XI. Frentes sin resolver

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KATHERINE

—¿Qué ha pasado? —me pregunta Tanner colocando su cuerpo frente al mío.

—Nada —miento evitando su mirada.

Él me agarra del mentón y provoca que su mirada colisione con la mía.

Por primera vez consigo captar una emoción en su mirada. Y para mi mayor sorpresa se trata de preocupación.

La ansiedad por saber si estoy bien inunda sus ojos y me provoca un mar de dudas en mi cuerpo.

¿Es normal que quiera refugiarme en la persona que me está haciendo sufrir ahora mismo? Porque yo creo que no es normal la necesidad asfixiante que tiene mi cuerpo por refugiarse en los brazos de Tanner.

Y lo peor es que no entiendo por qué.

Lo miro con toda la tristeza que alberga mi cuerpo y no puedo evitar derramar alguna que otra lágrima.

Su expresión se acentúa y se apresura a limpiar mi lágrima con su pulgar.

—No llores, por favor —me susurra acercándose a mí —. No llores o te juro que mataré a cada persona que te haga llorar.

—Tanner, yo no estaría llorando si tu no me hubieras separado de tu hermano —le digo a modo de susurro pero sin separarme de él.

Nunca he tenido ningún tipo de cercanía con él y ahora que lo tengo cerca creo que se ha vuelto en mi nueva necesidad.

—Lo hice para protegeros a los dos.

Lo miro sorprendida.

—¿Y en qué me ayuda separarme de la persona que más he querido en mucho tiempo?

Veo como su mirada se ensombrece más y su expresión se vuelve más ruda, sin embargo su tono no cambia.

—Creí poder evitar males mayores si os separaba lo antes posible.

—Pues no lo has conseguido —comento —. Mirame, Tanner, llevo llorando en silencio desde aquella noche en la que le rompí el corazón a tu hermano y a mi misma —le aseguro con lágrimas en los ojos —. Intento entender todo esto, pero no le veo sentido. ¿Por qué nos querías separar?

—Katherine, no creo que sea buena idea decírtelo...

Aunque la rabia comienza a posarse en mi cuerpo, no consigo descargarla contra él, como he hecho tantas veces.

—No arreglas nada si no me lo dices; lo empeorarás.

Él me mira durante un segundo antes de posar su mano en mi cara. Mi yo de hace dos horas se apartaría, pero mi yo de ahora encuentra su toque reconfortante y familiar, sin saber muy bien porque.

El familiar escalofrío me recorre la columna. Sus ojos se quedan fijos en los míos.

—¿De verdad es lo que quieres? —me pregunta.

Asiento lentamente con la cabeza.

—Sí, es lo que quiero —le susurro.

—Mañana te lo contaré todo, pero prometeme contarme todo lo que pase por tu mente.

Yo lo miro sorprendida.

—Tanner...

—Promételo, Katherine.

—Te lo prometo.

TANNER

Aún siento su suave piel sobre mi mano. Joder, no sabia lo mucho que necesitaba tocarla.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora