XXVI

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Al día siguiente, Luz se encontró con Hunter recién en la hora de la comida. Él, como siempre, estaba comiendo solo. Luz y Willow se acercaron por detrás y la morena abrazo al mayor por la espalda.

—¡La puta madre! ¡Luz, casi me muero!—exclamó, asustado por la repentina presencia de su hermana.

—Perdón, es que te había extrañado—se excusó. Había sido solo un día, pero  de verdad lo echaba de menos—. ¿De que hablaron cuando no estaba?

Hunter se quedó en silencio, sin saber si debía o no contestar su pregunta. Se supone que lo hablarían cuando estén juntos en casa.

—No sé—mintió el rubio—. No me dejaron escuchar. Debemos preguntar cuando estemos en casa.

—¿Es en serio? ¿No chusmeaste ni te metiste a escondidas?—se quejo la morena.

El rubio negó con la cabeza.

—Ah, genial—sus ánimos decayeron y se sentó a su lado.

Su madre se le olvidó darle almuerzo para ese día, así que Harley le dió un par de empanadas más a su hija para que comparta con ella. Sabe que las filas de Hexside por el menú de la cantina son muy largas, y tener que pagar todos los días la comida del colegio... Salía bastante dinero.

Hunter se quedó cayado, sin saber si debía mencionar algo sobre lo que estaba sucediendo, pero su hermana ya se veía lo bastante mal como para hablar de eso.











Terminada la jornada de clases, salieron para encontrarse con a su madre esperándola en el estacionamiento al lado de Hexside.

Willow se despidió de su amiga con un abrazo.

—Llamame si pasa algo—susurró a su oido—. Te quiero.

Luz asintió y se despidió de su amiga. Volvió con el rubio y juntos se subieron al coche.

—¿Qué tal le fue en la escuela?—les preguntó, mirando hacia atrás.

—Bien, supongo—se encogió de hombros la morena.

—Bien—asintió Hunter.

—Bien, también me fue bien—siguió la piel palida y encendió el auto—. Vamos a casa.

—¿No tienes que ir al trabajo?—preguntó confundido al rubio, aunque sabía que probablemente su madre cerró al tienda por ese día y probablemente el siguiente.

—No hoy—dijo, restándole importancia. Quería llegar a la casa para hablar de eso.

Después de un camino no demasiado largo, llegaron hasta su casa y estacionaron el coche enfrente.

Entraron en la casa y dejaron sus mochilas al lado de la puerta, con una pereza gigante de subirlas a su habitación. Lo aprendieron de su propia madre, que además acababa de dejar tirado su bolso, justo al lado de su mochila.

—Necesitamos hablar de...—dijo Edalyn.

—¿Qué va a pasar conmigo?—la interrumpió la menor, con los brazos levemente cruzados—. Me refiero a que...—se perdió su intento de manterse firme y sus ojos se aguaron—. E-estos días, se que pasaron cosas entre ella, y n-no soy tonta, volvere a vivir con ella ¿Verdad?

—Mi amor...—Eda envolvió a su hija en un abrazo protector—. Lo siento mucho.

—¿E-entonces es verdad?—musitó, limpiando una lágrima con la camiseta de su madre.

—Mañana, tenemos que ir a... Supongo que a hablar, con ella y la policía—dijo, jugando con el cabello de la chica.

—P-pero...

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