Un par de ovejas negras

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—Sabía que eres idiota, pero nunca me imagine que tanto.

—¿No crees que es más idiota, el idiota que se mete a salvar al idiota sabiendo que es idiota?

Shoko se piensa unos minutos si vale la pena  o no curarlos. Si Yaga no estuviera allí mirándoles, los dejaría sufrir un poco más. Sus filtreos son asquerosamente evidentes y ñoños. Y lo peor es que los dos imbéciles se ven felices. Demasiado felices después de tener dos costillas rotas y un brazo dislocado.

—Ambos son idiotas—. Les responde Yaga y las miradas que se echan el uno al otro cesan para concentrarse en su profesor que no se ve nada contento. En su defensa, Yaga nunca se ve contento cuanto esta con ellos.

—Han vencido a una maldición categoría especial, bastante impresionante para ser alumnos de primero. La mayoría no vive para contarlo. Han tenido suerte.

—No ha sido suerte, es talento mi querido Yaga.

Satoru no debió tentarlo más ¿A Yaga? A Yaga se le desvanece los últimos resquicios de paciencia que le quedan.

—¿Talento dices? Van a tener tres semanas para demostrar todo ese talento mientras se aprenden de memoria el manual de procedimiento ante el encuentro con maldiciones de grado especial. Y por supuesto, van a estar todo ese tiempo sin salir a trabajos de campo.

Cuando Yaga y Shoko salen de la habitación. Suguru suspira y le suelta. — En cada oportunidad te superas. ¿Ves como eres el más idiota?, ¿qué te costaba quedarte callado?.

—Esta bien Suguru, no nos hará mal descansar por unas semanas. Además te duele más el estomago que tu brazo cierto. ¿Es tan doloroso ingerir maldiciones?

Suguru se calla, porque no quiere explicarle lo difícil que es para él y lo asquerosos que se siente después de tragar una maldición de ese nivel.

—Deja de preocuparte por mi Satoru. ¿Sabes que ese manual tiene más de 1500 paginas?


Strawberry fields foreverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora