Azami
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Miré los tatuajes en la piel blanquísima de sus brazos mientras me enseñaba a nadar y sonreía. La curiosidad me carcomió, sin contener las ganas deslicé mis dedos por los intrincados dibujos.
-¿Te gustan? –Preguntó.
-Son realmente lindos. –Afirmé. Continué mirándolos admirada.
-¿No tienes ninguno? –Probablemente lo había notado por la forma en la que mis ojos se movían frenéticamente siguiendo los trazos. Negué.
-Creo que el color de tu piel es perfecto para hacerlos. –Yo me igualaba a él en cuanto a eso.
-Mi abuela dice… -Dije riendo. –Que los que usan tatuajes son los reclusos. –Él también rió.
-Cuando hablas así, pareces una niña.
-¿Cómo? –Se sumergió y me quitó el salvavidas de encima, luego hizo que pusiera mis manos en sus hombros.
-Cuando dices “mi abuela me dijo” Me recuerda a cuando iba a la escuela primaria.
-Tengo 19 años, no soy una niña, soy una mujer. –Sentencié. Sonrió.
-Eres demasiado joven.
-¿Y usted cuantos años tiene señor viejo?
-¿Me dijiste viejo?
-Tú me dijiste niña, ya estamos a mano. –Rió sonoramente y yo también lo hice. -Que risa más rara.
-Y la tuya se escucha a tres cuadras. –Se burló.
-Bueno sí, pero ya. ¿Qué edad tienes?
-Qué curiosa eres por Dios. Tengo 25, 26 este mes.
-¡No eres tan viejo! ¡Me llamas niña y no eres tan mayor!
-Si eres pequeña, no importa lo que digas, sigues haciendo berrinches adorables. –Chasqueé la lengua. Vi a Yuta estar muy cerca de Suki. Suspiré.
-Esos dos.
-Creo que se atraen.
-Yo creo que voy a tener de cuñado al japonés. –Me reí y volví a mirar a Tae, a los ojos esta vez. Las esferas negras repasaron cada uno de mis rasgos. La sonrisa se me borró.
-¿Qué?
-¿Soy fotógrafo sabes?
-¿Tú? –Asintió. –Que genial. Mi papá también lo era.
-¿De verdad?
-Sí.
-Entonces debería pedirle consejo algún día.
-Si le ves el pelo. –Resoplé. –Él ya tiene nueva familia.
-Oh, lo siento, no sabía que…
-¡Suki! ¡Azami! –El corazón se me salió de lugar, me alejé descompuesta por la sorpresa. ¿Qué pensarían si me viesen prácticamente sobre él? No me despedí, no sabía si hacerlo o no, en realidad no sabía si en ese momento llevaba despedida. Suki me ayudó a salir del agua.
Vi una nota sobre los dibujos en mi mesa al salir del baño.
“Ponte el vestido azul marino de lentejuelas y los zapatos a juego.”
PD: ¡Usa perfume!-Hasta el día en el que no estás en casa quieres que se hagan las cosas a tu manera.-Mascullé.
Mamá tenía una cita importante, se había pasado toda la semana recordándomelo. Miré repugnada el vestido aún en la percha sobre la cama. –Odio el azul. – “Está prohibido ir si no usas lo que te dé la gana.” Reí. –Es un requisito adicional, lo siento mamá. –Pantalones, un top; el verde militar reinando sobre mí y el cabello suelto. De esa manera me sentía realmente cómoda. Le eché una mirada al perfume en la caja roja. “Amante” Lo olí, pero terminé tosiendo y haciendo muecas cuando el aire perfumado inundó mis fosas nasales, incluso estornudé. -No gracias, además, los amantes no dan alergia. ¿No?