XXXII. El plan

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Todo va de mal en peor.

Nada parece mejorar y eso ha hecho que mi ánimo se encuentre por los suelos todo el rato. Mis días consisten en parecer un alma atormentada por todo el piso, solo salgo de mi habitación para comer, no quiero hablar con nadie nunca. Lo único que quiero es tener a Tanner conmigo, a salvo. Pero me limito a llorar en mi cama por añorar su presencia. Al principio me encontraba con fuerzas para trazar un plan de rescate, pero pronto me di cuenta que no hay manera en la que pueda salvar a Tanner sin que alguien muera, y eso me mata por dentro.

Pero lo peor es que nadie dentro de este apartamento parece estar bien. Ryden se pelea constantemente con Jocelyn por mi culpa, Olivia está frustrada por no poder saber cómo ayudarme y Caleb solo se preocupa por encontrar una manera para sacar a Tanner de lo que solía ser mi casa.

Ahora estoy dispuesta a salir de mi habitación para comer algo, lo justo y necesario para no morir de desnutrición. Hago un gran esfuerzo por levantarme y para cuando lo consigo, unas voces al final del pasillo me hacen pararme en seco.

—No pienso darte la razón, Jocelyn —oigo decir a la característica voz de Ryden.

—¿Es que no lo ves, Ryden? ¿En serio no eres capaz de darte cuenta que ella solo nos supone un obstáculo? —Esa es la voz de Jocelyn, alterada y algo turbada.

—No te vuelvas a referir a ella como "obstáculo", Jocelyn. Te lo advierto.

—No lo ves porque estás cegado, Ryden, pero ella no nos va a ayudar a salvar a tu hermano. Entorpece nuestro camino.

—No tienes argumentos para sostener eso.

—¿No lo tengo? —pregunta ligeramente ofendida—. Solo es necesario ver cómo se pasea por la casa estos días. Parece un fantasma. Y si a eso le sumamos que estamos en esta situación por su culpa, es totalmente lícito decir que nos entorpece.

Entonces, Ryden guarda silencio y aquello consigue terminar de matar a mi alma por dentro. Sintiendo el oscuro silencio y mis ardientes lágrimas, continúo mi camino hacía la cocina.

Jocelyn tiene razón; no soy más que un obstáculo, la horrible obsesión de mi padre, la cual lo ha llevado hasta este punto. Soy el error, la viva imagen de algo que no aporta nada, solo estorba y eso me debilita por dentro. Mi alma está cansada y mi cuerpo también, no tengo energías ni fuerzas, solo quiero descansar.

Agarro lo primero que veo de la cocina y no tardo en comenzar a comer.

—Ahogar tus penas en la comida y en tus lágrimas no va a ayudar en nada, Katherine —escucho decir a la voz de Caleb. Su alta figura aparece entre las sombras de la cocina.

Su aspecto está decaído, su piel a perdido algo de color y sus ojeras están un poco más pronunciadas, pero puedo asegurar que está mucho mejor que yo.

—No hay nada que hacer —respondo y ni siquiera sé porque me molesto en hablar—. No hay nada que yo pueda hacer.

—¿Has pensado en algo? ¿Has tratado de hacer algo que cambie las cosas? —pregunta—. Porque te aseguro que llorar y comer poca cantidad de alimento no es una buena solución.

—No puedo hacer nada, Caleb. Si me quedo en casa, soy mala por no intentarlo. Pero si lo intento puede ser que muera... él —No me siento con fuerza ni siquiera para ser capaz de decir su nombre, porque cada letras de él queman como agujas rodeadas de fuego en mi piel—, o que muera yo; incluso los dos. Haga lo que haga voy a ser la mala y prefiero quedar como la mala aquí dentro que cargar con la muerte de Tanner a mis espaldas, porque si él se muere una parte de mi lo hace con él.

—No sabes lo que pasará si te enfrentas a tu padre.

Dejo la bolsa de comida en la encimera y me centro completamente en Caleb.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora