26. Porfavor vuelve

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- Necesito hablar con Piandao. - Repitió intentando modular su tono de voz frente al joven monje que lucía más alarmado a medida que su descontento aumentaba.

- ¡Eclispe! - Saludó Gyatso con una de sus características sonrisas al emerger del interior del templo. - Que gusto verte por aquí. - Declaró tomando el lugar del joven quién, dada la oportunidad, no disimuló el alivio que le provocó ser removido de la situación en la que había estado atrapado en los últimos diez minutos.

- ¿Leíste la última carta que me envió? - Preguntó innecesariamente pues sabía que Gyatso monitoreaba todo lo que el enloquecido maestro fuego garabateaba antes de aceptar entregarlo.

- La leí. - Asintió.

- Su pasado comienza a alinearse con el de Asami... - Suspiró. - No creo que sea apropiado que continúe leyendo sus cartas. - Bufó. La realidad comenzaba a condensarse a su alrededor, las historias de ambos bandos colisionaban causando un estruendo ensordecedor; resultaba doloroso conocer un lado de la verdad y ver venir a lo lejos una confesión que no quería escuchar. Si Piandao resultaba ser el responsable de la muerte de la madre de Asami ¿qué se supone que debía hacer? el hombre ya llevaba a cuestas la muerte de un Avatar, lo que le había costado un par de fuertes golpes en la cara; no quería imaginar lo que su siguiente confesión podía llegar a justificar.

- Entiendo que tú relación con Asami se ha fortalecido y que eso te haya otorgado algo de contraste, pero creo que para entender los eventos del pasado siempre es mejor conocer las perspectivas de todos los que estuvieron ahí para presenciar lo sucedido. - La calma que emanaba de su mirada solía bastar para apaciguar sus inquietudes, pero está vez era distinto ya que su preocupación no nacía de un problema personal, si no del vínculo que tenía con la persona más cercana a ella en la isla.

- Asami es mi... - Dudó por un momento sin pasar por alto el calor que sentía en el rostro y el rápido palpitar de su corazón. - Es mi esposa. - Completó con cierto titubeó, aquello era algo que aún no hablaba abiertamente pues no se sentía capaz de cumplir con el papel que le correspondía, pero sabía que su falta de memoria no eliminaba la existencia del vínculo que las unía y por ello se esforzaba por reconocer las cosas como eran.

- Es mi familia y no creo que prestarme para que Piandao desahogue sus penas sea apropiado si eso implica comprometer las emociones de Asami. - Intentó sonar lo más congruente posible; las cuestiones sentimentales solían llenarla de dudas e inseguridades, pero en esta ocasión no quería mostrarse confundida.

- ¿Asami está leyendo las cartas? - Preguntó con calma.
- No, ella respeta las reglas que ustedes le impusieron. - Volvió a suspirar. - Pero no tienes idea de lo que siento al estar con Asami. - Levantó la mirada sin saber bien como poner sus sentimientos en palabras. - Si me entero de que Piandao fue quién lastimó a su familia... no sé lo que haría - Confesó sin apartar la mirada del monje como indicación de que aquella era una declaración de la que no estaba dispuesta a retractarse.

- Entiendo. - Asintió. - Adelante, te acompañaré hasta el patio. - Comenzó a guiar el camino y ella lo siguió de cerca sintiendo algo de remordimiento. La violencia era algo que los monjes no le habían enseñado; sin embargo, había bastado la influencia de un ser querido para que ella se desviara por completo de lo que había aprendido en la isla. No la podían culpar por sentirse así, la indignación era algo de lo que no podía escapar, el contexto resultaba intolerable por sí mismo, gente intentando vivir en paz y rebeldes aprovechándose de ellos, no existía justificación alguna.

Cruzando el arco que conectaba el templo con el patio pudo distinguir a Piandao recostado contra el tronco de un árbol; con los ojos cerrados parecía estar dormido, llevaba cuatro días bajo el cuidado de los monjes, su piel lucía menos maltratada pero su rostro demacrado reflejaba el mismo gesto inconforme de siempre.

Antología. Futuro Incierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora