VIII. Vacío

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RYDEN

No pensaba que era imposible sentir dolor en el corazón, pero gracias a Katherine he comprobado que es posible.

No puedo parar de pensar en la manera afligida en la que sus ojos repletos de lágrimas me contemplaban, como si por dentro estuviera siendo torturada, como si en realidad no quisiera separarse de mi.

Pero su boca y su actitud me han mostrado otra cosa. Me han mostrado sus ganas de alejarse de mí.

Mi mente es un nubarrón de ideas dispersas y sin ordenar. Por una parte pienso todo el rato en cómo ha sido ella en estos meses conmigo y por otro pienso en sus palabras de hoy. Me quería lejos de ella, así lo había expresado, y odiaba pensar en que lo más probable era que yo había hecho algo para ocasionar ese repentino pensamiento.

Siempre he tenido una maldición; siempre he encontrado la manera de joder lo bueno de mi vida, de echarlo de ella.

Con la cabeza hecha un desastre y con un indicio de un ridículo corazón roto, me monto en mi coche, acelerando y sintiendo la mezcla de adrenalina e ira corriendo por mis venas.

No tengo a donde ir, así que me limito a conducir y conducir sin destino alguno.

Necesito respirar, pero los ojos de Katherine en mi mente me lo impiden. Nunca había sentido algo de esta magnitud. Me siento ridículo por estar así, porque el motivo no es otro que una mujer la cual conozco de un poco más de un mes y que ni siquiera siente lo mismo que yo.

Pero tampoco puedo evitar la parada en seco en medio de un parking de un bar, la sensación de asfixia aflojando cuando me tomo el primer trago de tequila ni las vueltas que da mi cabeza cuando noto que alguien estira de mi brazo y me dirige a algún lugar.

KATHERINE

—Te recomiendo dormir, Katherine —oigo decir a la voz de Tanner.

—Tus recomendaciones de mierda no me sirven, Tanner —respondo cortante.

Llevo dos horas tumbada en un colchón que me sirve como cama improvisada. Pero no he conseguido dormir, llevo un mes durmiendo con Ryden a mi lado y no tenerlo ahora me está dificultando la tarea de dormir.

—Perfecto, cuando mañana te levantes con cara de muerta te acordarás de mí.

Yo estiro el brazo hacía arriba y le saco el dedo corazón.

Doy una vuelta sobre la cama y me acomodo mejor. Cierro los ojos e intento desconectar mis pensamientos, pero después de diez minutos me doy cuenta de que no es tan fácil.

Nunca he tenido problemas para dormir y ahora los voy a comenzar a tener por un hombre.

Suspiro y vuelvo a moverme en busca de la posición perfecta para dormir. Y, como era de esperar, no lo consigo.

De repente, un teléfono comienza a sonar. Me giro hacía Tanner y lo veo agarrando el teléfono de su mesita de noche.

—¿Diga?

Durante unos instantes, no dice nada. Supongo que se debe a que la persona que ha efectuado la llamada está hablando. Pero, después de unos segundos, comienza a hablar de nuevo.

Suspira con pesadez y se pasa una mano por la cara.

—¿Dónde está? —pregunta y tarda unos instantes en volver a hablar —: Está bien, llego en diez minutos. Ni se te ocurra moverte de ahí.

Se apresura a colgar el teléfono y me mira.

—Vuelvo en veinte minutos.

Yo me incorporo un poco sobre el colchón y lo miro.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora