XXXVIII

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—¿Cuál es tu nombre?

En la sala de espera, una tierna adolescente de cabello rubio con puntas azules la saludó y se sentó con ella como si nada.

—Luz ¿Y tú?—dijo, mirando a la chica—. Te me haces conocida...

—¡Tú igual! Soy Vee—se presentó—. ¿Qué haces aqui? Casi nunca hay gente de mi edad.

—Eh, me llamaron para hacerme preguntas sobre... algo—trato de explicar.

Vee la miro sorprendida.

—Tu eres la hija de Camila—murmuró la rubia.

Ahora Luz la miro sorprendida.

—¿Cómo sabes eso?—dijo atónita.

—Mi mami trabaja para el caso de Camila y me contó sobre su hija—explicó Vee—. Mi mamá está viniendo mucho porque anda en un par de problemitas, así que tengo que esperarla. ¡Es súper aburrido! Tengo que estar aquí casi todo el día y no tengo con quien hablar. Además, ¡el wifi es un asco!

—Debe ser horrible—asintió la morena—. ¿No te dejan quedarte en casa mientras?

—Mamá está medio paranoica y quiere que me quede dónde esté segura ¿Y dónde hay más seguridad que en una estación de policía?—contestó Vee—. Antes me dejaba quedarme en casa con mi abuela, pero la asesinaron entonces ya no puedo—dijo como si nada.

—Uh, lo siento mucho.

—Ay, está bien. ¿Sabes? Nunca entendí porque cuando alguien cuenta algo malo que le pasó con alguien más la otra contesta con un lo siento o perdona por eso ¿Pero cuál es el sentido? Si no sos culpable o no tuviste nada que ver ¿Por qué es necesario decir lo siento? Ni que fuera su culpa.

—Yo creo que es una forma de demostrar empatía.

—Hmm, puede ser.

Una mujer de cabello negro oscuro se asomó por el marco de la puerta y le pidió a Luz que entrara. Eda convenientemente volvió despues de irse a buscar una máquina dispensadora a ver si conseguía unas papas.

—¡Espera, dame tu número! Así podemos hablar—pidió la rubia.

Luz sacó su celular y le mostró el número. Vee se dió cuenta que no tenía su celular y que no iba a lograr acordarselo.

—¿Me la prestas?—le pidió a la mujer de cabello oscuro la lapicera que llevaba en la mano.

—Solo por qué eres hija de Kikimora—aceptó sin muchas ganas.

Vee se escribió el número de teléfono en el brazo, dónde además tenía más dibujitos de gatos y corazones hechos con tinta de marcador, y le prometió que la llamaría más tarde.

—¿Recuerdas a esta persona?—la mujer le entregó una fotografía de un joven de no más de veinte de años, de cabello marrón largo hasta los hombros.

Luz negó. Nunca lo había visto en su vida.

—¿Recuerdas si alguna vez Camila llevó alguien a la casa?

—No...—dijo la morena—. Recuerdo que aveces había algunas personas, pero solo entraban una o dos veces y no volvían... No me acuerdo bien de ninguno.

Mientras hablaba, la mujer escribía en un cuaderno.

—¿Recuerdas está persona?—le entrego la fotografía de un hombre. Este si lo reconoció.

—Es mi padre, creo—asintió.

—¿Que recuerdas de él?

Trato de pensar, pero no recordaba nada destacable. Solo el recuerdo que tuvo de la vez que su fue.

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