16. Ella fue su mano derecha

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La noche era fresca, el viento soplaba colándose por los amplios pasillos del templo hasta acariciar el cabello de la morena quien veía la luz de las velas danzar y adelgazarse sin llegarse a extinguir. De nuevo se encontraba frente a la imagen de Yangchen con preguntas, que sabía, no obtendrían respuesta.

Siempre que escuchaba la historia de la isla pensaba en lo importante que era el Avatar y lo determinantes que eran sus acciones, tanto así que había llegado a admirar la imagen del maestro de los cuatro elementos casi tanto como el resto de los pobladores. Después de todo, nadie más que el Avatar habría sido capaz de salvar a la gente de la isla del destino tan cruel que le esperaba al resto de la humanidad.

En la isla desconocían lo que ocurría en el resto del mundo, pero mantenían las esperanzas en alto pensando que el Avatar seguía allá afuera luchando por traer paz a los demás, por eso lo veneraban y hacían fiestas anualmente en su honor.

Eclipse resopló, ahora que la identidad del Avatar le correspondía a ella le resultaba imposible admirarlo como antes. El Avatar no andaba por el mundo peleando por un futuro mejor, estaba ahí mismo en la isla luchando por recordar quien era, sentada frente a la imagen de una de sus vidas pasadas preguntándose lo idiota que debía verse en esos momentos.

Siempre había pensado que el vacío de su pasado era grande, pero jamás llegó a considerar que el destino de la humanidad también se escontrara ahí. Molesta veía directo a los ojos de la respetada Avatar de los nómadas aire; lucía tan serena y llena de control, ella si era digna de admirarse. Pensaba permaneciendo totalmente inmóvil.

Luego estaba Piandao y sus estúpidas cartas. Ni siquiera sabía que pensar sobre lo que había leído. Loto Rojo, Loto Blanco, nada de eso significaba algo para ella. Solo un montón de personas dispuestas a hacerse daño mutuamente con tal de defender sus creencias. Aunque unos peleaban a su favor... porque ella era el Avatar.

- ¡Ugh! - Gruñó. Detestaba no poder recordar nada.

- ¿Puedo pasar? - La voz de Asami cortó la espiral de pensamientos conflictivos que habían comenzado a agobiarla. Era tarde y los monjes dormían en los cuartos que tenían designados para descansar, aunque eso no le impedía el acceso a a cualquiera que quisiera entrar al templo; las puertas principales cumplían la función de proteger el interior de la lluvia o las ventiscas, pero no tenían ningún tipo de seguro o mecanismo para trabarse por dentro.

- Pensé que te habías dormido hace horas. - Eclipse murmuró desganada.

- Lo intenté, pero no pude conciliar el sueño. - Respondió con voz serena. - Lucías bastante inquieta después de nuestro paseo con Pathik y pensé que tal vez necesitabas compañía. - Declaró manteniendo su posición bajo del ancho marco de la puerta.

- Ah, eso no fue nada. Ya había escuchado esa historia muchas veces antes. - Dijo en un intento por enmascarar su descontento, aunque sabía que con Asami nada de eso parecía funcionar. La mujer daba la impresión de poder ver a través de sus palabras con facilidad.

- Pero nunca desde el punto de vista del Avatar mismo. - La voz de la ojiverde volvía a sacar a flote las verdades que con tanto esfuerzo intentaba mantener ocultas.

Las velas continuaban ardiendo lentamente acompañadas por el persistente canto de los grillos; las dos volvieron a caer en un silencio que a la morena le parecía aplastante, pero que no mostraba tener el mismo efecto sobre Asami, quien manteía un rostro sereno al observar la luna a través de una de las elevadas, pero reducidas, ventanas en la sala.

- Me parece increíble saber que aquí conserven la historia de una de tus vidas pasadas y que su lucha se haya extendido varias generaciones hasta alcanzarte. - Comentó dejando ver lo que le pasaba por la mente. Eclipse negó con la cabeza y bufó.

Antología. Futuro Incierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora