Capítulo 29

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- POV Naim -

Llegamos demasiado tarde para ponernos a cocinar, por lo que paramos a por unas pizzas antes de llegar a casa de Inés. Después del viaje de casi tres horas, estamos todos cansados, así que decidimos irnos a dormir.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano, cogemos las mochilas y compramos bocadillos en la panadería del pueblo junto a cuatro cañas de chocolate. La familia de Inés tiene un todoterreno en el garaje para las excursiones en la montaña, y no dudamos en cogerlo. En veinte minutos llegamos a la carretera de la Plana, donde iniciamos nuestro recorrido de montaña. El trayecto marcha alrededor del valle del río Madriu, que ofrece un paisaje impresionante. La ruta pasa por antiguos caminos empedrados, bancales, muros de piedra... Chloe disfruta con las vistas, aunque se nota que no está acostumbrada a hacer caminos de montaña.

Llegamos al maravilloso Estany de l'Illa justo para comer. El paisaje es espectacular. Pese a estar a una altura considerable, se ven montañas más elevadas con nieve en la cumbre. El lago es más grande de lo que esperaba, y sus aguas cristalinas reflejan el paisaje que tenemos de fondo.

—¿Nos hacemos una foto?

Chloe sonríe animada.

—¡Inés, sácanos una foto!

La susodicha opta por hacernos todo un reportaje antes de sacarnos una foto los cuatro para el recuerdo. Silas la sube a Instagram y nos etiqueta.

—Hay dos bocatas de queso, uno de chorizo, y otro de jamón —digo mientras abro ligeramente el envoltorio de cada uno.

—Yo quiero queso —se apresura a decir Chloe mientras me quita el bocata de las manos.

—Chorizo —dicen Inés y Silas a la par.

Mientras discuten por el bocadillo aprovecho para asegurarme el de jamón. No soy especialmente fan del queso. Ya llevo un cuarto de bocadillo comido para cuando deciden que se repartirán a mitades el de chorizo y el otro de queso.

Después de siete horas caminando, finalizamos la excursión.

—¡Qué ganas tengo de darme una ducha! ¿Cómo podemos sudar en pleno otoño? —Inés baja la ventanilla del coche y se acerca al borde, como si fuera un perro.

Aprovecho que Silas conduce para revisar las fotos que nos ha hecho Inés, le paso el reportaje a Chloe y elijo una de ellas para subirla a Instagram. En la publicación únicamente pongo el icono de una montaña y un corazón, luego etiqueto a Chloe y espero su reacción. De reojo aprecio lo adorable que está cuando se da cuenta de lo que he hecho.

Hacemos una breve parada en un supermercado para comprar algo de cena, desayuno y comida para mañana. Decidimos coger una bolsa de patatas, unas palomitas, y chocolate por si vemos una película esta noche.

Cuando llegamos a casa, Inés va directa al baño, ni siquiera pregunta, es su casa y ella se ducha primero, parece algo indiscutible. Dejamos que Chloe sea la segunda.

—¿Cómo llevas todo esto?

Miro a Silas coger una cerveza de la nevera y le pido otra con un gesto.

—Ahora mejor, pero al principio me sentía morir por no poder hacer nada por ella.

Silas asiente, como si supiera lo que se siente, pero hasta donde yo sé nunca ha tenido una relación seria.

—Cuídala, no hay muchas como ella.

Sonrío. Tiene razón.

Para cuando Silas acaba de ducharse, y yo salgo de la habitación, las chicas ya están manos a la obra con la cena: salmón al horno con berenjenas.

Tras la cena, Silas y yo fregamos los platos, e Inés decide qué película veremos bajo la atenta mirada de Chloe. Tenemos claro que nos van a hacer ver una comedia romántica. Y como si fuéramos adivinos, diez minutos más tarde nos encontramos sentados en el amplio sofá viendo la trama más usada del mundo: chica a la que no le gusta la Navidad se queda atrapada en un pueblecito de montaña por culpa de la nieve y conoce al amor de su vida, un chico solitario que no cree en el amor.

Inés y yo comemos palomitas mientras Chloe y Silas devoran la bolsa de patatas. No entiendo como puede ser que no les gusten las palomitas...

A mitad de la película, aprovechando que están embobadas mirando como la protagonista se empieza a enamorar del chico mientras él aún se hace el duro, paso mi brazo por los hombros de Chloe. Ella se recuesta en mi pecho y le beso la frente.

Para sorpresa de nadie, el protagonista acaba yendo tras la chica cuando decide irse a casa, obviamente la alcanza a tiempo y le confiesa sus sentimientos. Y nadie sabe cómo, pero una chica de Nueva York acaba en una relación con un chico de Montana al que ha conocido hace dos semanas, y encima su amorío funciona y dura.

Como aún es temprano decidimos jugar al trivial. Chloe es sorprendentemente buena, y Silas es tremendamente malo...

—¿Cómo no puedes saber quién es Darwin? —pregunta Inés sorprendida—. ¡Hasta yo lo sé! Y eso que nunca presté atención a las clases de biología...

Silas se encoge de hombros.

Finalmente gana la partida Chloe, como se veía venir desde que consiguió el tercer quesito antes de que ninguno de nosotros pudiéramos obtener siquiera el primero.

Son las doce y cuarto de la noche, pero Chloe e Inés están demasiado animadas. Vuelven de la cocina con una botella de ron y otra de Puerto de Indias de fresa, cuatro vasos y chocolatinas. Dos cubatas después, Chloe está subida sobre el sofá, bailando de forma provocativa mientras Inés la anima con silbidos y piropos.

—Estáis como una cabra —susurra Silas al ver que Inés se sube a la mesa del comedor para bailar.

Chloe y yo intercambiamos miradas.

—¿No te animas, guapo? —pregunta al ver que me estoy deleitando con las vistas que me ofrece.

—¿A bailar? No, pero a otra cosa sí —sugiero con picardía.

—Bájale dos tonos, Rodríguez —me regaña Inés entre risas—. No quiero ver cosas obscenas.

Chloe suelta una carcajada, se desestabiliza y cae sobre mis piernas. Me besa y vuelve a ponerse en pie para bailar. Suena una de sus canciones favoritas, y aunque le cuesta arrancar, no duda en cantar cuando Inés lo hace a pleno pulmón.

No puedo evitar sonreír al pensar en cómo, poco a poco, se va reconstruyendo y ganando la confianza que su expareja le hizo perder.

A las dos y media decidimos que ya es hora de irnos a la cama. Y aunque Chloe está juguetona, intentamos contenernos por miedo a que Inés o Silas nos oigan.

Una canción para sanar su corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora