Capítulo 8

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K.C.

Shane me observó pasear por la sala de Tate como un animal enjaulado.

—¿Qué es lo que pasa contigo? —preguntó.

—Nada —dije bruscamente, frotando mis pulgares a través de la punta de mis dedos e inhalando aire que estaba alterándome más que calmándome.

—Obviamente.

Me detuve y me volví hacia ella.

—Mis diarios —espeté, mi pecho agitándose con... no sabía qué. Miedo. Nervios. Ira—. Tienes que ir a casa de mi madre y conseguir mis diarios —le ordené. Comencé a pasearme de nuevo.

—No, tú tienes que ir a tu casa y conseguir tus diarios. Sabes que tu madre me pone nerviosa.

Apenas escuchaba sus quejas. Ahora sabía por qué nunca quise volver a casa. No fue mi comportamiento anterior. No era mi madre.

Era yo.

Dejé que el abuso ocurriera incluso mucho después de que pudiera haberlo detenido. Dejé que me hablara de esa manera. Que me juzgara. Que todo sucediera. La odiaba. Odiaba a mi padre. Esa casa. Odiaba la formación y las clases que me vi obligada a tomar.

Y odiaba a mi hermana.

Me asaltaron lágrimas repentinas y me detuve, respirando con dificultad y mi rostro adolorido por la tristeza. Mi hermana de cinco años de edad, la que nunca me conoció y no era perfecta. Hubiera cometido errores y sido golpeada. La odiaba por escapar.

Y me odiaba a mí misma por pensar eso.

No se había escapado. No realmente. Había muerto. Tuve la oportunidad de vivir y estaba celosa de una hermana, simplemente porque ya no tenía que existir.

¿Qué demonios estaba mal conmigo?

Sequé las lágrimas de mis mejillas antes de que Shane pudiera notarlas. ¿Estaba tan asustada de vivir? ¿De correr riesgos? ¿De ser más que cobarde e impotente?

—Estaba realmente molesta cuando no quiso acogerme en casa —le dije a Shane, ahogándome por las pocas lágrimas que había derramado—. Ahora siento náuseas de que siquiera estuve en esa casa.

—Juliet, en serio. —La preocupación en sus ojos era genuina—. Tienes que enfrentarla. Necesitas alocarte. Empujarla. Gritarle. Lanzarle mierda. Se merece eso y mucho más.

Había desagrado entre mi madre y la hija de su hermana. De hecho, mi madre apenas se comunicaba con su hermana y su marido, ya que Sandra Carter era una no declarada, racista. Había odiado que su hermana se hubiera casado con alguien de color y, aunque nunca lo admitió, mantuvo su distancia y despreciaba a la familia de Shane.

No importaba que su padre fuera un médico o que hubiera asistido a Stanford. La perra de mi madre apenas toleraba a Shane.

Sintiendo la ola de náuseas tensar mis entrañas, empecé a pasearme de nuevo, ralentizando mi respiración en un esfuerzo para calmarme.

No estaba funcionando.

La última cosa que quería hacer era pensar en esa mujer, mucho menos verla de nuevo.

—Quiero mis diarios —susurré, pero sonaba como una plegaria. Como si fueran a caer por arte de magia en mi regazo.

—Entonces ve a buscarlos —instó, su voz más fuerte esta vez.

Negué. No. No podía. Prefería meter los dedos en mierda y hacer bolas.

—Oh, por supuesto.

Cayendo {F.A.S; #3} ➳ Jeon JungKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora