En la primera parte del camino, ninguno de los dos dijo nada. Ni siquiera Rita habló; solo se concentraba en la carretera.
Era el auto amarillo número catorce que iba viendo en todo el camino cuando del teléfono de su acompañante salió un ruido ya conocido para él.
Asomó su cabeza para ver el celular y vio lo que esperaba: estaba jugando su juego favorito, solo que en versión móvil.
—Hey, ¿Te gusta ese juego?—dijo emocionado el rubio, acercándose unos centímetros al peliverde.
—Eh, si... ¿Lo conoces?
—Claro-dijo—. Lo juego casi todos los días.
Notó como Edric también se emocionaba.
—¿Me pasas tu usuario? Así jugamos juntos.
Hunter prendió su celular y espero a que el juego cargará. Le gustaba más jugarlo en la play o en computadora, pues en celular de volvía mucho más complicado y no estaba del todo acostumbrado. Igualmente entró y fue a la parte para compartir la cuenta.
Edric acercó su teléfono al suyo y buscó el nombre de la cuenta, aunque ya le conocía parecida...
—Espera, ya somos amigos—dijo Edric.
Hunter fue a la partes de jugadores amigos y, entre los pocos amigos que tenía, estaba el chico con el que casi siempre jugaba.
—¡Tú eres el de discord!—exclamó, tan sorprendido como él.
—Wow, no me lo creó—Edric pasó una mano por su cabello, mientras miraba fijo la pantalla—. En serio, pensé que era imposible encontrarse en la vida real con alguien que conociste en un videojuego.
—Yo tampoco lo creía posible—al igual de asombrado que el peliverde, Hunter tenía el presentimiento de que iba a salir una buena amistad de todo esto.
Después de pasar como tres horas jugando, en la tarde, llegaron al lugar de destino.
Era una ciudad sin dudas más grande, pero Rita parecía conocerse el camino de memoria.
No estaban casi nada informados de porque Miles se encontraba ahí. Edric lo conoció hace un par de años en unas clases de esgrima a la que fueron juntos, mientras Hunter lo hizo en el equipo de fútbol.
El rubio sabía que había problemas con su padre. Sus padres estaban divorciados hace años y, por alguna razón que nunca quiso contar, Miles sé quedó a vivir con su abuela. Pero ahora estaba con su padre y sin contestar mensajes, lo que lo tenía algo preocupado.
Rita no quería admitirlo, pero también estaba preocupada. Se notaba en su expresión. Hunter no sabía nada sobre ella; recién hace un día se enteró de su nombre. Pues solamente la veía cuando eran más chicos, que iba a dejarlo en su casa. Casi nunca se juntaron en la casa de Miles. Siempre era la suya y, cuando todavía eran amigos, también iban a la casa de Julián.
Sintió un agrio sabor en la boca cuando recordó a Julián.
Bajaron del automóvil y siguieron a la abuela de Miles. Caminaron no más de una cuadra hasta llegar frente a un edificio de no muy buenas condiciones. Las paredes estaban con la pintura desgastada de lo que antes probablemente fue un azul fuerte. Era de unos cuatro o cinco pisos.
Sin decir nada, la anciana subió los escalones hasta la puerta principal y tocó el timbre del apartamento 302.
—¿Hola?
-¿Miles?-la anciana dibujo una sonrisa en su rostro-. Soy la abue. Vine a visitarte con tus amigos.
—Uh, ya bajo.
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Nuevas mamás
Teen FictionLuz tenía siete años cuando llegó a la puerta de los Clawthorne. Tenía un brazo roto, el cuerpo lleno de moretones, y espinas en sus brazos. Aunque podría ser una niña que se lastimó imprudentemente jugando, Raine y Eda sabían que no era así, y con...