🌠 Azul oscuro y rosa pastel🌠

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 Era ella huyendo. El gran vestido blanco no le iba impedir terminar con lo que un día comenzó. Que Hisirdoux la vea decepcionado, mucho menos. Antes de cruzar el umbral que la separaría por completo de quien amo de verdad, supo que él nunca mas la vería como alguna vez lo supo hacer. No lo haría mas con amor. 

 Otra vez escapaba. Otra vez decía que se trataba de quien era. Otra vez ocultaba su verdadera razón. Era mala, y lo sería estando sola, no dejaría que nadie mas cargara con ese legado.  

Arabella despertó en mitad de la noche. No estaba segura si fue por un mal sueño, alguna patada de Galaga o sus ronquidos. Cuando se dio cuenta, una de las piernas de su compañero de cuarto cruzaba encima de ella.

—No lo puedo creer —murmuro.

De una patada lo despertó, y el mago dio un salto la cama, abriendo los ojos exaltado.

—¿Qué te ocurre? ¿Me quiere matar, o que? —pregunto irritado, con voz ronca.

—Si así quisieras, ya estarías muerto —contesto—. Tenía tus cochinos pies en mí cara.

—Bueno, la próxima hubieses pedido dos camas.

—La próxima duermes en el sillón.

—Es irónico, cuando éramos jóvenes teníamos siempre dos camas. Y míranos ahora, compartiendo una —hizo una pausa, y analizó sus palabras—. No espera, eso ya lo hicimos antes. Pero antes no te estabas por casar.

Mientras él seguía atando cabos sueltos, Arabella salió de la cama, y se acercó al balcón. Se acerco a la barandilla, y sintió el ruido de la ciudad, el frío de la noche, y cierta extrañeza atravesarle el pecho. Estaba cansada que, después de tanto tiempo, sus noches no podían ser tranquilas. 

Galaga se acercó a ella, y paso un brazo sus hombros, y vio lo que ella. La ciudad frente a ellos, el horizonte oscuro, repleto de luces, que dudaba que fueran estrellas.

—Bien, ¿Qué pasa? No creas que no lo noté —hablo—. ¿Extrañas al bobo? Supongo que es normal cuando te vas a casar con alguien.

—No es eso —dijo ella, y vio al otro lado—. Tuve un sueño, pesadilla, o un gran recordatorio de porque casarme no es buena idea.

Galaga se soltó, y fue a sentarse a una silla frente a ella. Se cruzó de brazos y la vio. Esperaba a que hablara, o dijera que era una broma. Pero la rubia parecía bastante segura con lo que había dicho.

Y la noto triste. Cómo pocas veces lo hacia. Ella no era muy buena para mostrarse de otras formas que no fuera altanera, segura de todo lo que hacía, o hasta arrogante por eso.

Alzó una mano al frente, y espero a que ella la tomara.

—No.

—Vamos, se un poco humana. Se de eso —dijo Galaga.

Arabella ignoró la mano, y fue directo a sentarse en su regazo. Apoyo la cabeza en su hombro, y dio un soplido.

—Se que fue hace mucho, pero aún así siento que todavía lo puedo arruinar todo —dijo—. Cada vez que estoy haciendo, que siento que es lo correcto, pasa algo.

—Debes tenerte algo de fe —dijo Galaga.

Mientras el silencio se apoderaba de los dos, Arabella repitió aquella frase en su cabeza. Tenerse fe. Después de todo lo vivido, aún después de demostrar que era capaz de llevar una vida mundana, le seguida costado tenerse fe.

Un mes atrás.

Estaba en la sala de la casa de Circe, haciéndole una trenza a Lucero. Le estaba costando, como si de su cabello se tratara. Era suave, que le daba miedo enredarlo, arruinarlo, y que su madre la quisiera matar por eso.

Glitter & Gold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora