Capítulo 34

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- POV Naim -

—¿Chloe? ¿Qué ha sido eso? ¿¡Chloe!?

Me agobio al no recibir respuesta. ¿Por qué no contesta si ha cogido la llamada? Decido colgar por si se ha cortado, pero no vuelve a descolgar.

Quince minutos después, cuando ya estoy al borde de la histeria, me entra una llamada de su padre.

Mi mundo se hunde al escucharle decir que Chloe ha sufrido un accidente mientras huía de un periodista.

—No... Esto no puede estar pasando —susurro aún con su padre al otro lado de la línea intentando que escuche en qué hospital se encuentra.

Mis manos tiemblan, las piernas me flaquean, soy incapaz de coger la moto en mi estado actual. Decido contactar con Silas para que me lleve, y le pido que le cuente lo sucedido a Inés en cuanto me deje en el hospital, yo no tengo fuerzas para hacerlo.

—No es tu culpa —mi amigo me lee la mente.

—Claro que lo es —puedo notar cada uno de mis músculos contraerse—. Ella nunca hubiera tenido este accidente si no saliera conmigo.

—Seguro que está bien —intenta consolarme.

Silas entra al parking para darme algo más de intimidad.

Un leve mareo invade mis sentidos al pisar la sala de espera de urgencias. El olor a desinfectante se cuela por mis fosas nasales y bloquea mi mente.

Me apoyo en el mostrador para no caerme, me aferro a él con fuerza mientras pregunto por Chloe. El señor de la recepción me informa que no puede darme información sin ser familia directa de la paciente.

Un escalofrío recorre mi cuerpo al escuchar "código cero" en la puerta sud. No sé qué narices es un código cero, pero tiene que ser algo muy malo cuando decenas de sanitarios salen corriendo hacia el lugar indicado. Un paciente sale del interior de urgencias, las puertas se mantienen abiertas unos segundos y puedo ver cómo llevan corriendo a una chica de unos treinta años estirada en una camilla, a su alrededor hay unas cinco personas vestidas de blanco; sus caras no presagian nada bueno mientras la acompañan a uno de los box.

El padre de Chloe no tarda en salir a buscarme cuando le informo que estoy aquí, y juntos caminamos por los pasillos del hospital.

Visualmente es un caos, mire a donde mire hay gente enferma, y el personal sanitario corre de un lado a otro con varios aparatos y medicaciones entre sus manos.

—Ahora la están operando —todo en mí se paraliza al oír eso, siento un peso enorme en el pecho mientras mis lágrimas luchan por salir—. Tiene un brazo roto y un fuerte traumatismo craneoencefálico. Se ha partido el labio inferior, pero eso es lo de menos...

Coge aire con fuerza, intentando mantener la compostura.

—Lo siento —me quiebro al ver a su madre frente a la puerta del quirófano agarrándose las manos con fuerza.

Pedro pone su mano en mi hombro izquierdo y aprieta levemente.

—No te tortures. Saldrá de esta, es muy fuerte —asegura—. Tiene que salir adelante —susurra esto último.

Ivy llega corriendo, su cara es un mar de lágrimas.

—¿Dónde está? —mira a todos lados, Denise observa a su hija pero no es capaz de decir nada—. ¿¡Dónde está!? —exige con angustia en su voz.

El nudo en mi garganta no me permite contestar.

—Cálmate —Pedro saca fuerzas para hablar con su hija.

La aleja un poco y le explica la situación.

Me acerco a disculparme con su madre. Denise no dice nada, sé que a ella nunca le ha hecho gracia que su hija se expusiera a esto, pero también soy consciente de que nos apoya, y nunca diría nada que me hiciera sentir mal. Eso no quiere decir que no lo piense...

Ivy pasa por mi lado y se sienta junto a su madre.

Paso más de media hora de pie, mirando al suelo, excepcionalmente me permito mirar con impaciencia la puerta que lleva al quirófano. Dos horas después, sale un cirujano, a informarnos que Chloe está bien, en cuanto despierte la subirán a la unidad de cuidados intensivos, donde pasará la noche; mañana, si todo va bien, la trasladarán a planta.

La presión del pecho desaparece y vuelvo a respirar con normalidad.

Ella está bien.

—¿Podremos verla?

El cirujano le niega la petición a Pedro. Ver su cara de decepción me mata, y no voy a mentir: yo también quiero verla. Detengo al cirujano antes de que vuelva a cruzar las puertas de quirófano y hago uso de mi influencia como famoso para conseguir lo que quiero. No es algo que suela hacer, no me gusta porque lo veo como un abuso de poder, pero la ocasión merece que pase por alto mis principios. Por suerte solo pide a cambio dos entradas para nuestro próximo concierto para sus hijas y un par de firmas.

—Podéis pasar a verla cuando despierte —dice finalmente—. De uno en uno y solo cinco minutos, ya no es horario de visita.

Media hora más tarde nos informan que Chloe ha despertado, la suben a la UCI y nos permiten entrar: primero su madre, luego Ivy, su padre va a continuación, y finalmente entro yo.

Se me encoge el corazón al verla tan pálida. Las ojeras pronunciadas la hacen ver más enferma, y solo empeora al encontrarme con tres equipos de suero saliendo de su vía endovenosa y conectados a diferentes medicaciones.

—Has venido —su voz quebrada llama mi atención.

Cojo su mano y me agacho para besar el dorso.

—¿Cómo no iba a venir?

Chloe sonríe sin ganas, se nota que está muy cansada.

—Podrían descubrirte.

¿Cómo voy a preocuparme por eso ahora?

—Ahora mismo solo me importas tú.

Se forma un nudo en mi garganta al ver su brazo izquierdo. Está destrozado. No le digo nada, pero no puedo evitar preguntarme si le habrá afectado a la movilidad. Un mareo momentáneo hace que tenga que agarrar fuerte su mano. ¿Y si no puede ejercer de veterinaria por culpa de esto?

Ella me mira preocupada, aunque solo se nota en la mirada, no tiene fuerzas ni de gesticular.

—Tienes que salir ya —me informa una enfermera.

Asiento.

Me despido con una sensación de malestar en el cuerpo y prometo volver mañana.

Su familia me espera fuera, me preguntan si necesito que me lleven a casa.

—Suficientes problemas he causado hoy... Llamaré a un amigo.

Pedro me mira con seriedad, preocupado por mis palabras.

—No ha sido tu culpa —me da un golpecito en la mejilla con la palma de su mano—. Anima esa cara, Chloe está bien.

Una canción para sanar su corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora