3. La nueva forastera

120 19 1
                                    

El día comenzó como cualquier otro, Eclipse despertó dentro de la pequeña choza que compartía con Piandao, Ikem y Shoji. Los demás ya se habían despertado y habían partido a atender sus deberes, o al menos los dos más jóvenes lo habían hecho ya que Piandao siempre se escapaba a la playa más solitaria de la isla a "meditar" a solas dando a entender que Gyatso, el actual líder espiritual de la isla, y el resto de los monjes, quienes dedicaban toda una vida a la búsqueda de la iluminación espiritual, no se encontraran a su altura. Aquel viejo guerrero siempre había sido así, sin importar que no tuviera ni idea de lo que era meditar, prefería no pedir ayuda y mostrarse reservado y gruñón para mantener a todos alejados.

La morena bostezó y estiró los brazos, otro día más sin ninguna actividad en específico que ocupara su agenda. Perezosa estiró su mano hacia la muleta de madera que se recargaba sobre la pared a su derecha y con esfuerzo se puso de pie. Dormir sobre el suelo era bueno para la espalda, decía Gyatso, pero ella estaba convencida de que debía existir una mejor manera de descansar para alguien que en algún punto de su vida tuvo más de un hueso hecho pedazos, seguro debía haber un par de ellos que no habían recuperado su forma original. Pensaba entre pequeñas quejas mientras intentaba estirar sus entumecidas coyunturas.

Desayunar, lo primero que debía atender en su reducida lista mental, en la isla de Yangchen cada familia se encargaba de preparar sus alimentos, solo los monjes gozaban del privilegio de recibir comida del resto de los pobladores, también estaban los días especiales en los que las familias compartían comida, pero hoy no era uno de esos días así que Eclipse decidió aventurarse a la playa de los pescadores como solía hacerlo cada mañana.

- ¡Buenos días! - La saludaba la gente que se encontraba en el camino, todos siempre felices y con una cálida sonrisa en el rostro, tan tranquilos y despreocupados, tan diferentes a ella y Piandao. Incluso Ikem y Shoji habían sido contagiados por la tranquilidad que dominaba a los habitantes de la isla y por positivo que todo aquello pareciera ser, Eclipse se sentía incapaz de alcanzar la paz mientras no lograra llenar el hueco que la falta de memoria había dejado en su vida.

- ¡Guerrera del sur! - Ikem se acercó con una enorme sonrisa que no hacía si no contagiarla de alegría pues el tiempo a su lado la había llevado a contemplar al joven como a un hermano menor.

- Ya te he dicho que no me gusta que me llamen así. - Se aseguró de aclarar antes de saludar de vuelta. - Buenos días. ¿Alguna novedad? - Le sonrió.

- Capturé el más grande de todos esta mañana. - Celebró con tono presumido señalando su balsa sobre la cual descansaba un enorme pescado de aletas amarillas

- ¡¿Cómo lo atrapaste?! - Se sorprendió. - Seguro hiciste trampa. - Murmuró y el muchacho desvió la mirada mientras intentaba decir que no.

- Si Piandao se entera estará furioso. - Sonrió.

- Por eso solo nos quedaremos con un corte y el resto se lo donaremos a las familias que les toca compartir con los monjes. - Se encogió de hombros y ambos rieron entre dientes.

- Entonces cortémoslo de una vez y busquemos a Shoji para preparar un buen desayuno. - Propuso ella.

- También encontramos almejas y algunos camarones. - Sonrió Ikem.

- Todo un festín. - Celebró tomando el humedecido saco de malla lleno de deliciosas criaturas marinas que el joven le entregó mientras los otros pescadores les ayudaban a cortar una porción adecuada para que pudieran compartir entre los cuatro.

La vida en la isla no era para nada mala, muy por el contrario, se respiraba una calma que era imposible de superar, si a eso se le sumaba la ayuda espiritual que recibían por parte de Gyatso y los monjes, resultaba imposible no caer en el mismo estilo de vida que el resto. Había semanas enteras en las que Eclipse olvidaba su insatisfacción casi por completo, pero siempre se llegaba el día en el que su espíritu decaía y el vacío volvía a tomar posesión de sus pensamientos.

Antología. Futuro Incierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora