Memories

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Ambos se quedan sentados en la playa hasta que el sol y sus colores desaparecen por completo, y aunque la noche trae consigo mucho frio, tanto Suguru como Satoru, encuentran una calidez en su interior que es difícil de explicar.

Satoru tiene su cabeza apoyada en el hombro de Suguru y de vez en cuando, deja de mirar el mar para acariciar el cuello de Suguru con su nariz. (Respirar su aroma, dejar pequeños besos en su mejilla, en su cuello, en clavícula). Suguru por su parte, no puede evitar cerrar sus ojos y dejarse llevar, tratando con todas sus fuerza de no dejar salir ningún sonido demasiado vergonzoso.

Las olas golpean con más fuerza la orilla y el sonido del mar les acompaña. La playa sigue estando desolada y a los lejos se puede ver las luces del puerto y de algunos hogares. Aunque han pasado mucho tiempo sentados allí, ninguno de los quiere, ni puede, levantarse. Ninguno de los dos quiere dar por terminado ese momento. La luna esa noche está en cuarto menguante e incluso ella parece estar de buen humor.

—Debería irnos ya Satoru—. Logra decir Suguru.

—No quiero—.Dice Satoru y le vuelve a besar con más intensidad. Es tan intenso el beso que Suguru pierde la noción del tiempo y cuando por fin puede abrir los ojos, se da cuenta que tiene a Satoru con medio cuerpo encima del suyo. Suguru le pone la mano sobre su pecho e intenta razonar con él.

—Debemos comprar algo para preparar la cena... —. Satoru esta vez muerde su cuello. Suguru a duras penas puede hablar entre el place y el dolor que Satoru le esta infligiendo —...antes que empiecen a cerrar todas las tiendas. —Dice con mucho esfuerzo.

—¿Y comer nuevamente Atún maldito?. No gracias.

Suguru por un momento se queda en silencio. Debatiendose si es necesario explicarle que ese "atún maldito" era un manejar ante el sabor real de las maldiciones.

Al notar la reacción de Suguru y el silencio que se instala entre ellos, Satoru cae en cuenta —¡No lo dije para ofenderte!

Suguru se lo quita de encima y se pone en marcha sin decir una palabra . No le había ofendido su comentario. Pero era la excusa perfecta para poder zafarse. De otra forma, no lo hubiese dejado en paz y probablemente se quedarían toda la noche en la playa. Suguru dudaba mucho de su fuerza de voluntad si las cosas seguían así, y conocía lo suficiente a Satoru para darse cuenta que exhibirse de esa forma lo excitaba aun más.

Cuando entran a la tienda de convencía, Suguru es quien elige los alimentos. Toma arroz, carne, vegetales y también una cantidad exagerada de cocacoca , pero evita de forma evidente la zona de los mariscos. La cara de Satoru es un poema, pocas veces (por no decir casi nunca) Suguru podía ver a Satoru arrepentido por algo y pensaba disfrutar de aquella sensación un poco más.

Después de comprar la cena, caminan juntos hacía el lugar en donde se estan hospendado, es un camino de unos 20 minutos, y al poco tiempo de iniciar el recorrido Satoru toma la mano Suguru en silencio. Ese gesto esta a punto de hacerle flaquear pero Suguru se mantiene en silencio. Deja a Satoru entrelazar sus dedos con los suyo y así se mantienen el resto del recorrido. Caminando tomados de las mano en silencio.

Satoru se ofrece a cocinar curry y prepara el sólo la cena, mientras Suguru toma un baño. Cuando la cena esta lista, ambos se sientan en el piso y comen mientras ven una película. Satoru ha desarrollado una obsesión con las películas del señor de los anillos y aunque Suguru no les interesa, igual las ve junto él. 

Esos momentos, en los que compartían las cosas más básicas del dia a dia, le hacían feliz. Las miradas de Satoru se sentían como una caricia, podía perder la noción del tiempo en ellas y cada vez que Satoru hacía contacto físico con él, sentía que la ansiedad que aprisionaba su cuerpo desaparecía. Quizás sí había una forma en que las cosas funcionaran.

Pasadas unas horas desde que terminan de ver la pelicula,  ambos estan acostados. Satoru le abraza como de costumbre por la espalda. Sin embargo, Suguru puede notar que Satoru ha estado muy callado. Quizás había llevado la carta del ofendido muy lejos.

—Satoru.

Nada, silencio absoluto.

—Sé que no lo dijiste con malas intenciones. No estoy molesto. Lo prometo.

—Suguru— Le llama Satoru abrazándolo un poco más fuerte. —¿Cómo aprendiste a utilizar la Técnica de Manipulación de Maldiciones?

—Se puede decir que lo aprendí gracias a mis padres.

—No son hechiceros.¿Cómo pudiste aprenderlos de ellos?

—No tengo muchos recuerdos de mi infancia, por más que me esfuerce no puedo recordar muchas cosas. Pero si recuerdo la primera vez que utilice mis poderes. Quizás lo recuerdo más de lo que me gustaría.— Termina esta ultima frase como si hablara para si mismo.

Suguru duda por un momento, no sabe si es buena idea contarle esa parte de su vida, pero al notar la preocupación de Satoru decide continuar.

—No tengo muchos recuerdos de mi infancia. No sé como funciona para el resto de las personas, pero en mi caso, puedo contar con una mano los recuerdos y aun así, me sobrarían dedos. Sin embargo, hay una imagen muy clara en mi mente y es la figura de un maletín tirado en el suelo de la sala en casa de mis padres. Por eso, puedo deducir que yo debería haber tenido unos 4 o 5 años. Era del tipo de maletines que se usaban en preescolar.¿También usaste de ese tipo de maletines?

—No. Me educaron dentro de la mansión Gojo. No tendría por qué usar maletines dentro de la casa.

—Ya veo.

—No cambies de tema Suguru, continúa.

—Era de noche, quizás de madrugada. Recuerdo estar mirando el techo de la habitación sin poder dormir. Hacía mucho frio aunque tenía el futón encima. Creo recordar que durante muchas noches habían estado pasando cosas raras en toda la casa. Yo me sentía inquieto y no podía dormir. Fue esa sensanció, la que  hizo que me levantar de la cama.

Caminé a la entrada de la casa, atravesando el jardín frontal ,había una gran puerta de madera. La puerta estaba abierta de para en par y fuera de la casa había una maldición. Estaba parada mirando hacía mi dirección, como si yo la hubiese estado llamando. Era muy oscura y alta. Su presencia era increíblemente pesada.

— No vas a entrar—. Le ordené mientras levantaba mi mano derecha.

La maldición estaba muy molesta ante mi mandato y crujió tanto que empezó a dolerme la cabeza. El dolor de cabeza se sentía como un golpe seco en el lóbulo derecho de mi cráneo y mi nariz empezó a sangrar. Pero algo dentro de mi estaba tranquilo, aun ahora, no entiendo por qué, pero sentía que tenía la autoridad suficiente para que me obedeciera, y así lo hizo. Se achico poco a poco hasta convertirse en una pelota oscura en mi manos. Cuando di la vuelta para regresa a la casa. Mi padres me estaban mirando. Mi madre abrazaba a mi padre con una mano sobre su boca y ambos se quedaron inmóviles, casi petrificados.

Sentí más miedo de sus miradas que a la propia maldición que había exorcizado hacia unos minutos . Yo quería esconder lo que había hecho, como un ladrón que esconde lo que ha hurtado, pero la pijama no tenía bolsillos y no se me ocurrió una forma mas sencilla de esconder lo que tenía en mis manos que tragármelo.

Satoru le abrazó más, no se imaginaba lo asustado que se debío sentir Suguru en ese momento. ¿Cuanto miedo debe sentir un niño para tomar una desición como esa, en vez de buscar la ayuda de su padres?

—Mis padres son muy religiosos, y ellos lograron contactar a alguien. Esa persona les contó que "mi don tenía el propósito de servir" y fue allí que las mirada de mis padres volvió a cambiar. Mi existencia tenía un propósito.

Satoru le abrazaba tan fuerte que sentía que iba a fracturarle las costillas.

Suguru se dio la vuelta para mirarle.

—Esta bien—.le dice Suguru mientras toma su rostros con ambas manos. Luego le da un beso en lo labios para animarle un poco. —Estoy bien— Le asegura. De alguna forma parecía que Satoru necesitaba ser consolado por él.

Suguru lo besa por largo tiempo y parece funcionar. Se besan y acarician como si quisiera sanarse el uno al otro. La caricias son lentas, intimas, y de alguna manera se sienten más profundas.

Strawberry fields foreverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora