4. La mujer que malvive

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Después de un año volví a casa.

Y sólo lo hice porque Tanner me aseguró que si no mataba a mis demonios no podría avanzar.

Me acuerdo como me despedí de Tanner. Él me miró con el mismo amor y la misma admiración con la que siempre lo hacía. Me acarició con la misma delicadeza. Y me besó con la misma pasión que siempre.

Porque él se había convertido en el pilar más fuerte de mi vida.

Recuerdo haber entrado a casa, no escuchar nada y de repente ver a mi padre con su misma expresión de siempre.

Sus ojos eran distintos, ya no expresaban esa intriga y curiosidad por mi que cuando era pequeña, ahora solo me miraba como si yo fuera una amenaza, una plaga que tenía que eliminar.

Lo miré con firmeza, totalmente convencida de que podría hablar con él y salir ganando.

Pero no fue así.

¿Sabéis cómo acabé? Internada en un centro de desintoxicación, con una investigación por el asesinato de mi hermana en mi expediente y sin volver a mantener contacto con Tanner.

Pasaron los meses allí dentro y creo que allí fue donde comencé a olvidar.

Primero olvidé aquellos años en los que mi padre me castigaba con tiranía, sin embargo el recuerdo de las pocas veces que actuaba de padre se quedaron en mi mente.

La risa, la cara y la existencia de mi hermana desaparecieron de mi cabeza.

El papel que desempeñaba mi madre en mi vida también se fue, sin embargo la seguía recordando a ella.

Aaron se fue de mi cabeza, y la verdad es que estaba agradecida de olvidarlo.

Pero luego llegó Tanner y ahí sí que me desgarró el alma no recordar como me miraba, como me tocaba, como me entregaba a él y él a mí, su pelo, su cara.

Terminé por no recordar nada.

Un año después, salí de aquel infierno donde los días eran todos lunes y los meses parecían ser todos como el mes más frío y gris de todo el año.

Volví a casa siendo la mitad de lo que era, ya que mis recuerdos se habían ido.

Mi padre me dio la noticia de que me había inscrito a un internado muy prestigioso con la finalidad de volver a centrarme en los estudios.

Y el resto ya es historia contada.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora