🌠Amigos nada mas🌠

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Iba por la calle junto con Lucero. La adolescente le iba contando algo sobre lo que hizo con Merlín, el fin de semana que pasó allí. Quizás Arabella bromeaba diciendo que si pasaban mucho tiempo juntos, a ella se le iba pegar lo amargado, sin embargo, la hechicera no pensaba lo mismo. Él la trataba de manera suave, le era paciente, y más amoroso de lo que alguna vez fue.

-Dijo que me daría un libro de hechizos -contó.

-¿De dónde lo sacará? Espero que no sea porque desea ver a Baba -dijo, Circe.

-¿Por qué lo dices?

Circe, quien prefería guardar ciertos detalles sobre la larga vida de quienes rodeaban a la niña, le dio un sonrisa nerviosa. A demás, sabía que Lucero no era la mejor guardando conversaciones. No tenía malas intenciones, ni mucho menos hablar sobre asuntos que no le competían, solo que surgían con naturalidad, casi sin pensarlo.

-Por nada, espero que encuentre el libro que necesita -dijo, y le dio una palmadita en el hombro.

Se detuvieron en un cruce, y a los segundos la luz se puso verde para su paso, lo que no le permitió admirar los detalles de la ciudad. Arcadia se le hacía tan extraña, con la magia que estaba allí por los aires, y en algunas personas; así también como cálida, por sus colores en las tardes, por lo tranquilo que lograba ser, tras tantos fines de mundo.

De frente, venían un par de personas, y una de esta no se corrió, provocando que Circe, distraída en la conversación con Lucero, lo viera con reproche.

Quizás no todos eran tan cálidos, logro pensar.

Hasta que cruzó miradas con aquel transeúnte. En un instante, reconoció aquellos ojos azules, esa mueca amable, su cabello negro.

También reconoció la forma en que su pecho se inflo, y su corazón palpito. Y una pequeña corriente le corrió desde lo más profundo, hasta la superficie de su piel. Cómo hacia tanto tiempo que no le suceda.

-¿Circe? -dijo, como si fuera el mayor descubrimiento.

Circe trago saliva, al oír su propio nombre salir de su boca, después de tantos años.

-¿Cillian? -dijo, y no pudo evitar sonreír.

No pensaba que alguna vez, lo volvería a ver. Aquel hombre que parecía escondido todo el tiempo, estaba allí, en Arcadia, a plena luz del día. Brillante como la primera noche que lo vio, y aún más, que la última vez que lo hizo.

Lucero jalo de su mano, y siguió caminando, lo saludó a lo lejos, dándole una sonrisa amistosa, como a muy pocos les daba.

Hubo silencio por unos minutos, y Circe no podía dejar de pensar en él y quizás la muy casual coincidencia. Pensarlo le daba cierta nostalgia. No siempre se cruzaba con rostros que alguna vez le fueron amables desde un principio.

-Mamá, ¿Quién era él?

Cuando se dio cuenta, estaba a unos pasos de la casa. Ya no reparo en paisaje de Arcadia, y lo cálido que lograba ser. Ahora tan solo pensaba en el hechicero, en la última vez que lo vio, y lo misteriosa que podía ser esa ciudad ahora.

-¿Quieres que te cuente una historia? -pregunto y Lucero asintió de inmediato-. Haremos algo de té, y te diré quien es él.

Manchester, 1824

Circe se siguió dedicando a la curación por mucho tiempo, hasta llegaba a recibir correspondencia pidiendo por favor ayuda. Ahora, es esa pequeña casa que compartía con tres personas más, no se decidía que hacer.

-Ve, te hará bien -le alentó Zoe.

-¿Tienes alguna información sobre esto? Baltimore es quien me dice que tan buen idea es -dijo, casi sintiendo pena por no confiar de inmediato.

Glitter & Gold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora