epílogo

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El sol brillante le quemaba suavemente la piel de la espalda, mientras la brisa de la costa aliviaba el ardor, poniéndole la piel de gallina. Renjun cerró los ojos disfrutando del momento, escuchando las olas romper contra la orilla y algunas voces lejanas de otras personas que pasaban su día en la playa como él. Un suspiro escapó de sus labios y dejó que todo su cuerpo se relajase. Deseaba poder pasar sus vacaciones de verano así, sin preocupaciones.

Sin embargo, su dulce momento de tranquilidad fue interrumpido abruptamente por unos dedos fríos en su costado haciéndole cosquillas.

— No hemos venido para dormir, Jun.

De un manotazo apartó la mano de Yangyang de sus costillas y se dio la vuelta para mirarlo con ojos perezosos. El menor lo observaba con una sonrisa amplia y sujetaba un bol de macedonia en una mano. Renjun se sentó a su lado, aún con el cansancio cerrando sus párpados, y tomó uno de los tenedores del bol para empezar a comer.

— ¿Al menos te has puesto crema para tumbarte así al sol? — preguntó Yangyang mientras masticaba un trozo de piña.

— Sí, no te preocupes. — el pelinegro dejó un beso en el hombro desnudo de Yangyang, apoyando la cabeza allí mismo después. — ¿Luego vamos al agua?

El menor simplemente asintió y continuaron comiendo en silencio, disfrutando de la presencia del otro y del ambiente tranquilo de la playa.

Tal y como habían apostado en aquel partido de Yangyang, hicieron un viaje juntos a la playa cuando comenzaron las vacaciones de verano y Renjun no cabía en sí mismo de la felicidad que sentía. Después de un mes sin hablarse, sin siquiera verse por los pasillos de la universidad, pudieron hablar sobre sus sentimientos en una tonta fiesta, en la misma situación en la pensaron que habían arruinado su amistad. Renjun recuerda las palabras del menor como si estuvieran grabadas a fuego en su piel, y todavía siente mariposas en el estómago al pensar en lo que pasó en su casa al día siguiente.





Renjun estaba tumbado en su cama, con la mirada perdida en el techo. Sabía que Yangyang debía de estar despierto porque había escuchado ruidos en la cocina y no estaba junto a él en la cama, pero no se atrevía a salir de su habitación.

Recordaba a la perfección la conversación que tuvieron la noche anterior en la fiesta y sabía que el menor no estaba borracho cuando dijo todo aquello, incluso había probado su bebida para asegurarse, y aun así una pequeña parte de su cabeza le decía que era mentira, que Yangyang no podía sentir lo mismo que él.

Le aterraba pensar en el rechazo, en que todo fuera una broma o un malentendido. Quizá Yangyang pensaba que que correspondía a los sentimientos de Renjun pensando que se refería a un amor de mejores amigos. No tenía ni idea de cómo iba a enfrentar al menor en aquel momento, por eso se quedó sentado sobre el colchón, con la espalda pegada a la cabecera de la cama y la mirada perdida en los edificios que se veían a través de la ventana.

De repente, todo su sistema nervioso entró en alerta al escuchar la puerta de la habitación abrirse y una voz más que conocida llamar su nombre.

— ¿Renjun? Pensé que seguías dormido. — Yangyang entró a su cuarto con una bandeja en las manos que dejó sobre la mesilla de noche al costado de la cama.

El mayor no sabía que hacer a parte de mirar ensimismado al chico. A pesar de sus cabellos despeinados, los ojos somnolientos y el pijama mal arreglado, seguía igual de apuesto que siempre. Sentía que se le iba a salir el corazón del pecho de lo rápido que estaba latiendo y no estaba seguro de si atribuirle la culpa a Yangyang por ser tan guapo o a los nervios por tenerlo frente a él. Quizá era por ambas cosas.

do mi ti - renmin/renyangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora