Una semana después...
Hunter—La reina está ocupada, no puede verlo ahora—le informo al Coronel que resopla fastidiado
Ha intentado ver a su hermana durante toda la semana, pero la reina no ha hecho más que trabajar día y noche. Como si intentara ocupar su cabeza para olvidar la muerte del rey.
Su actitud es decaída, sus ojos ya no brillan como lo hacían mientras el rey Magnus vivía y me duele verla así porque esa no es la mujer que conocí. La mujer que conocí es fuerte, decidida, alegre y siempre dando una sonrisa a todos.
Sigue siendo fuerte y decidida, pero ya no más alegre.
Aún puedo verla el día del entierro del rey. Cuando entré a su habitación para informarle que sus padres estaban aquí y me encontré con una imagen que hizo doler mi corazón.
Ella se encontraba en medio de la habitación, con ojos cansados y llorosos, pero ella parecía esforzarse por parecer calmada mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas y miraba la foto del rey entre sus manos.
Ambos mellizos se encontraban a cada lado de la reina, aferrándose a ella, buscando algún tipo de consuelo en su madre, que les susurraba que todo iba a estar bien, que ella seguía ahí y que ambos reyes los amaban y cuidaban desde el cielo.
Esos niños parecían encontrar la calma en medio de la tormenta, en los brazos de su madre. Pero ella se veía perdida, derrotada.
—¿Hasta cuando va a durar esto?—le pregunta el Coronel a su abuelo, sacándome de mis recuerdos—. Necesito hablar con ella...
—Dice que si no es nada que tenga que ver con la misión, que por favor no la molesten—informo y ambos aprietan los labios
—Ha estado evitando la reunión con el consejo dónde se decidirá cuál de los mellizos va a tomar el trono—dice Elijah Morgan—. Las personas empiezan a creer que ella pierde poder, y si no pone a uno de los niños en el trono, será peor.
—Es la gobernante más influyente que el mundo ha visto—habla Francis—. Su poder no lo posee nadie más, y solo sus hijos podrían llegar a ser tan grandes como ella; por favor no cuestione el nivel de poder que tiene Elizabeth, porque tiene más que ninguna otra persona.
Es cierto, nunca en la historia se ha visto a alguien tan influyente como la reina. Muchas personas en el mundo empiezan a creer en la dinastía gracias a ella, su rostro está en cada periódico y revista importante. Incluso, es la mujer más importante del mundo según Forbes.
El nombre de la reina es mencionado en todo el mundo. Con admiración, con temor, con alegría o agradecimiento, pero siempre es mencionado.
Ha ganado muchos enemigos, pero también aliados. Desde que tomó su lugar como reina consorte ha hecho mucho por callar la boca de quienes decían que ella solo sería una esposa trofeo.
—No me importa lo que diga el consejo—la puerta de la oficina se abre y me inclino ante ella antes de que apriete mi brazo—. Enderézate, Hunter.
Obedezco.
»No me importa el consejo ni su opinión—mira a su abuelo—. Ninguno de mis hijos será coronado ahora; yo seré regente hasta que ambos cumplan los diecinueve. Durante sus diecisiete y dieciocho deberán mostrar quién es el mejor para el trono.
—¿Harás que compitan?—el Coronel frunce el ceño y ella niega
—No es una competencia, Christopher—suspira—. Mis hijos durante esos años no sabrán nada, no sabrán que están a prueba. Es lo mejor para... uh, joder—se queja llevando sus manos a su vientre y todos nos alarmamos—. Tranquilos, comí algo que no me vino bien.
—¿Quiere que llame al médico?—pregunto con preocupación y niega mirando a su hermano
—¿Noticias?
El Coronel asiente.
—Una redada en Cromanoff, una reunión de rebeldes que en este momento son torturados en busca de información sobre el paradero de Gerald—le dice y ella respira profundo antes de asentir
—Envía soldados a Cromanoff—le ordena a Francis—, ya Willy se encuentra allí para ayudar a Emily pero quiero asegurarme de que estén bien.
—En seguida, majestad.
Y la Reina entra a su oficina encerrándose de nuevo para dejarnos solos.
***
Lizzie
Me acuesto en la cama mirando fijamente al techo mientras el perfume de Magnus proveniente de su camiseta llega a mi nariz trayéndome un poco de tranquilidad.
En su ropa, esa que tiene su olor, es el único lugar dónde puedo sentirme cerca de él. Dónde puedo ser yo y llorar durante horas y horas hasta que me quedo dormida con su olor en mi nariz creyendo que él está a mi lado, que no se ha ido.
La vida es un infierno sin él.
Mi pecho se siente vacío, justamente como si mi corazón ya no se encontrara ahí.
Lo único que me mantiene viva y de pie son mis hijos. Esos niños por los que daría todo, por los que voy a seguir luchando para estar a su lado durante lo que me queda de vida y apoyarlos cuando más lo necesiten.
Y estos..., estos bebés que están dentro de mi me dan mucha más fuerza de la que creí. Mi pecho se siente vacío, pero es como si los de ellos latieran por el mío logrando mantenerme de pie.
Mis ojos se cierran lentamente y puedo escuchar su voz. Puedo escuchar su voz mientras habla sobre las prácticas de los niños, sobre lo mucho que le molesta que no haya besado sus labios antes de irme de la habitación en la mañana, que esperaba tener un bebé más.
Espero, que dónde sea que esté, sepa que lo amo. Lo amé, lo amo y lo amaré por el resto de mi vida y que espero que no se sienta defraudado por la forma en la que lidio con su muerte, encerrándome en mi misma y hablando solo con nuestros hijos.
Mi pecho duele, duele como lo hace cada noche, cada día, a cada momento. Puedo escuchar a los soldados murmurar y caminar por el pasillo mientras yo estoy aquí, llorando, pidiendo a dios que por favor me devuelva a mi esposo. Pero eso no es algo que vaya a pasar.
«Dame tiempo, mi amor. Te prometo que te haré sentir orgulloso»