Capítulo 7

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- POV Chloe -

En mi habitación resuena Mujer bruja de Lola Índigo y Mala Rodríguez mientras me preparo para ir a la playa. Que Inés haya insistido tanto me hace pensar que Naim se lo ha pedido, cosa que, por algún extraño motivo, me pone nerviosa.

Me observo frente al espejo con atención mientras mis manos hábiles delinean el contorno de mis ojos de color negro, realzando más mis ojos jade. Rizo suavemente las pestañas para resaltar la intensidad de mi mirada. Una vez finalizado el maquillaje, todo resistente al agua dado el contexto de la cita, paso a arreglarme el pelo. Al llevarlo corto, justo por debajo del hombro, y liso, simplemente lo peino con los dedos y lo adorno con un pañuelo coral con pequeñas decoraciones en negro. Mi bikini, color coral, queda perfecto con el complemento del pelo.

Opto por un vestido playero de crochet, de color blanco. Tengo entendido que luego vamos a cenar a un buen restaurante, y no creo que me dejen entrar con ropa de playa, así que, en la bolsa donde llevo la toalla de playa y la crema solar, incluyo una muda de ropa interior y un vestido de mezclilla, con forma de tubo, corte a medio muslo y palabra de honor. Ese modelo realza mi figura, y quiero que Naim se fije en mí, así que no dudo en elegirlo. Unas sandalias con plataforma de alpargata y tira cruzada de color blanco, son las elegidas para acompañar ambos conjuntos.

Miro el móvil para comprobar que Inés llegará en menos de diez minutos. Quedamos que pasaría a buscarme con su moto para no tener que llevar cada una la suya.

Me rocío con una de mis fragancias favoritas por su frescor: olor a sandía; y vuelvo a mirarme al espejo. Mis ojos brillan al ver que he superado mis expectativas. Con paso firme y una sonrisa invadiendo mi cara me dirijo hacia la puerta de entrada, lista para encontrarme nuevamente con Naim.

—Mamá, ¿y mi casco?

Sigo rebuscando en el armario de la entrada sin éxito mientras espero la respuesta de mi madre.

—Se lo ha llevado Ivy, llegaba tarde al trabajo y te escuchó decir que hoy no necesitabas la moto.

Abro los ojos de par en par.

—¿Se ha llevado mi moto?

—¿No te lo ha dicho? —mi madre suspira—. Le dije que te pidiera permiso.

—Pues no lo ha hecho —protesto—. Y que no necesite la moto no significa que no necesite el casco.

Mi madre frunce los labios y vuelve al comedor sin mediar palabra.

Por suerte para mí, Inés siempre lleva un casco bajo el asiento de su moto. Ya me veía cogiendo el transporte público y llegando tarde.

Me quedo sin aliento al ver el catamarán de Silas. Me parece enorme, aunque según Inés era pequeño, mide unos veintitrés metros de eslora.

—¿Tanto ganan con el grupo como para poder permitirse esto? —pregunto asombrada.

—En realidad es del padre de Silas, su familia tiene mucho dinero, están metidos en política —no me gustan nada los políticos, pero omito mi opinión—. Lo mejor del catamarán es la parte delantera, tiene una red donde puedes estirarte a tomar el sol —veo que mira hacia arriba y saluda—. Vamos, los chicos ya están a bordo.

Lo mejor del catamarán, como bien había dicho Inés, es la parte delantera, aunque la zona exterior de sofás es una maravilla.

—Hola fugitiva.

No puedo evitar reírme mientras me acerco a darle dos besos. Se me hace muy raro darle dos besos a alguien con quien me he acostado.

—Hola.

Una canción para sanar su corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora