Capítulo 18

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- Entonces, ¿qué pasa entre vosotros?- preguntó Lexi en cuanto estuvimos en la cocina.
- No tengo ni idea de lo que estás hablando.- respondí.
- Ah, ya, seguro que no. Por eso Dimitri tenía el ceño fruncido cuando viniste conmigo. ¿Habéis discutido?- pregunto Lexi.
- No- suspiré-, en realidad lo estábamos pasando bien, pero Savanah llamó a ka puerta y lo arruinó todo.
- ¿Para ti o para él?- Lexi levantó las cejas.
- Para mi, obviamente. Esa chica siempre aparece a destiempo.- me quejé.
- Por su culpa, ahora descargas tu ira en Dimitri.- Lexi me miró con una sonrisa.
- Bueno, ella solo llama a nuestra puerta por él. Y el decide abrirle la puerta sin camisa, así que, por supuesto,  ella lo mira.- me desahogue.
- ¡Ah! Así que todo el asunto es porque estas celosa.- se rio Lexi.
- ¿Qué es tan gracioso? Apuesto a qué, si te pasará a ti, también estarías celosa.- no puede evitar un gesto de indignación.
- Tienes razón, pero es agradable verte actuar así por Dimitri. Necesitaba a alguien como tú en su vida.- sonrió Lexi.
- ¿Tu crees?- pregunté.
- Al cien por cien. Los dos os complementais muy bien. Es increíble el efecto que has tenido en el en tan poco tiempo.- dijo Lexi.
- Mmm... supongo que si.- pensé en el comentario de Lexi.
- Todos podemos ver el cambio en Dimitri, y se que a ti te han metido en todo esto de repente, pero yo también veo un cambio en ti.- comento Lexi.
- ¿Yo? ¿Cómo?- tenía curiosidad.
- Tienes un brillo especial, como si estuvieras en una burbuja de felicidad que nadie puede reventar. No hace falta ser un genio para saber quién te hacen tan feliz.- Lexi me dio un codazo.
- ¿Tu cambiaste a licántropa?- pregunté.
- No, pero supongo que te preocupa el cambio.- Lexi lo había adivinado.
Asentí y ella suspiro.
- La mayoría de los hombres lobos no tienen problemas, ya que los cambios no son tan drásticos como para no poder soportarlos. Sin embargo, hay algunos que sufren porque no lo aguantan; les parecen demasiado. El hecho de que estés apareada con el rey significa que tendrás los sentidos mejorados, como él, lo que puede ser difícil de manejar punto por desgracia, todo esto es nuevo para todos, así que no lo sabemos. Pero con dimite a tu lado, estoy segura de que estarás bien. Además, no eres una mujer loba débil.
Vaya, era mucha información para asimilar, pero útil al fin y al cabo punto una parte de mí estaba aterrada por el cambio, pero la otra parte estaba emocionada. Será un licántropa significaba que tendría todos los sentidos agudizados, lo cual era genial. También significaba que estaría a la par con Adonis.
- Gracias, Lexi.- sonreí y la abrace.
- ¡Cuandk quieras! Ahora puedes ayudarme a hornear galletas, o puedes regresar con tu compañero.- Lexi me guiñó un ojo.
- No, te ayudare a hacer galletas. Nos vendrá bien un tiempo de separación.- respondi.
- Ya ha pasado bastante tiempo lejos de ti, pero así podrás llevarle unas galletas.- rio Lexi- Estoy segura de que le encantarán.
Poniendo los ojos en blanco, a partir de mi mente todas mis preocupaciones y ayudé Alexia a cocinar. Sinceramente, me sentí bien al pasar un rato de chicas, pero echaba de menos a Adonis. Siempre será así. Este sentimiento de vacío sin él. Quería preguntárselo a Lexi, pero decidí no hacerlo por si acaso pensaba que era un abogada. Tal vez estaba siendo tonta. Tal vez lo necesitaba en exceso debido a los cambios que estaba atravesando mi cuerpo. Una vez horneadas las galletas, Lexi puso algunas en un plato y me las dio.
-Ahora ve con tu compañero.- dijo riéndose.
Esta vez no dije nada, solo sonreir. Salí de la cocina y examiné ese lugar tan enorme. Donde estaría. Su adictivo aroma llenó mi FASA en la sala y sonreí. Mis pies se movieron solos comas siguiendo su olor. Estaba delante de una puerta como que supuse que era su despacho. Por cortesía, decidí llamar a la puerta, pero ni siquiera fue necesario. La puerta se abrió de golpe y Adonis estaba de pie con una mirada tensa.
- Eh... ¿hice galletas?- dije, mirando hacia él.
Su expresión tensa se desvaneció y sonrió.
- Entra, pequeña.- Adonis se apartó para que yo pudiera entrar.
Sonriendo, entre en su despacho. Obviamente era enorme, pero también estaba muy organizado. Adonis tenía enormes archivadores y todo estaba etiquetado. No había papeles tirados y estaba muy limpio. Este hombre nunca dejaría de sorprenderme.
- ¿Te vas a quedar de pie todo el tiempo?- Adonis tomó asiento en su silla y arqueo las cejas.
- ¿Qué? No, solo estaba mirando tu despacho.- murmuró, sentandome y colocando el plato de galletas frente a él.
- ¿Te has divertido con Lexi?- pregunto mientras tomaba una galleta del plato.
- Si, fue un placer charlar con ella.- respondí.
Adonis se sintió y dio un mordisco a la galleta. Gimió y dijo:
- Son increíbles.
Mi cerebro no puede ni siquiera formar una respuesta. Estaba luchando por controlar mi deseo después de oírle gemir. Adonis era totalmente ajeno a mi peligro mientras devoraba las galletas. Incluso conseguía que comer galletas me excitara. Como iba sobrevivir. Mi estupidamente me llevó al país de la fantasía, donde imaginó Adonis recostándome sobre su escritorio y sus labios viajando cada vez más abajo hasta llegar a mi interior...
- ¿Adilah?- la voz de Adonis me hizo saltar.
- ¿Si?- pregunté, aclarandome la garganta.
- ¿Estás bien? Pareces nerviosa.- Adonis me miro, preocupado.
- ¿Yo? ¡Estoy bien!- le contesté.
Adonis no parecía convencido, pero asintió de todos modos. Mierda, esto no era nada bueno punto de repente, sentí como si todo mi cuerpo estuviera en llamas. Me removí incomodamente en el asiento mientras Adonis seguía mirándome de forma extraña. ¿Que me estaba pasando?
- Eh.... volveré.- me levanté y salí corriendo de su despacho.
Sentía las piernas débiles, pero me esforcé por correr hacia la habitación. Ignoré las miradas de preocupación de los guardias, ya que mi objetivo era el dormitorio. En cuanto llegué, me metí directamente en el baño y lo cerré con llave. Respiraba con dificultad y me eche agua fría en la cara. No me sirvió de nada. Me sentía débil, y no tenía ni idea de por qué punto la rodilla no me no me sujetaban y me desplomé. Gimiendo, traté de levantarme, pero volvió a caerme. Mierda, esto no pintaba nada bien.
De repente sentí la necesidad de vomitar, y como mis piernas se habían decidido que no querían caminar, tuve que arrastrarme rápidamente hasta el baño. Necesité todas mis fuerzas para llegar al inodoro y vaciar el contenido de mi estómago. Pensé que me sentiría mejor después de vomitar, porque podría haber sido algo que había comido lo que me estaba haciendo sentir tan mal. Pero no era así.
- ¿Adilah?- la voz preocupada de Adonis llegó a mis oídos.
Como seguía sin poder pronunciar una sola palabra, mis ojos se fijaron en los frascos de champú y acondicionador que había en el borde de la bañera. Utilizando toda mi energía, me acerqué a la bañera y golpee los botes, haciendolos caer en la bañera con un fuerte ruido.
- De acuerdo, voy a entrar.- la voz de Adonis sonaba frenética.
La puerta se desprendió de sus goznes, y en el marco de la puerta apareció Adonis. Parecía aterrorizado, y me entraron ganas de consolarlo. Colocó la puerta en el exterior y se precipitó hacia mí, levantándome con cuidado.
- Adilah. Mierda, ¿que te pasa? Necesito que te concentres en mi voz y te mantengas despierta. No te atrevas a cerrar los ojos, ¿me pues?- estaba histérico.
El calor que irradiaba a dunnis me hizo querer cerrar los ojos, pero no me lo permití. Adonis corría a toda velocidad, y su miedo era evidente. De nuevo, yo solo quería abrazarlo y decirle que todo iría bien, pero no podía. Se me rompió el corazón para el dolor que debía sentir Adonis en esos momentos. Yo no tenía ni idea de lo que me estaba pasando, y estaba claro que él tampoco.
- Quitaos de en medio.- gruño Adonis a unos guardias, que rápidamente despegaron el camino cuando me vieron.
Sinceramente, probablemente tenía un aspecto horrible.
- ¿Donde está el maldito médico?- grito Adonis.
Me tumbo con cuidado en la cama, haciéndome temblar. Echaba de menos su calor. Una doctora entró corriendo y pareció horrorizada cuando me vio en la cama. ¿Tan mal aspecto tenía?
- ¿Que le pasa a mi compañera?- gruño Adonis.
Estaba perdiendo el control y la pobre doctora parecía muerta de miedo. Este hombre debió aprender a controlar su genio. Levanté los brazos, llamando la atención de la doctora, que miró Adonis antes de decir:
- Yo... creo que la reina quiere que la abraces.
La mirada de Adonis se dirigió a mí y se suavizó punto ni siquiera esperó antes de levantarme de nuevo y abrazarme con su calor.
- Descubrire lo que le ocurre, no te preocupes.- la doctora parecía decidida.
Cuando empezó a examinarme, se me empezaron a cerrar los ojos. Me esforcé por impedirlo, pero estaba perdiendo la batalla.
- No, no, no. Pequeña, quédate conmigo.- Adonis me acarició las mejillas en un intento por mantenerme despierta.
Nada funcionaba; se me cerraban los ojos. Lo último que vi fueron los ojos de color avellana de Adonis llenos de preocupación.
- Por favor, no me dejes...- me suplico.

Reina de los licántroposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora