Tsukimi

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—¿Por qué estas tan callado? — Preguntó Satoru mientras Suguru recogía la mesa.

A pesar de haber sido una comida simple, les dejó a los dos bastantes satisfechos. Los alimentos eran frescos y todo tenía el punto correcto de sal. Cuando terminaron de comer, Suguru se ofreció a ayudar con la limpieza, y el anciano milagrosamente no se negó.

—¿Lo estoy? —Le respondió Suguru sin mirarle.

Satoru tomó el ultimo cuenco que quedaba sobre la mesa y lo escondió detrás de su espalda. — Lo estas.

Suguru por fin se dignó a mirarle a los ojos y extendió la mano para que Satoru le devolviera al pobre cuenco que había tomado como rehén. — ¿Crees que podamos tener un paseo esta tarde por la playa?.

La propuesta de Suguru lo había tomado por sorpresa.—¿Me estas invitando a salir?. — Preguntó Satoru como si quisiese cerciorarse que aquella propuesta no había sido producto de su imaginación.

—Sí—.Contestó Suguru y al ver a que Satoru no reaccionaba, se acercó a él y le quitó el cuenco de las manos, para después susurrarle al oído. —Tengamos nuestra primera cita Satoru— Y sin añadir más se dirigió hacía la cocina.

El anciano a pesar de dejarles ayudar, ya se había trepado en un banquito de madera para alcanzar el lavadero y con las mangas recogidas sumergía los utensilios de cocina en agua con jabón. Era una casa pequeña, y la cocina no estaba muy lejos del comedor. Por lo que Satoru pudo escuchar la voz de Suguru mientras se ofrecía a secar los platos. Por su parte, él se quedó allí, con una sonrisa plasmada en el rostro. La idea de pasar la tarde juntos, tener su primera cita, le hacía muy feliz.

Satoru decidió no unirse a ellos por el momento, no estaba dispuesto a dejar que el anciano le arruinara su buen humor. Satoru recorrió la sala, y mientras inspeccionaba cada detalle, notó que en las paredes había muchas fotografías de la difunta esposa. A decir verdad, era una señora muy guapa. Satoru se preguntaba como una señora tan sonriente y feliz se habría casado con un hombre tan amargado. Luego se fijó en un recorte de periódico en donde se podía leer "Por su gran valor y heroísmo, la comunidad de la isla Rebun condecora a Takeshi Himura" La nota no explicaba más detalles, solo tenía una fotografía. Satoru podía identificar que se trataba del mismo hombre con el que estaban (en su versión joven) y se sintió satisfecho. Por lo menos, había averiguado su nombre. Satoru siguió inspeccionando el lugar pero solo encontró muebles viejos, revistas y libros acumulados en cada esquina.

Gracias a su habilidad de los seis ojos, Satoru podía ver los rastros de energía maldita aunque la fuente ya no estuviese cerca. Sin embargo, él no podía notar rastro alguno en aquel lugar. Era como si alguien o algo, estuviese manteniendo la casa limpia o más bien protegida. A Satoru esto le llamaba aun más la atención.Todos los lugares tenían algún tipo de energía maldita, o al menos cualquier lugar con personas en ellos.

La energía maldita surgió a la par que las personas, era imposible que ambas cosas estuvieran separadas. Siempre se podía ver rastros aunque no fuesen muy fuertes. En los únicos casos en donde no existían, era por la intervención de algún hechicero o por que el acceso de los humanos estuviese muy limitado. Por eso, los templos o los lugares alejados de la cuidad y llenos de naturaleza, se sentían tan ligeros. La mayoría de las personas no eran conscientes de esto, pero era un efecto que cualquier podía percibir. La energía maldita en esos lugares era muy baja y por eso la mayoría de los humanos sentía "paz".

A medida que pasaba el tiempo, aquella misión le daba más preguntas que respuestas.

Cuando Satoru se unió al la cocina, Suguru y el señor Himura ya habían terminado y todos los platos estaban limpios. Suguru charlaba tranquilamente con el anciano. Satoru podía notar que el anciano tenía sus personas favoritas y que él, no era una de ellas.¡Con Suguru incluso parecía ser una persona agradable!.

Strawberry fields foreverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora