CAPÍTULO 68

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"Déjenme llorar, quiero sacarlo de mi pecho, 

con mi llanto apagar este fuego que arde dentro, 

Déjenme llorar, quiero despedirme en silencio. 

Hacer mi mente razonar que para esto no hay remedio". 

Déjenme llorar-Carla Morrinson. 



El recibimiento de Lucerys en la capital no tuvo un buen sabor, a pesar de que los brazos de sus padres nunca fueron amargos ante él.

—Lo esperan en el salón del trono, príncipe Lucerys.

El lacayo habló y se marchó, y Luke respiró hondo, casi adueñándose de todo el aire del pasillo. Ni siquiera había pasado una hora desde que había llegado a la capital, y ya una solicitud de su presencia fue puesta en sus manos.

Pero él no se arrepentía, y si sus padres objetaban en contra, pelearía de todas formas.


Caminaba lento bien afirmado en el bastón, la pierna no le era del todo un impedimento, pero cuando pasaba demasiadas horas en vuelo terminaba cansado y le era necesario el apoyarse en el.

Como dijo antes, si pudo con el ojo, podría con la pierna.


Al doblar en la esquina del pasillo del salón del trono se chocó con nadie menos que Daemon.

—Lucerys— Daemon le regaló un abrazo breve pero cargado de cariño rudo— Vi los barcos ¿Entonces lo hiciste? Rhaenys estaba nerviosa.

En los ojos de Daemon se veía la emoción, la alegría de ver un poco de movimiento más allá de los hombres de siempre; además de que siempre anheló conocer las tácticas de los ejércitos que Luke llevó a la fortaleza. 

—Supongo que es el motivo por el que me citan mis padres.

—Me imagino que planeas usarlos— dijo esperando una respuesta afirmativa. 

—Bueno, pues no los compré de adorno.

—No, pero son lo que son, y tendrá repercusiones. De todas formas, conmigo tienes un aliado en este asunto, con tu abuela también.

Luke le dirigió una sonrisa que bastó para que Daemon se fuera tranquilo. Se iría a Harrenhal, por lo que dijo al pasar.


Antes de entrar se despojó de los guantes, las manos le sudaban como nunca antes, y era que por primera vez se enfrentaba a los reyes, no a sus padres. De quien se debía defender era de la reina, no de su amada madre; a quien debía darle sus excusas era al rey consorte, no a su adorado padre.

—Príncipe Lucerys Velaryon, señor de las mareas y amo de Driftmark.

No hacían falta tantas formalidades, al fin y al cabo todos allí lo conocían, pero a su padre le gustaba mantenerse dentro de los límites de títulos en cuanto a reuniones importantes.

El aire olía a metal caliente, recién fundido, de hecho, su vista recayó en el trono y efectivamente había más espadas. Espadas de todos los tamaños habidos y por haber, no sabría decir cuantas, pero sabía que era de la batalla de Molino Quemado.

Era la primera vez que veía a su familia después de tantos días. Después de tantas tragedias. Sus rostros no eran más que el reflejo de la pérdida y dolor; su madre, a pesar de llevar un hermoso vestido dorado y elegantes trenzas no poseía el brillo que alguna vez la caracterizó; su padre, detrás de esa barba espesa y ojos amables escondía una increíble melancolía por su hijo, sobrinos, nieto y hermana.

Warrior, Mother and MaidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora