—Si todo sigue así, ya podrás volver a casa mañana—le dijo el médico—. ¿Cómo te sientes?
—Un poquito mejor—dijo con una media sonrisa.
—Tengo que hacer una última revisión ¿Me dejas?—dijo el médico y saco una pequeña linterna.
Luz asintió y el hombre apunto con la linterna a la nariz. Cerró los ojos por lo cerca que estaba Luz. El médico dejo la linterna y le dijo que ya podía abrir los ojos.
—Esta mejor; dentro de poco podrás quitarte la venda y volverá a la normalidad—dijo y se levantó, guardando la linterna en un bolsillo.
—Vale—Luz sonrió contenta y se acostó en la camilla.
El médico reviso su abdomen por arriba y soltó un suspiro, que Luz no pudo descifrar si era por algo bueno o malo.
—Mhm, tardará en mejorar, pero tranquila, no es grave—dijo el hombre guardando ahora si la linterna en bolsillo. El hombre saco una libreta y escribió algo—. Si no sucede ningún imprevisto en estas 24 horas, mañana ya podrás irte.
Luz sonrió y el hombre se fue de la sala, dejándola sola con su hermano que la miraba con una media sonrisa.
—¿Estás bien?—le pregunto el chico.
—Es la quinta, no, ¡Sexta! vez que me lo preguntas—se quejo la morena—
Que si, estoy bien.—Perdón, sigo algo preocupado...
—Esta bien—Luz se encogió de hombros—. Estoy bien.
—Creo que la tía vendrá a visitarte—dijo el rubio—. Escuché a mamá hablar con ella por teléfono.
—¿Hace cuánto no vemos a la tía?
—Yo que se—siguió el mayor—. Creo que la ascendieron en su trabajo o algo por el estilo.
La morena se encogió de hombros y se recostó en la camilla de nuevo. Luego miro a su hermano con una mirada cómplice.
Hunter soltó una risa y saco el alfajor que traía escondido en el bolsillo de su campera. Luz le sonrió en agradecimiento y comió el alfajor. La comida que la daban ahí era horrible, así que un buen alfajor de chocolate le hacía sentir mejor.
—Hunter—dijo Luz—. Gracias.
—No es nada—contestó—. Meter comida al hospital es tan fácil como en el cine. Una voz con Miles llevamos tres bolsas de papas fritas y dos botellas de coca cola y nadie se dió cuenta—dijo, pero la morena noto como se ponía un poco triste al recordar a su amigo.
Se recordó a si misma que se lo había a preguntar en otro momento.
—Igual, no es solo por eso—le dijo—. Te quiero.
Hunter estaba por decir algo cuando unos apresurados pasos se escucharon y su tía entró en la sala corriendo.
—¡Ay, mi niña!—como el resto de su familia, su tía la comió a abrazos y besitos en el cachete—. No sabes lo preocupada que estaba por tí.
—Ay, tía, ya estoy bien—dijo con una risa, porque aunque su tía solía apretar mucho con los abrazos, aún así le gustaba—. Ta, basta.
—Pense que te gustaba que te dieran cariñitos cuando estás mal—dijo su tía, sentandose en el silla donde antes estaba Hunter—. Ya se, te gusta pero no querés aceptarlo.
—Bien, tenés razón—admitió la morena.
—Perdón por venir antes, pero tú madre me avisó recién ayer en la tarde y estaba muy ocupada con el trabajo—se disculpó la de pelo azul—. ¿Cómo te encuentras?
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Nuevas mamás
Teen FictionLuz tenía siete años cuando llegó a la puerta de los Clawthorne. Tenía un brazo roto, el cuerpo lleno de moretones, y espinas en sus brazos. Aunque podría ser una niña que se lastimó imprudentemente jugando, Raine y Eda sabían que no era así, y con...