Capítulo 26

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Mirando a Adonis, sabía que se negaría, pero algo me decía que tenía que hablar con esa mujer. Antes de que Adonis pudiera decir algo, me levanté y asentí.
- Venga, iremos a un lugar privado y nadie nos seguirá.- miré fijamente a Adonis, que me devolvió la mirada.
Sus ojos no se apartaron de mí mientras salía de la habitación con la señora. Estaba cabreado, pero ya me ocuparía de eso más tarde; no era importante. Bajé las escaleras y me di cuenta de que los ojos de la señora se movían constantemente de un lado a otro; le temblaban las manos. Una sensación de inquietud se instaló en mí, pero mi fe estaba más decidida aún a averiguar qué demonios estaba pasando. Una vez que llegamos a una sala aislada del palacio, entramos y cerré la puerta tras nosotros. No había nada alrededor, así que deberíamos estar a salvo. Me senté y le indiqué a la señora que sentara también. Ella me dedicó una pequeña sonrisa y se sentó frente a mí.
- Primero quiero decir que siento mucho la perdida de su hija. Ojalá hubiera podido despertar y salvarla.- sacudi la cabeza.
- No, por favor, no se culpe. Nosotros no la culpamos. Es culpa nuestra por no escuchar la advertencia.- se seco una lagrima.
- Advertencia, ¿que advertencia?- pregunté, con las cejas arqueadas por la confusión.
- Hace unos días, un hombre vino a nuestra casa diciendo que era de palacio.- suspiro-. Nos dijo que sabía que mi marido tenía antecedentes penales y que había solicitado ser guardia en el palacio. Me dijo que nunca lo aceptarían por ser antecedentes pero que podría ayudarnos si le ayudábamos a él primero. Le dije a mi marido que no aceptara, pero lo hizo porque mi marido quería desesperadamente el trabajo. Este hombre nos dijo que teníamos que colarnos en el palacio y poner algo en la comida. Afirmó que la comida iba a parar a los presos y que quería matar a uno de ellos, pero que no podía hacerlo él mismo porque era muy conocido. No me pareció bien, pero mi marido aceptó. El hombre nos dijo que, si no hacíamos nuestro trabajo, él lo sabría y pagaríamos con la vida de nuestros seres queridos. Mi marido luego logró entrar; sin embargo, no se tuviera poner nada en la comida, porque no sabía que lo que era y empezó a tener dudas. Al día siguiente, cuando nos despertamos nuestra hija había desaparecido, y entonces lo sumo. Este hombre se llevó a mi hija y la mató.
La pobre señora se rompió a llorar y me dolió el corazón por ella. Que hombre tan vil y repugnante. Pero, ¿quien era ese hombre? Al escuchar a la señora, aumentaron mis dudas y pensé que ese hombre debía ser alguien que conocía muy bien el palacio.  Pero, ¿quien?
- ¿Por eso estabas nerviosa al venir aquí? ¿Por eso tus ojos no dejaban de mirar de un lado a otro?- pregunté.
- Si, me temo que si.- la señora temblaba de miedo.
El bastardo enfermo que hizo sentir asi a esta pobre señora lo pagará claro. ¿Cómo puede haber alguien de enfermo como para tomar a una niña?   Pensé. ¿Matarla de manera tan violenta?
- Aquí estarás a salvo. No te pasará nada.- Le tomé las manos- ¿Puedes decirme como era? Cualquier pequeño detalle será de ayuda.- pregunté, teniendo cuidado de no hacerle demasiadas preguntas.
- No recuerdo mucho, pero si recuerdo que tenía una cicatriz en la cara. Parecían marcas de garras que le atravesaban el ojo.- se estremeció.
Bueno, definitivamente esa información era valiosa. ¿Cuántas personas tienen marcas de garras en la cara? Estaba a punto de dar las gracias a la señora, sin querer presionarla para que me diera más información, cuando se abrió la puerta.
- ¿Y el color de su pelo? ¿El color de sus ojos? ¿Que altura tenía?- preguntó Adonis irrumpiendo.
La señora me miró con miedo en los ojos. Se levantó de un salto y murmuro:
- He dicho demasiado. Me va a matar. Me va a matar...
Salió corriendo de la habitación a toda prisa. Mierda, eso no tenia que pasar.
- ¿De qué coño iba eso?- Le dije a Adonis mirándolo fijamente-. Esto debía ser una conversación privada entre nosotras dos. ¿Cuando decidiste unirte?
- No iba a dejar sola a mi compañera.- se burló Adonis-. Solo he oído lo último. Pero necesito más información.
Se dio la vuelta, pero tiré de él hacia atrás y gruñi.
- Acabas de arruinarlo todo. ¿No viste lo aterrorizada que estaba cuando decidiste irrumpir con todas tus preguntas? Por una vez en tu vida, ¿no podrías hacer lo que se te dice? A veces hay cosas para las que no se te necesita.
- Soy el rey. Siempre me necesitan. No entiendo por qué te lo cuenta a ti y no a mi.- Adonis sacudió la cabeza.
- Porque das miedo Adonis.- mi ira no se calmaba-. Eres el rey, y está pobre gente te tiene miedo. La pobre señora quería hablar con alguien que la entendiera, y ese no eras tú. Pero no podías aceptarlo, ¿verdad? Tenias que interferir y arruinarlo todo. Habría conseguido la información si pudieras controlarte.
- Yo doy las órdenes, no tu.- Adonis me devolvió la mirada-. Obedece mis reglas, y fin de la....
- ¿Que obedezca tus reglas? ¿Sabes qué? Vete a la mierda. Buena suerte para sacarle la información a esa señora, Majestad.- me burle.
No esperé la respuesta de Adonis y me fui furiosa. Mi rabia debía de irradiar, porque los criados se apartaron del camino y me miraron preocupados. Pasé furiosamente por delante del despacho de Adonis, donde estaban todos mis amigos. Niya me miró preocupada, pero no le presté atención.
- Dile a tu rey que más vale que no se acerque a mi.- Le dije. En voz alta, por supuesto, porque quería que Adonis lo oyera.
Evan y Gabe se miraron preocupados mientras yo me dirigía furiosa a mi habitación temporal y cerraba la puerta de golpe, haciendo que todo temblara. Le oí antes de verle. La puerta estaba cerrada, y el giraba el pomo y gruñia.
- Bien, si quieres jugar a esto, voy a romper esta maldita cosa.- gruño Adonis.
Antes de que pudiera hacer nada, abrí la puerta y le miré con odio.
- ¿Crees que derribar esta puerta te hará algún favor? La has cagado a lo grande, y ahora te toca arreglarlo. Derribar esta maldita puerta no te ayudará.
Adonis parecía nervioso mientras yo cerraba la puerta de golpe y echaba el cerrojo.
- Tal vez deberías arrastrarte como un humano, y puede que entonces te perdone.- grite.
Adonis no dijo nada después de eso, probablemente comprendiendo lo enfadada que estaba. Bien, esto le enseñaría una buena lección. Hoy ha sido otro día lleno de acontecimientos, y no tener a Adonis me ha hecho sentirme sola, pero el no lo podía saber. Ah si que decidí darme una ducha. Sería una buena forma de relajarme y dejar de pensar en Adonis y toda esa mierda durante algún tiempo. Me tomé mi tiempo en la ducha, dejando que el agua caliente me relajara los músculos y me ayudara a olvidar temporalmente mis problemas. Cuando finalmente me decidía terminar, me cambié rápidamente y salí del baño. Todavía no había rastro de Adonis. Aún estaría pensando en cómo disculparse. Un golpe en la ventana me hizo saltar. Era Adonis. Porque vendría de la ventana. Me acerqué y abrí las cortinas. No habia nadie. Mierda, me estaba imaginando cosas. Justo cuando iba a cerrar las cortinas, algo cayó y quedó colgando frente a mi ventana.
Mi corazón se detuvo por unos instantes y ahogué un grito. No, no, no. Esto no estaba sucediendo. Mis sentimientos debieron ser lo suficientemente poderosos para que Adonis los detectara, ya que rompió en la puerta buscándome. Se me llenaron los ojos de lágrimas mientras señalaba por la ventana. Maldijo y se pasó la mano por el pelo. Todo esto era culpa mía. Esta vez me tocaba a mí. Adonis me apartó de la ventana, pero yo seguía mirando. Mirando fijamente la cabeza que colgaba. La cabeza de esa pobre señora. La pobre señora que tenía tanto miedo de que la mataran, y yo le había prometido que todo iría bien. Rompí esa promesa; la habían asesinado. Al igual que su hija. Adonis me sentó a un lado de la cama y se arrodilló.
- No te atrevas a culparte. No podías saber qué esto iba a pasar.
- Le prometí que estaría a salvo.- miré a Adonis.
Me seco las lágrimas y llamo a Gabe y a Evan. Ambos parecían solemnes mientras miraban por la ventana.
- Esto no tiene buena pinta, Dimitri.- dijo Gabe.
- Lo sé. Soy muy consciente de ello.- Le espetó Adonis.
- Ve a buscar de donde cuelga la cabeza y donde está el resto de su cuerpo.- ordenó Adonis.
Ambos asintieron antes de marcharse. Adonis se sentó a mi lado e intento cogerme la mano, pero se la aparte.
- Alguien la tiene tomada contigo. Tenemos que saber por que y rápido.- suspiré.
- Tengo muchos enemigos, pequeña.- Adonis sacudió la cabeza.
- Bueno, por ahora solo tienes uno. Y no podemos perder el tiempo; hay que encontrarlo antes de que pierdan la vida más inocentes.- respondi.
- Tienes razón, como siempre.- asintió Adonis-. Yo soy el que siempre mete la pata.
- ¿Es tu manera de disculparte conmigo?- pregunté.
- Depende; ¿ha funcionado?- pregunto Adonis.
-No.- respondi sin rodeos.
- No pensé que fuera a funcionar. A veces digo cosas que no quiero. Me preocupé cuando te fuiste con ella. No podía soportar la idea de que te pasará algo.- Adonis me miró.
- Tienes que confiar en mí, Adonis. Si realmente estuviera en problemas, lo sentirías.- Le toque el pecho.
- Confío en ti, pero no confío en los demás.- suspiró.
- Eso es algo en lo que tendrás que trabajar, pero en otro momento. Ahora tenemos asuntos importantes que tratar.- respondi.
- Alguien está tratando de sovocar mi gobierno. Intenta demostrar que no soy capaz de ser rey.- gruño Adonis.
- Entonces, demuéstrales que si lo eres. Demuéstrales que se han entrometido con el rey equivocado. Demuestra a todos quien es realmente Adonis Dimitri Grey.- lo miré.
Adonis sonrió, mostrando determinación en sus ojos. Lo siento por quien pensara que podía meterse con Adonis, porque le espera otra cosa.

Reina de los licántroposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora