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— Estás haciendo que incluso yo me ponga nervioso, Yangyang.

Quedaba tan sólo un día para la semifinal de baloncesto y si Renjun tenía los nervios a flor de piel, no quería imaginarse lo que debía de estar sintiendo su amigo. A sabiendas de lo nervioso que se pondría Yangyang por el partido -y ni siquiera era la final-, Renjun estaba en casa del menor para pasar la noche del viernes con él, así estaría a su lado todo el rato y podría ayudarle a tranquilizarse.

Y efectivamente no se equivocó, Yangyang estaba que se subía por las paredes.

— Es que no lo entiendes, este equipo es muy bueno, casi tan bueno como los que han pasado a la final. — el menor hablaba mientras caminando de lado a lado de su habitación, con los ojos de Renjun siguiendo cada paso que daba. — Y si ganamos el partido, que será difícil-

— O no. — interrumpió el pelinegro con una sonrisa.

— Que será difícil, — Yangyang prosiguió con su monólogo. — tendríamos que enfrentarnos a literalmente el mejor equipo del año pasado, ¿sabes lo horrible que será eso? — Renjun negó con la cabeza, su sonrisa intacta. — ¡Será increíblemente horrible, Renjun, no nos darán ni una oportunidad para encestar!

Cuando Yangyang por fin dejó de caminar como un maniaco, el mayor se levantó de la cama y rodeó con ambos brazos su cintura, dando suaves caricias en la espalda de su amigo. Yangyang correspondió inmediatamente al abrazo y hundió su cabeza en el cuello de Renjun para permitirse un momento de descanso después de tanto estrés.

— Entiendo que estés nervioso, Yangie, es normal. — la voz de Renjun era una melosa melodía para el menor, así que se permitió cerrar los ojos mientras disfrutaba del momento. — Pero confía en ti y en tus compañeros, o confía en mí cuando te digo que sois muy buenos jugadores.

Renjun se separó despacio del abrazo, subiendo sus manos al rostro de Yangyang para acunarlo mientras acariciaba sus mejillas con los pulgares. El menor abrió los ojos para encontrarse con la perfecta sonrisa del pelinegro y se contagió de ella en un instante.

— Quién sabe, quizá los mejores de este año sois vosotros y el año que viene hay otro chico tan nervioso como tú ahora mismo, porque se enfrentará a vuestro equipo. — Yangyang dejó escapar una risa relajada ante la idea, no le parecía nada mal. — La diferencia será que vosotros mantendréis el primer puesto durante muuuucho tiempo.

Yangyang abrazó de nuevo a Renjun, colando sus brazos por la cintura del bajito para acercarlo más a su cuerpo, y susurró un pequeño "gracias" antes de que ambos cayeran en un silencio cómodo. Mientras tanto, el mayor tenía sus brazos alrededor del cuello de Yangyang y sus manos masajeaban su nuca con delicadeza.

Se mantuvieron así durante un minuto entero, tranquilos en su pequeño mundo y protegidos del exterior.

Pero aquella burbuja fue explotada con el sonido del timbre de la puerta del apartamento. El menor se separó de la calidez de Renjun a regañadientes y se dirigió hacia la entrada.

— Debe de ser la comida. — anunció antes de abrir la puerta.

Efectivamente, su cena había llegado, así que se acomodaron en el suelo de la habitación del menor para cenar allí mientras decidían que harían el resto de la noche.

Renjun optaba por descansar, porque ya era casi media noche y al día siguiente Yangyang tenía un partido importante que jugar. Sin embargo, Yangyang proponía quedarse despiertos viendo vídeos o hablando sobre cualquier cosa.

Rápidamente llegaron a una especie de acuerdo: charlar en la cama hasta que se quedasen dormidos.

Tras lavarse los dientes y hacer cada uno su rutina de noche, se tumbaron en la cama, mirándose el uno al otro, y comenzaron hablando sobre sus clases y los trabajos que tenían que hacer, concretamente los lienzos de Renjun que tantas ganas tenía de ver Yangyang.

do mi ti - renmin/renyangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora