|Antes que Romeo y Julieta, fueron ellos|

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1579, Barmouth, Inglaterra. 

Arabella terminaba de armar un pequeño bolso, llevaba un par de cosas esenciales, aunque ya le habían dicho que en aquel castillo le darían todo lo que esta necesitara. Sin embargo, prefería se precavida, poner alguna que otra pieza de importancia. Desde un bálsamo para labios del color que ella mas le gustaba, hasta el perfume que no le podía faltar por nada en el mundo. 

 Mientras ella iba de un lado a otro, Galaga la seguía con la vista desde la puerta de la habitación. Algo en todo el asunto le preocupaba, y se lo había hecho saber. Ir como la bruja guardiana de una familia con problemas con otra familia, y así evitar alguna clase de tragedia, no era la clase trabajos que se le encomendara a Arabella. Sobre todo por ser la guardiana de alguna jovencita con dramas de la edad. 

—Si me sigues viendo de ese modo, me echara el mal de ojo —dijo ella. 

 Galaga se acerco, y la detuvo por la espalda. La abrazo, y respiro ese aroma tan particular y limpio que ella podía tener. Mezclaba algún cítrico, con dulces y rosas. No era la encantadora vainilla, era un perfume aun mas embriagante. 

—Si te echo mal de ojos, quizás te quedes —murmuro. 

—O quizás me vaya mas rápido, porque no se curar el mal de ojo —dijo, y dio una ligera sonrisa—. Todo estará bien, lo prometo. 

—Te conozco, esas promesas no valen. 

 La soltó, e hizo girar para verla a los ojos. Ella aun guardaba una mal sana juventud, y una salud envidiable, mientras que el se hacia un poco mas viejo cada día. Sin embargo, aun conservaba aquel brío de juventud, pese a que cada tanto era azotado por algún malestar. Lo que le hacia cuestionarse como es que ella seguía a su lado. 

—Tienes razón, debes irte, eres joven y puedes hacerlo —sonrió. 

—Oh, Gal —lo tomo de la mejillas, y planto en sus labios un suave beso—. Es cierto, soy mas joven que tu, pero voy no porque puedo hacerlo, sino porque debo. 

 Galaga rio por el comentario hacia su edad, y no dudo en besarla una vez mas. Esta vez mas divertido, y con mas fuego, haciéndola reír, solo como él podía lograrlo. 

—Me lastimas cuando me recuerdas la verdad —murmuro en sus labios—. Solo pido que tengas cuidado, que no te metas en problemas, que huyas de ser necesario.

 Se aparto, y sentó al borde de la cama, y  Arabella fue a su lado, para tomar su mano. No se lo diría, pero odiaba su decisión de que algún día debía morir. Por un instante lo acuso de egoísta, ella había dado parte de su magia para que aun siguiera de pie, y este no hizo mas que ser un humano de muchos años.  

¿O era ella la egoísta? Serlo por desear que se quedara a su lado mas tiempo, porque aun no estaba reconciliada con la idea de que Galaga se podría ir en cualquier momento. La respuesta era si, siempre era si. No se sentía capaz de siquiera pensar que él moriría. 

—Lo se, estas grande para un susto así —murmuro—. No me lo debes recordar todo el tiempo. 

—No lo hago, tu lo piensas, y si es así, por algo será ¿No? —cuestiono—. Quiero que este bien, no quiero que te metas en problemas. 

—En problemas ¿Yo? Te recuerdo que no soy una damisela a la que deben salvar —dijo con socarronería.

—Lo se, pero eres una damisela que pone el peligro al resto, eso también me preocupa —dijo en un tono burlón. 

Glitter & Gold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora