5. ¿En verdad eres tú?

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Las imágenes iban y venían a medida que sus ojos luchaban por mantenerse abiertos, rostros desconocidos le ofrecían cuidados y la mantenían cómoda. - Bebe un poco más. - Le indicaba una voz gentil y ella, en contra de todo lo que había aprendido desde pequeña, obedeció sin dudar. Tal vez era la falta de energía lo que le impedía sospechar de aquellas personas, aunque si llegaba a desconfiar de ellos, el aturdimiento de sus sentidos no le permitía permanecer despierta por más de uno o dos minutos a la vez, así que aunque se lo propusiera, la verdad era que no se sentía capaz de oponer resistencia.

El tiempo pasaba, aunque desapercibido, pues por culpa de la pesada somnolencia que la invadía solo era capaz de notar la gradual mejoría de su condición física que poco a poco hacía desaparecer el dolor y entumecimiento que hasta entonces había sentido en las coyunturas, sin embrago, lo único que no daba señales de ceder, era aquel pesado sueño que se aseguraba de mantenerla inmóvil. 

Si aquello era o no una trampa, no había nada que pudiera hacer al respecto.

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- Han pasado cinco días Piandao, su cuerpo se ha recuperado casi por completo de la fiebre, no podemos forzarla a dormir más. - Advirtió el viejo monje con cierto recelo en su tono de voz.

- Lo sé. Solo tengo una petición más antes de que le permitan despertar. - Exhaló con pesar.

- Piandao... - Exhaló dejando sus hombros caer y cerrando los ojos anticipándose al hilo de pensamiento que solía venir de la mano del renegado forastero.

- Solo necesito que la aten bien al poste de la choza, manos y pies. - Guardó silencio. El monje lo miró por un segundo y volvió a cerrar los ojos meneando la cabeza de lado a lado en señal desaprobatoria.

- Sabes bien que esas no son nuestras costumbres... - Le recordó a modo de reclamo.

- Lo sé. - Se adelantó antes de que el viejo monje dijera algo más.

- Escúchame. - Insistió Gyatso con el tono más firme que el maestro fuego le había escuchado hasta el momento. - Eclipse tiene derecho a recordar su pasado. - Pausó al colocar su mano sobre el hombro del rebelde. - La búsqueda de tu paz interior no se puede interponer con su recuperación... ya lo has prolongado más de lo necesario. - Presionó el tema que tanto con esfuerzo había logrado evitar tocar hasta el momento.

- ¡¿Y quién eres tú para saber de nosotros?! - Gruñó apartando la mano del sabio. - ¡Tú no comprendes! ¡Jamás comprenderás! Esta isla los ha mantenido aislados de lo que pasa allá afuera. - Reclamó como si el viejo y su gente hubieran ignorado la obligación de participar en la inmundicia que envolvía al resto del mundo.

- Entiendo que debes dejar tus temores y egoísmo de lado Piandao. Ayuda a que Eclipse recuerde y permite que ella decida si mereces su perdón o no.

Aquellas palabras le cayeron como un balde de agua helada. Piandao bufó sin apartar su intimidante mirada del viejo monje quién no mostró reacción alguna ante su repentina explosión de emociones.

- No es difícil reconocer la culpa en los ojos de un hombre. La cobardía tampoco. - Gyatso suspiró y se dio la media vuelta en dirección a la salida. - La forastera despertará mañana por la mañana. Solo la mantendremos atada durante un día para que aclaren sus diferencias y después le permitiremos salir. - Concluyó y continuó caminando sin esperar respuesta.

Piandao bajó la cabeza y exhaló con pesar. ¿Por qué tenía que ser así? la realidad parecía haber decidido alcanzarlos. La presencia de la heredera de los Sato iba a añadir una perspectiva que la Guerrera del Sur no podría ignorar.

Antología. Futuro Incierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora