|Embrujada|

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La joven de brillantes ojos celestes, iba viendo al frente, ignorando por completo las palabras de su maestra. Estaba fascinada con el castillo que iba apareciendo en el camino.

—¿Astra? ¡Astraea!— la llamo.

Esta dio un brinco en su lugar, y llevo su vista a la mujer que la llamaba en vano.

—Por todos los dioses niña.— exclamó.—¿Has oído algo de lo que dije?

Dio una sonrisa nerviosa, y trago saliva.

—Lo siento maestra, es que Camelot me tiene encantada.— suspiro.

—Pues te conviene que no se así, venimos a negociar una separación, y no puedo llegar con mí mejor estudiante que se distrae con un simple castillo.— le reprocho.

Astraea bajo la mirada, mientras su maestra en las artes mágicas le volvía a explicar de cero a que iban a Camelot. En nombre de otro reinado, amigados con la magia, iban para decirle que no al Rey Arturo en su propuesta de unir fuerzas contra lo que estos apreciaban.

La joven hechicera, y varios de su academia, estaban lejos de entender la estrictas leyes de Camelot. De donde venían, se podía magia usar con naturalidad, y nadie parecía ofendido con eso. Todo lo contrario, la población tenía una mejor visión de los mágicos, los no mágicos, y los seres nacidos de la magia.

En cuanto llegaron al castillo, y abrieron la puerta del coche, Astraea bajo con cuidado, de la mano de un caballero. Por detrás salio Meridia, la maestra de hechicería.

Solo fue cuestión de segundos para que su atención volará en dirección a los antiguos cimientos, al caballero que la recibió, al paisaje que se abría frente a ella.

—Recuerda que Merlín hará todo lo posible para que nos unamos. No le prestes atención, así como haces conmigo.— dijo Meridia.

La mujer chasqueo los dedos haciendo que volviera a su lugar.

—Si maestra.— sonrió con pena.

La más joven iba detrás de la mujer de larga cabellera gris. Estaba por completo absorta en cada detalle del lugar. Las grandes macetas cubiertas de flores, los cánticos del mercado. Las damas y sus descoloridos vestidos. Animales, y niños jugando.

Tan distraída que alguien llamo su atención. En comparación con el resto de mujeres que vio ahí, esta era brillante. Su cabello cobrizo iba recogido en una fina trenza que lucía idéntica a una serpiente. Su vestido rojo como el fuego, y bordados dorados la atraparon por completo.

Aún más que Camelot mismo.

—Astra.— susurró Meridia.—No la veas así, es de mala educación.

—¿Quién es?— pregunto sin salir del encantó.

—¿A que vas a clases niña?— pregunto alzando una ceja.—Es Morgana Lafey, la hermana del rey. Ella tiene nuestros mismos ideales.— explicó.—Y nunca acepto el lugar que le hicimos en el reino. Es una lástima.

—Oh.— se escapó de su boca.

Continuó caminando en silencio, sin prestar atención al frente. Encantada con cada detalles del lugar. Hasta que de pronto se vio en el suelo. Había dado de frente contra alguien, y ahora frotaba su cabeza adolorida.

Glitter & Gold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora