Harwin amaba no ser una mujer, más específicamente, no ser su esposa. Era un hecho factible que cada parto era más duradero que el anterior, y por ende las maldiciones más elaboradas. Frases como "No me acostaré nunca más contigo" o "Estoy sacando un maldito dragón de mi vagina" se escuchaban en la habitación, y hasta podía decirse que desde el corredor. Rara vez los esposos acompañaban a sus esposas a dar a luz, pero Harwin había estado en todos desde que eran esposos, este no sería una excepción.
Los dolores comenzaron temprano durante la tarde. Había sido una mañana particularmente atareada y estresante, y aunque le dijo a Rhaenyra en reiteradas ocasiones que descansara, ella estaba histérica con todos los preparativos de la ceremonia del heredero. Muchos lores ya habían llegado pero faltaban decenas más.
Ahora, entrada la noche y casi cinco horas de contracciones después, la comadrona le dio el pie a la princesa para que pujara. A pesar de los gemidos y gritos, Harwin escuchaba a Jacaerys en el pasillo ordenarle a Joffrey que se quedara quieto y que no alborotara los sillones. Podía apostar que Aegon fue el de la idea.
La fuerza que empleaba su esposa era admirable, la vena en la frente y el sudor adornaban la expresión adolorida de ella, y por más que él quisiese quitarle todo ese sufrimiento era imposible. También aprendió que era inútil recitar palabras de apoyo, eso enfurecía aún más a Rhaenyra.
No le quitó la vista de encima en ningún momento, y con delicadeza para no causarle más molestias se encargó de pasarle un paño húmedo por el rostro para refrescarla cada que le permitían un descanso. Ya tocaba el último esfuerzo, la cabeza se estaba asomando y todo terminaría pronto. Nyra se sujetó con brusquedad del brazo de Harwin y sin importarle mucho si lo lastimaba volvió a pujar.
Un grito fino retumbó en todos lados dando lugar a un llanto fuerte que solo aminoró con el contacto tibio de la piel.
—Es una niña, princesa. Una niñita sana y fuerte.
Harwin dejó escapar suspiro de emoción mientras ayudaba a Rhaenyra a acomodarse. La bebé se les fue entregada y en cuestión de segundos volvió a llorar, su nariz era perfecta y sus orejitas resaltaban entre la tela de lino, Rhaenyra y él rieron porque en cierta forma les hizo acordar a Viserys cuando nació. De a poco la pequeña niña se fue calmando en los brazos de su madre, pero tuvo que ser separada de nuevo cuando la placenta requirió ser expulsada. Otra ronda más de fuerzas y apretones, otra ronda más donde Harwin fue víctima de los insultos de su esposa.
Él siempre recibiría gustoso las dulces y ásperas palabras de su Rhaenyra.
—La dulce princesa Visenya—murmuró al lado de Rhaenyra, ambos absortos de su creación—Lo hiciste bien, amor mío.
—Me merezco esa tarta de durazno.
—Las que tu quieras.
Helaena y Aemond acompañaron a Jace y a Joffrey a buscar en la nidada de Syrax un huevo para cada uno de sus tres hermanos menores. Los mellizos por fin tendrían su huevo, dado que Syrax no había puesto una nidada desde el nacimiento de Joffrey se había postergado su entrega.
Los cuñados de Harwin jugaron apuestas por el color de los dragones. Él esperaba que ganara Aemond que dijo que serían de color dorado, verde y rojo vino.
Viserys, Daemon y Lyonel visitaron a los recientes padres después de darles su tiempo de descanso. Los abuelos de la criatura se maravillaron al verla dormir tan plácidamente, y con todo el cariño del mundo cada uno abrazó a su respectivo hijo. Daemon brindó y aplaudió la valentía de Rhaenyra, pero fue notable para todos en la habitación el tono melancólico en su voz, tal vez trayendo al presente el recuerdo de Laena.
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Warrior, Mother and Maiden
Fiksi PenggemarLa sangre posee, según los creyentes, distintos significados para los dioses. Se estipula que para El Guerrero advierte una victoria o una derrota, para La Madre, la sangre señala una nueva vida salida de las entrañas de una mujer, y para La Doncell...