KATHERINE
El estridente ruido de algo metálico cayendo al suelo me hace despertar repentinamente de mi sueño y dar un bote importante de la cama.
Una vez pasado el susto inicial, me levanto de la cama, me paso una mano por la cara y miro la hora en el móvil. Son las siete y media de la mañana.
Suspiro y me repito mentalmente que más le vale a la persona que esté haciendo ruido a esta hora que tenga una buena excusa.
Me hago una coleta rápida para no agobiarme con el pelo en mi cara y salgo de la habitación.
—Mierda —escucho como la voz de Tanner maldice a modo de susurro desde la cocina.
Su voz me manda un escalofrío por todo el cuerpo y mis dedos sienten la repentina necesidad de recorrer su cuerpo entero.
Lo echo mucho más de menos a mi lado de lo que me veo capaz a admitir.
La verdad es que estaría mintiendo si en algún momento afirmó que no he echado en falta el cariño, apoyo y la manera en general que tiene Tanner conmigo en estos días.
Con paso silencioso, pero firme, me dirijo hacía la cocina. Todas las luces de la casa están apagadas, a excepción de la luz de la cocina.
Una vez llego al umbral de la puerta, veo a un Tanner vestido completamente de negro y con el pelo desordenado —como de costumbre— agachado, agarrando un bowl que ha caído al suelo.
Una vez comienza a poner su espalda recta, su mirada conecta con la mía. Se para en seco y yo empiezo a notar como mi corazón late de manera incontrolable.
—Hola —susurro a modo de saludo.
—Hola —me responde él mientras se acerca a mi.
Aunque le permito que se acerque, no puedo negar que el gesto se siente algo extraño después de todo lo que mi mente me proyectó ayer.
—¿Qué estabas haciendo? —curioseo para desviar un poco la conversación.
Si soy sincera, quiero alargar lo máximo posible la conversación que tengo pendiente con él. Porque sé que no todo lo que voy a escuchar por su parte me va a gustar y simplemente me da miedo.
—El desayuno.
Lo miro sorprendida, sin poder evitarlo.
—¿Para todos?
Él asiente con la cabeza.
—Llevo bastante despierto y he pensado que nadie tendría ganas de hacer su desayuno cuando se levantara —me explica.
Yo sonrío con ternura. No puedo entender como un hombre con facciones tan duras, expresiones que dan incluso miedo de lo poco expresivas que son y un porte tan imponente, puede tener un corazón tan bonito en su interior.
—¿Quieres que te ayude? —le pregunto.
Sus ojos se iluminan de una manera especial al mirarme.
—La verdad es que te lo agradecería.
☆
—¡No, no, no! ¡Tanner para o te doy con el cucharón en la cabeza! —grito como una descosida mientras lo veo acercarse con la botella de agua a medio terminar en la mano.
Su sonrisa maliciosa se acentúa al ver mi cara de terror. Sigue avanzando hacía mi, mientras que yo retrocedo para alejarme de él. Hasta que mi espalda choca con la encimera de la cocina.
—Estate quieto —le advierto al ver cómo inclina la botella de agua hacía mi.
Al ver su intención de tirarme su interior encima, me abalanzo sobre él antes de que pueda hacer nada. Como resultado, Tanner acaba tirado en el suelo sin la botella y yo estoy encima suya y con la botella en mi manos.
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La nueva obsesión
RomanceCon dieciséis años creí tocar el infierno. Con diecisiete me enviaron a él. Y con dieciocho experimenté el placer de fundirme en llamas junto a la pareja de hermanos más hermosamente peligrosos que jamás he tenido el placer de ver.