Prohibido

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Esta escena representa el primer encuentro entre Jason (el papá de JiMin) y Katherine (la madre de HoSeok). Esto sucedió a mediados de los 90 cuando ambos muchachos eran bebés.

—Sr. Park. —Diana me recibió con una sonrisa cuando entré en El Águila de Plata—. Su padre lo está esperando, señor.

—Por supuesto que lo está —murmuré, dejando caer miteléfono y las llaves en su escritorio antes de tirar de mi abrigo largo y negro—. Toma esto, por favor.

—Sí, señor.

Cogió el abrigo y se dio la vuelta, ocupándose de colgarlo mientras metía mi teléfono dentro del bolsillo interior de mi chaqueta y cogía mis llaves.

Una media hora. No. Veinte minutos. Era lo único que me quedaba. Algo más que eso, y podría empezar a planear su muerte en lugar de sólo fantasear con ella.

No miré alrededor mientras iba a través de un mar de gente que sin duda conocía y deseaba no conocer. Solía disfrutar de este lugar. De las conversaciones y relajarme con un par de copas, justo como ellos lo estaban haciendo ahora. Pero últimamente no tenía interés. Sin tolerancia.

No tenía paciencia para los que me rodeaban o para alguien como yo, para el caso.

Todos lucíamos igual. Cuervos asesinos vestidos con nuestros poderosos trajes negros y graznando nuestras conversaciones vacías sobre gente que no me importaba. Los vasos tintineaban, tarjetas de visita intercambiándose de manos, y hombres con anillos de bodas coqueteaban con mujeres que no usaban uno.

Y botellas de Evian, me reí para mis adentros mientras caminaba hacia la parte trasera del bar. Había jodidas botellas de Evian en todas partes hoy.

¿Desde cuándo todos de repente necesitaban una botella de agua a donde sea que fueran? ¿Habría una excursión al desierto o algún apocalipsis en marcha del que no sabía? Hace cinco años, el agua de grifo estaba bien, pero ahora este estudio mostraba esto y el otro estudio mostraba aquello, y todo causaba cáncer. Probablemente incluso los abrazos.

Y los osos panda.

Eso estaba bien. No me gustaban los osos panda. O los abrazos a menos que se los estuviera dando a mi hijo.

Pasé mis dedos por mi cabello corto y rubio, suavizando el lío que el viento había hecho, y bordeé a una pareja en una mesa redonda alta mientras me dirigía al rincón reservado de mi padre en la parte posterior. Estaba oscuro, aislado, y tranquilo, pero permitía una excelente vista de la acción. Él siempre quería ser capaz de verlo todo.

Todo. Se me hizo un nudo en el estómago.

—La única cosa para la que puedo contar contigo —él sonrió como si se hubiera tragado algo malo—, es que no puedo contar contigo.

—¿Acaso te afecta? —le contesté perezosamente mientras desabotonaba mi chaqueta y me deslizaba en la cabina semi-circular sin mirarlo—. Por supuesto que no.

Dejé mis llaves en la mesa e hice un gesto hacia la camarera que hizo contacto visual. Ella sabía lo que tomaba. Venía aquí todos los viernes a las seis en punto para el encuentro semanal con mi padre.

—Tienes razón, Jason —acordó—. Esperaba mucho de ti al parecer.

Su tono seco apestaba a decepción, pero me importaba una mierda. A los veinticinco años ya estaba lo suficientemente desilusionado como para sentir pena por mi hijo recién nacido. ¿En qué mierda de familia lo estaba metiendo?

Warren Park tenía cuatro hijos, yo el más joven y el único que valía un comino. Uno de mis hermanos estaba en presión y luchaba contra adicciones, y los otros dos habían elegido carreras fuera de lo que a mi padre le interesaba. Si no era digno de noticias, entonces era una pérdida de tiempo, y el bueno de Warren pensaba que nada que valiera la pena merecía ser reconocido.

Cayendo {F.A.S; #3} ➳ Jeon JungKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora