso que solo la he visto a hurtadillas. Nunca me he adentrado por completo. En cambio, la nuestra, aunque por fuera es igual, por dentro es mucho más cálida. Además, nuestro jardín está lleno de diferentes flores y otras variedades de plantas para hacer distintos tipos de pócimas. La nuestra irradiaba vida. La de los Jones muerte.

Sabía que la verja estaría cerrada, pero nunca entro por ahí. Igual de sigilosa, me acerco al árbol que separa ambas casas y trepo. Estoy tan acostumbrada a treparlo que ya me sé de memoria donde pisar. Cuando llego hasta la rama más alta y miro hacia el jardín oscuro de los Jones, susurro las palabras: «suave como una pluma» y salto.

La habitación de Dorian está en la segunda planta, pero no necesito verlo para lo que necesito hacer. 

Solo alcanzo a dar dos pasos cuando escucho un ruido. Una persona. Mi respiración se acelera por un segundo antes de ver de quién se trata. 

—Hola, Brooke —murmura Victoria, la hermana de Dorian, a unos centímetros de mí. 

Victoria es muy parecida a su hermano. Ambos tienen el cabello de un negro oscuro como la noche y ojos azules tormenta. Una tez bronceada y la misma nariz griega y perfecta. Podrían pasar fácilmente como mellizos, pero no lo son. Dorian es mayor por un año. Además, Victoria no me cae mal. Es algo callada y me recuerda a Tristeza de la película Intensamente y a Violeta de Los Increíbles con el pelo cubriéndole un ojo y esa voz rasposa y deprimente. Pero era simpática. Sabe lo de mi guerra con Dorian y nunca dice nada ni nos delata al otro.

Sonrío. Al igual que yo, estaba en pijama. Solo que el mío tiene estampados de fantasmas con letras que dicen BOO! y la de ella era una simple camisola blanca.

—Yo...

—Te dejo la puerta abierta —dice, en su tono serio de siempre—. Para lo que sea que hagas. Están todos durmiendo.

—¿Y tú por qué no duermes?

Se encoge de hombros.

—Me gusta mirar la luna y desde mi habitación no logro verla.

Automáticamente ambas miramos el cielo nocturno, directo a la luna llena. Sé de lo que habla Vicky. La mayoría de los brujos nos sentimos conectados con la luna, solo que uno más que otros.

Vuelvo a sonreírle.

—Disfruta de la noche y de lo que queda de la luna llena —que, eso último, era hasta mañana.

Vicky me murmura un «gracias» y yo paso por su lado, dirigiéndome hasta la puerta trasera, la que da junto al jardín y la que hace entrar por la cocina. No me arriesgo en prender la luz para buscar lo que quiero. Abro el frigorífico y busco entre las leches la que es de vegetal. Dorian es el único que toma de esa leche en su casa, por lo que el resto de su familia no corría peligro ante lo que estaba por hacer.

Del bolsillo de mi chaqueta saco el vial con la pócima que hice hace un rato, abro la tapa del cartón de leche y vierto el líquido. Aguanto una risa de solo imaginar el rostro de Dorian. De vuelta el cartón en su lugar, salgo a paso rápido de la casa no sin antes despedirme de Vicky y desearle una buena noche.

Cuando vuelvo a mi habitación me acuesto en mi cama con una enorme sonrisa.

☆ ☆ ☆

—¿Por qué Dorian quiere sacarte los ojos más de lo normal?

—¿Dónde está? —le preguntó a mi primo Owen.

Owen y yo tenemos la misma edad por lo que nos tocaban las mismas clases. Lo que es fantástico porque ninguno de los dos tiene más amigos. Todo el pueblo es consciente de que nuestra familia es rara solo por vivir cerca de un cementerio y porque mis tías usan la magia en productos creados por ellas mismas que se venden en la tienda de la familia ubicada en el centro del pueblo. Claro que, la gente no sabe que hacen magia de verdad. Y no somos la única familia rara, pues también están los Jones. La única diferencia es que Bart Jones es el alcalde de Salem, por desgracia.

—Por allá —me señala con un movimiento de cabeza—. ¿Qué le hiciste?

Y entonces lo veo. Está junto a su amigo Erick (que por cierto también es brujo) apoyado en el casillero y lanzándome una mirada capaz de hacer que el piso se abra para que me tragase para siempre. Al parecer mi pócima dio resultado, porque aún le quedan muchos granos en la cara. Algunos, de hecho, están a punto de reventar.

Asco.

Tengo que ocultar mi sonrisa.

Cierro mi casillero dándole la espalda a Dorian.

—Nada —le respondo a Owen—. Ya sabes que me detesta y yo a él. Es normal que nos asesinemos con la mirada.

—Claro —responde, nada convencido.

—¡Hola, Vicky! —saludo con una sonrisa a Victoria quien viene caminando desde la otra dirección. Su cabello negro va suelto como de costumbre y lleva sus libros abrazados al pecho.

—Hola, Owen. Brooke, prepárate para lo que sea que esté planeando Dorian.

—¿Tú sí sabes lo que le hizo? —le pregunta Owen.

Victoria solo se encoge de hombros. Suspiro mentalmente. Adoro a esta chica. No es una bocazas como su hermano.

—Tal vez.

—¡¿No me quieres decir?! —Owen le grita, pero Vicky lo ignora y sigue caminando.

Rodo los ojos divertida.

—Solo mírale el rostro.

—Aguarda —me agarra del brazo—. ¿Tú le provocaste el brote de espinillas?

—Sí. Así que digamos que no fue por el estrés —me encojo de hombros con una pequeña sonrisa.

—¿No crees que esto está yendo muy lejos?

Le lanzo una mirada.

—¿Qué? —pregunta ofendido—. Solo digo que llevan mucho tiempo con esta guerra entre ustedes. ¿No se aburren?

—Al contrario, nos divertimos haciendo esto.

—Pues él no parece divertido.

Pero cuando me devuelva la broma con la misma moneda si lo estará, pienso.

Por Hécate, me espera algo grande. Sin embargo, estaré preparada. De eso estoy segura.


TRUCO, TRATO, AMOR Y MALDICIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora