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A veces, Jaemin y Jeno desaparecían a la hora del almuerzo. Todos sabían que estaban en algún aula vacía, comiendo en soledad mientras se ponían al día. Al fin y al cabo, eran mejores amigos y era normal que quisieran pasar tiempo a solas, todo su grupo de amigos lo entendía. De hecho, aprovechaban algunos de esos días para pasar tiempo con compañeros de clase, como Chenle y Jisung que se unían a los de su edad, u otros amigos, como Renjun que comía en cualquier lugar del campus con Yangyang.

Por eso, en aquel momento Jeno y Jaemin se encontraban los dos solos en el aula de música. Mientras Jaemin masticaba alegre su almuerzo, Jeno se divertía probando acordes e intentando componer una melodía decente, aunque debía detenerse cada vez que el menor acercaba un trozo de comida a su rostro para que no se pasara su rato libre sin comer.

— ¿Tienes pensado añadirle letra a eso? — el rubio levantó la mirada de las cuerdas para ver a Jaemin y asintió con la cabeza.

— Tengo bastantes cosas escritas que nunca he llegado a usar, — volvió a dirigir sus ojos a la guitarra. — podría hacer algo con ellas.

— Seguro que será una canción increíble, Jen. Sólo con los acordes ya suena bien. — el rubio sonrió de oreja a oreja, haciendo que sus ojos se convirtieran en dos lunas crecientes.

Esa sonrisa, que Jaemin deseaba preservar para siempre, hizo brillar los ojos del menor y simplemente le devolvió el gesto. Jeno guardó la guitarra en su funda y acercó su silla a la de Jaemin, apoyando la cabeza en su hombro y cogiendo una de las galletas que estaba comiendo. Por su parte, Jaemin apoyó una de sus manos en el muslo del chico, acariciando su pierna por encima de la tela del pantalón.

Se quedaron así un buen rato, sin mediar palabra mientras se terminaban el paquetito de galletas. A ninguno de los dos les molestaba el silencio, no era incómodo y les permitía disfrutar de la tranquilidad de un aula vacía. La mano que Jaemin tenía apoyada sobre la pierna de Jeno estaba ahora atrapada entre las manos del rubio, quien dejó que Jaemin se comiera las últimas galletas.

— ¿Quieres venir esta tarde a mi casa? — preguntó el mayor levantando la cabeza del hombro de Jaemin. — Puedes quedarte a dormir si quieres.

— Hoy no puedo. — dijo con la boca todavía llena y tragó antes de continuar hablando. — Voy a casa de Renjun, pero podría ir otro día.

— Me parece bien.

Y Jeno volvió a sonreír de esa forma que Jaemin amaba, provocando una sonrisa igual de amplia en los labios de Jaemin. El menor dejó un dulce beso en la mejilla de su amigo y se levantó de su asiento para tirar el paquete vacío a la papelera, aunque cuando fue a sentarse de nuevo, el timbre sonó indicando el final de su descanso. Así que ambos marcharon juntos hacia sus respectivas clases.












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— Siento que hace mucho que no estábamos así los dos. — susurró Jaemin mientras su mano, que estaba metida por dentro de la camiseta de Renjun, se deslizaba de arriba a abajo lentamente por la piel de su espalda.

El mayor asintió con la cabeza y se acercó más, si era posible, al cuerpo de su novio, dejando un beso en su pecho.

Tras salir de clase, decidieron pasar la tarde del viernes juntos, porque Renjun no quería volver a pintar hasta que no se recuperase por completo de lo que había pasado la tarde anterior. No se lo había contado a nadie y no pensaba hacerlo, estaba asustado. Tenía demasiados sentimientos encontrados y pocas ganas de pararse a pensar en ellos, así que lo ignoraría un par de días y se enfrentaría a ello el domingo.

— ¿Mañana irás a ver a Yangyang jugar? — preguntó Jaemin y Renjun volvió a asentir con la cabeza.

— Si ganan dos partidos más, irán a la final. — comentó con una sonrisa orgullosa por su amigo y su equipo. — Y la final sería en casa.

— Podríamos ir a verla todos juntos. — propuso el menor.

— Por mí perfecto, — Renjun apoyó su mentón sobre el pecho de Jaemin. — aunque sabes que no podré estar con vosotros después del partido.

— Entonces debería aprovechar ahora que te tengo, ¿no? — Jaemin alzó una ceja mientras colocaba al pelinegro sobre su cuerpo, haciéndolo reír cuando sus manos pasaron a acariciar sus costados aún por dentro de la camiseta.

Jaemin se sentó en el colchón, acomodando al mayor encima de su regazo, y comenzó a dejar suaves besos por su rostro, descendiendo hasta su cuello para regresar de nuevo a sus mejillas. Renjun se dejó hacer y cerró los ojos disfrutando de la sensación de los labios ajenos sobre su piel. Sólo los abrió cuando dejó de sentirlos y se topó con la sonrisa brillante del menor. Tomó entre sus manos el rostro de Jaemin y lo acercó al suyo para unir sus labios en un beso delicado.

Se besaron sin prisa, como si tuvieran todo el tiempo del mundo, disfrutando del contacto entre sus labios. A pesar de ser un beso dulce, las manos de Renjun picaban por tocar al menor, así que se entrometieron por debajo de la tela que cubría su torso y rompió el beso a penas unos segundos para quitársela, arrancando una sonrisa de Jaemin. En seguida volvieron a chocar sus labios, ahora más rojos e hinchados, mientras Renjun se entretenía acariciando los músculos marcados de Jaemin.

Por su parte, el menor tampoco se reprimió acariciando el cuerpo de su pareja. Paseaba sus manos por los muslos de Renjun, apretándolos de vez en cuando, por su espalda baja y por su torso, haciendo que en algún momento la camiseta del mayor desapareciese también. Se acercaron más el uno al otro, provocando que sus pechos quedasen tan cerca como sus labios.

En algún momento, Renjun mordió el labio inferior de Jaemin para después explorar con su lengua la boca del menor, quien gustoso correspondió al acalorado beso. El contacto que antes era dulce y tranquilo, se había convertido en un beso desordenado y apresurado.

Con un movimiento ágil, Jaemin tumbó a Renjun sobre el colchón y se colocó sobre él con una pierna a cada lado de sus caderas, continuando con la lucha por llevar el ritmo que habían iniciado sus lenguas. Las manos del pelinegro subieron por los brazos de Jaemin, que estaban tensos por tener que soportar su propio peso, pasando por sus hombros hasta llegar a la ancha espalda del menor, donde Renjun se entretuvo dibujando garabatos con las yemas de sus dedos.


La sesión de besos continuó durante casi media hora más y sólo se terminó porque sus labios y sus pulmones necesitaban un descanso por fin. Renjun, quien estaba a punto de caer dormido, estaba tumbado sobre la cama teniendo entre sus brazos al chico que adoraba, mientras Jaemin observaba al más bajito con una sonrisa triste en el rostro.















do mi ti - renmin/renyangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora