Capítulo 2

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- POV Naim -

28 de junio de 2023


—¿Cómo que no vas a celebrar tu cumpleaños?

—¿Vienes de parte de mi madre? Ya me ha dado el coñazo con ese tema esta mañana.

Me mira entrecerrando los ojos, desafiante, mientras agarro con fuerza el pomo de la puerta: no la pienso dejar entrar.

—Repito: ¿cómo que no vas a celebrar tu cumpleaños?

—Déjame en paz, pesada.

Inés evita que le cierre la puerta en las narices poniéndo sus altas plataformas entre la puerta y el marco de la misma.

Resoplo con cansancio al ver que forcejea hasta que consigue entrar en casa.

—No me apetece celebrar nada, Inés, lo sabes de sobra.

—¿Vas a decirme qué narices te pasa? Pareces un señor de ochenta años: no quieres salir, te pasas el día tirado en el sofá, no compones, no cantas. ¿Estás deprimido?

—Estoy al borde del suicidio cada vez que me taladras la cabeza con la misma cantinela.

—Estás depresivo —afirma mientras consigue sacarme de quicio.

—Inés, sacas mis instintos más asesinos, así que vete, aún estás a tiempo.

Haciendo caso omiso de mi amenaza, va a la cocina y vuelve con una cerveza en la mano, aparta mis pies del lado derecho del sofá y se sienta.

—Cuéntame, ¿qué te pasa?

—Lo he dejado con Andrea.

—Menuda novedad —su sarcasmo me irrita. La miro de reojo, amenazante, invitándola a que cambie el tono de voz—. Todo el mundo se lo esperaba. No la querías, nunca la has querido, para ti solo era un pasatiempo; y para ella tú también lo eras. Es una suerte que hayáis durado un mes —Inés frunce el ceño—. Por cierto, ¿eso se considera una relación? ¿No se supone que el primer mes es de prueba?

Alzo las cejas y tuerzo la boca. No veo fallas en su lógica, pero no estoy de humor para reirle las gracias.

—Últimamente todo me sale mal.

—Más depresión, ahora con un poco de autocompasión.

Agarro un cojín y se lo estampo contra la cara.

—Desde que soy famoso no consigo conectar con nadie.

—Es el precio a pagar. Ya lo sabías y aún así entraste en el mundillo.

Su sinceridad se me clava como si fueran alfileres.

—No pensé que el cambio sería tan drástico. Nunca sé si se acercan a mí para conocer a Naim o para obtener los beneficios de ser amigo del cantante de Shooting Star —cojo aire profundamente antes de seguir, ahora que me he abierto siento la necesidad de sacarlo todo—. Me he distanciado de la mayoría de gente que conozco desde pequeño, solo me quedáis tú y un par de amigos más, el resto solo me quiere por interés. Y nadie de los que he conocido después de hacerme famoso quiere únicamente ser amigo de Naim, excepto los de la banda.

—Vamos a celebrar tu cumpleaños —vuelve a insistir, como si le diera igual todo lo que le acabo de decir.

—¿Tú me escuchas cuando hablo?

—Conozco a la persona que te sacará del agujero. Y creo que tú también podrías ayudarla.

—Has dicho que íbamos a celebrar mi cumpleaños, no una terapia de grupo.

Inés pone los ojos en blanco.

—Créeme, necesitas conocerla.

—Lo que necesito es que me dejes tranquilo un rato —me levanto del sofá—. No estoy de humor para conocer a otra persona que quiera aprovecharse de mí.

—Sé que os llevaréis bien.

—No voy a organizar nada —aseguro.

—Yo me ocupo de todo.

—¿Con qué dinero? Te recuerdo que eres pobre en comparación con el nivel de fiesta que quieres organizar.

Me tira el cojín de vuelta y se levanta del sofá.

—Por eso mismo he hablado con tu madre y me ha dado un cheque de quinientos euros.

—¿De dónde sale ese presupuesto?

—Menuda pregunta más tonta...

Asiento. De la cuenta bancaria que tengo conjunta con mi madre, obviamente. Se supone que ese dinero es para que no tenga que trabajar lo que le queda de vida, y lo gasta en tonterías.

—Deja de atracar a mi madre cada vez que quieres organizarme una fiesta sorpresa.

—Entonces, ¿puedo invitar a mi amiga?

—Haz lo que quieras, lo harás de todas formas.

Conocer a alguien desde los tres años implica eso: confianza que llega a dar asco. Sonrío mientras la veo irse dando saltitos de alegría, ese es uno de sus gestos más significativos, ya lo hacía cuando era niña y estaba contenta, y sigue haciéndolo.

—Al menos tendré una buena fiesta de cumpleaños —susurro para mí mismo.

Inés es experta en organizar fiestas, la de mis veinte años también la organizó ella, y fué un éxito rotundo. A día de hoy aún hay gente hablando de esa noche.

Lo que me tiene intrigado es el tema de su amiga. ¿Por qué tiene tanto interés en presentármela? Nunca antes me había hablado de sus amigas, mucho menos me las había querido presentar. Más bien lo contrario...

No puedo evitar entrar en su Instagram y cotillear sus fotos en busca de una cara repetida. Si tan amigas son como para asegurarme que me hará bien conocerla, tendrá varias fotos con ella, ¿no?

Pues no.

La egocéntrica sólo tiene fotos de ella misma, casi todo selfies; ni una acompañada. Eso me lleva a cotillear las fotos en la que la han etiquetado, y para mi sorpresa solo hay una en la que sale con otra chica, pero no se le ve la cara: ambas están subidas en sus respectivas motos y llevan el casco bajado. ¿Quién narices se hace una foto con el casco? ¡Encima con la visera bajada! Menuda tontería.

—Mal empezamos si esa es la chica —susurro.

Entro en su perfil y me sorprende encontrar una cara bonita, aparentemente amable, y extrañamente familiar. ¿Quién es ella? ¿Y por qué me suena tanto su cara? Abro una fotografía en la que sale de cerca y sus ojos jade me dejan sin aliento, algo en mi interior se remueve y lleva mi mente a cinco años atrás. Automáticamente miro su cuello en busca de algo que no encuentro.

—Me estoy volviendo loco —me autoconvenzo—. ¿Cuántas chicas habrá en el mundo con los ojos verdes?

Pero la esperanza de encontrar a aquella chica me lleva a pensar que quizá, sólo quizá, sí que sea la misma de hace cinco años. El señor del tenderete dijo que no era el collar que más le gustaba, tal vez no lo use; tal vez lo haya perdido...

Voy a la habitación y rebusco en los cajones, no paro hasta encontrar el collar que compré, el que se suponía que iba a ser mi moneda de cambio. Sostengo la baratija entre los dedos y sonrío con melancolía.

—Nunca pude dárselo.

Una canción para sanar su corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora