VII. Un adiós

244 15 3
                                    

No me había acercado a Tanner en toda la noche, aunque sentía su mirada sobre mí y yo a veces cometía el error de mirarlo.

Sé que si me acerco a él solo voy a conseguir enfadarme con él y conmigo misma, así que lo mejor es mantener las distancias.

—¿Me he fumado un porro o te he visto entrar con Tanner Morelli de la mano?

Yo fuerzo una sonrisa ante la oración de Amelie.

Recuerda, Katherine, estás en una relación falsa. Para tu desgracia tienes que fingir que de verdad estás enamorada de el demonio rubio.

—Sorpresa —digo con una sonrisa.

Las tres me miran con los ojos abiertos.

—¿Pero no decías que era un pesado y que...? —comienza a preguntar Erika.

—Es una historia muy larga y la noche es corta, así que aprovechar que estoy libre por ahora y vamos a divertirnos —desvío el tema de conversación lo más rápido que puedo.

—Sí, tienes razón —me apoya Amelie.

No se molestan en preguntar nada más, las cuatro nos vamos hacía la pista de baile y nos divertimos. Aunque la mirada de Tanner me dificultara la tarea.

Definitivamente, bailar con amigas es terapéutico, o bueno lo era hasta que un puto diablo rubio viene hacía donde tu estás.

—¡Tía que lleva una corbata del mismo color que tu vestido! —me susurra Amelie, emocionada.

Yo frunzo el ceño y miro hacía el aludido.

¿En qué maldito momento se la ha puesto? A mi no me jodas, ha entrado sin ella.

Para cuando le voy a decir algo más a mi amiga, ya tengo a mi pesadilla rubia de metro noventa en frente.

—Necesito hablar contigo —dice en su habitual tono serio.

Hago un esfuerzo enorme por no poner los ojos en blanco.

Me giro hacía mis amigas. Todas me están mirando, muy atentas.

—Chicas, si me disculpáis, voy a concederle unos minutos a mi pareja —me excuso con una falsa sonrisa.

Ellas, como era de esperar, asienten con la cabeza.

Y así es como vuelvo a quedarme a solas con Tanner.

Nos lleva a un lugar alejado de la fiesta, supongo que para que el ruido de la música no nos moleste en la super charla que pretende tener conmigo.

—Quiero que cortes todo contacto con mi hermano y quiero que lo hagas ya —dice.

—Eh, eh, relájate un poco. ¿Por qué cojones quieres que sea ya?

—Porque la gente habla, Katherine. Y la gente va a comenzar a hablar si hoy te presentas como mi pareja al baile y mañana estás pegada a mi hermano.

Yo lo miro con odio.

Dios mío, qué ganas de pegarle un puñetazo en esos putos glaciales que tiene como ojos.

—¿Cómo pretendes que corte ya si no se donde está?

—Eso no es mi problema —se desentiende —. Solo asegúrate de que vuestra relación esté rota antes de que amanezca o me voy a asegurar que mañana por la mañana toda la mierda que guardas sea pública. Y créeme que no bromeo, Katherine.

Ya el habitual escalofrío me recorre la espalda.

—¿Y qué pasa si no lo encuentro?

—Qué mañana toda tu mierda se sabrá y seré yo mismo el que hable con mi hermano.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora