15. ¿DÓNDE ESTÁ EL COLLAR?

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BROOKE

Todavía quedan algunas decoraciones vivas por aniquilar cuando Cecil aparece entre el gentío de gritos.

Los profesores dan órdenes a la vez que intentan correr de sus propios monstruos. Mientras tanto, nosotros estamos a tan solo un metro de distancia de la bruja. Nadie la nota. Pasaban a través de ella como si fuese un velo blanco.

Así que no solo puede manipular objetos, pienso. Ahora sabemos que también puede controlar quién la puede ver. 

Siento la extraña necesidad de volver a tomar la mano de Dorian para no sentirme sola y débil. No obstante, permanezco quieta en mi sitio.

—Cecil Marshall —intento de nuevo como en la biblioteca. Pero al decirlo, no se ve afectada como aquella vez.

En vez de parecer adolorida ante su nombre, solo me da una fea sonrisa.

Cecil se aproxima lentamente como un león acechando a su presa. Sus ojos negros no se desvían en ningún momento de nosotros y una sonrisa depredadora se asoma por sus labios.

—Eso ya no funciona —sisea entre dientes. El olor a azufre inunda mis pulmones y tengo que controlar una arcada—. ¿Dónde está el collar?

—No lo tenemos —contesto impasiblemente—. Sigue en el museo. Llegó gente antes de que lo tomáramos.

—¡Mientes!

No estoy mintiendo. No estoy mintiendo.

Dorian suelta un gruñido. Da un paso adelante.

—Es verdad. Así que deshazte de tus malditos trucos —dice, pero la bruja solo me mira a mí.

Abre la boca con un chillido tan horrendo que tengo que encogerme y taparme los oídos.

Por Hécate, como dolía.

—¡Dame el collar!

Me enderezo con gran esfuerzo y le lanzo una mirada determinada. Mentira y todo, no le daríamos el collar.

—No lo tenemos. Y si lo tuviéramos no te lo daríamos hasta decirnos por qué lo quieres tanto.

Cecil chilla con furia. Su boca se abre dejando a la vista sus monstruosos dientes negros y se tira hacia delante extendiendo sus brazos en mi dirección. Chispas verdes salen de sus manos. Cierro los ojos y me cubro con un brazo esperando el impacto. Y cuando lo siento, suelto una exhalación y alzo mis brazos como queriendo agarrarme de algo.

Mi cuerpo se sacude y caigo al suelo con un sonoro sonido. Mi espalda me duele. El mundo gira mientras estoy tendida. Mi estomago se revuelve y me obligo en no vomitar.

De pronto, el rostro de Dorian aparece en mi campo de visión. Toda la escuela se queda en silencio y no logro oír lo que Dorian me dice. Preocupado me ayuda a incorporarme por los brazos.

Cecil no está y todas las decoraciones se quedan suspendidas en el aire hasta que, por arte de magia, todas caen al suelo. Los esqueletos se rompen en pedazos, los fantasmas caen como las sábanas que son y las calabazas dejan de emitir esa luz verde.

Se fue.

Cecil se fue.

De momento.

Mis oídos vuelven a funcionar.

Siento las manos de Dorian todavía en mis brazos y me ayuda a levantarme del todo. Tengo que sostenerme de la pared para no volver a caer. Dorian me obliga a apoyarme en él. No rechisto.

—¿Estás bien?

—Mi espalda no.

Oímos un estruendo y giramos en redondo. El director se para en medio del pasillo con un megáfono en la boca.

TRUCO, TRATO, AMOR Y MALDICIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora