Carta XXXIX

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Querida Jess:


¿Ahora lo llamamos Carlos? Bueno, antes que nada te comento que hablé con tu "Carlos" y le expliqué la situación. Al principio solo se rió y no me creyó, así que le mostré la carta en la que decías que irías a buscarme al parque. Se rió todavía más, pero al menos conseguí que me creyera y prometiera no molestarte más. A menos, claro, que ya le hayas tomado cariño.

Sobre esa rara idea que se te cruzó por la cabeza voy a decir que está muy errada. Nunca te mentí Jess, te dejé claro desde un principio que no quería hacerlo. Realmente no tenía idea de que este chico iba a estar ahí. Casi no tengo trato con él, solo va de vez en cuando porque su hermano le presta el skate. En realidad ni siquiera lo usa, así que pasa un poco desapercibido para algunos. Por eso es que nunca contemplé la posibilidad de que lo encontraras. Mi idea era verte recorrer todo el parque esperando que algún compañero tuyo apareciera. Tal vez, incluso, me habría animado a hablarte para saber a quién buscabas. Por desgracia él estaba ahí.

Por lo tanto, ya que expuse mi defensa, la condena a muerte es innecesaria. Sobre todo una tan sanguinaria como esa. Se nota que estas más atenta, y que tenés mucha imaginación para las torturas. Pero, como tu puntería para encontrarme no está bien calibrada, estoy a salvo de todos modos.

La verdad es que nunca vi la serie, ahí sí acertaste. No me llaman demasiado la atención los zombies. Me parecen demasiado fantasiosos. Aunque eso que decís sobre humanos siendo animales resulta tentador. Me suena a una versión sangrienta de Lost. Esa serie si me gustó bastante, a excepción del final. Otra que me gusta es Dr. House, pero eso es un poco obvio, también quiero ser un médico idiota adicto al Vicodin.

Yo también extrañaba mis payasadas. No es lo mismo si no estás vos para seguirme la corriente. Además, para que tenga sentido tengo que imaginarte riéndote, enojándote, con ganas de matarme y, en mi imaginación, también de besarme (no me creo que lo haya escrito). No solo pienso en lo que puedo hacer en una carta, sino también en lo que vos hacés de mí. Es como si la timidez se me borrara de a poco mientras hablo con vos, y siento que te conozco de toda la vida y no tengo nada que ocultar. Creo que tu don es casi mejor que el mío. La gran diferencia es que yo a vos sí te doy pase libre. ¿No te parece un poquito injusto?

Atte. J.

Atentamente. Con cariño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora