PARTE 4

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La casa Targaryen se regocijaba y erguía en la plenitud de su fuerza y poder.

Con dragones jóvenes y adultos, y crías por doquier bajo su yugo, ningún poder en el mundo podía oponer rebeldía y resistencia. Solo aquellos demasiados ingenuos y estúpidos se atreverían a desafiar a la casa del dragón, más habrían bastantes que lo harían.


Con el nacimiento del príncipe Jaehaerys Velaryon la sucesión al trono de hierro estaba más que asegurada por tres generaciones. Viserys El pacífico podía partir tranquilo al reino de los muertos sabiendo que la corona y el reino no temblarían. O eso creía.


Los huevos de dragones eran buenos augurios dentro de la familia, y nadie pasó por alto la eclosión casi simultánea de tres de ellos.

Meses después de que la princesa Helaena diera a luz a los gemelos, su hermano, el príncipe Aemond, se convirtió en padre de un sano y fuerte varón, a pesar de haberse adelantado un poco a su fecha. Las especulaciones y malas lenguas decían que el niño fue engendrado antes de la boda, y hubiesen puesto en duda su legitimidad de no ser por los rasgos Targaryen que encarnaba a la perfección; era tan blanco y rubio como su padre y tenía los ojos violetas oscuros como dos ciruelas, curiosamente parecidos a los de sus primos Velaryon. Lo presentaron en la corte como Heakon Targaryen.

Le dieron un huevo de la nidada de Seasmoke, y el príncipe Aemond bromeó diciendo que el dragón de su hijo tendería a marcharse al mar. La eclosión de su huevo se dio un mes después del nacimiento, de entre las cáscaras salió un dragoncito tan flacucho que muchos creyeron que moriría, pero no fue así y conforme pasaron los meses engordaba así como su futuro jinete. Era verde como las hojas de los pinos y de patas largas como lo era Caraxes. Fue nombrado como Raqiro, una dulce traducción valyria de la palabra amigo en la lengua común.

Los huevos de los gemelos Velaryon eclosionaron con tres días de diferencia entre ellos a los dos meses de nacidos, el de Jaehaerys era celeste como su madre y el de Jaehaera rozaba la palidez albina del dragón de Gaemon.

Mientras tanto los huevos de los príncipes Viserys y Visenya seguían tan duros como el día que los pusieron en sus cunas. Rhaenyra y Harwin no perdían las esperanzas y sabían que tarde o temprano sus niños tendrían un dragón, si no era de sus huevos, habían varias crías y adultos esperando ser reclamados. Y esperaban que también hubiese un nuevo vástago; la pareja lo intentaba todas las veces posibles, pero no había frutos para ellos, tal vez era hora de renunciar a la búsqueda de una princesita.


Los príncipes más pequeños, lo que tenían de obedientes y educados, lo tenían de traviesos. A las aventuras de Gaemon y Joffrey se sumaron Aegon y Viserys, que ya tenían edad suficiente para correr en caso de ser atrapados.

Joffrey y Gaemon eran los peores en el mejor sentido, carecían de miedo y cada dos por tres se escapaban a las fosas y volaban juntos en Tyraxes sin que ningún adulto supiese. Joffrey incentivó a su primo a ser más valiente y no dejarse pisotear por los mayores irrespetuosos, y como un viento fresco, el niño Targaryen aprendió a defenderse. Fue como haber salido de un cascarón de timidez.


Daeron, por otro lado, decidió asentarse permanente en un lugar, y ese fue la corte. No por ello dejó de visitar Oldtown a donde su abuelo Otto volvió luego de una estruendosa discusión con su hija, la reina. Por varias temporadas no se lo vio pisando las tierras de la corona.

Luke, Rhaena y Baela clavaron sus raíces en Driftmark y no había marea ni brumas que los sacaran de allí. Los empezaron a apodar "Los dragones de Corlys" debido a la frecuencia con la que montaban y volaban alrededor de la isla. Por supuesto Bertram también vivía allí.

Warrior, Mother and MaidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora