Ocean

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El cielo empezaba a teñirse de colores naranjas y rosas. Cerca del mar; la brisa paseaba constantemente por la playa. Era una brisa fría, y suave, a lo lejos se podía escuchar el sonido de las aves, que regresaban a sus nidos antes del anochecer. Satoru se sentó sobre un gran piedra mientras esperaba a Suguru. La zona en donde se encontraba estaba cerca del puerto; era una playa mas bien rocosa y nada bonita. Quizás por eso, o por las cosas que estaban ocurriendo en la isla, el lugar estaba vacío.

Satoru miró hacia el mar, era inmenso; tan inmenso que se podría decir que el mar y el cielo eran una sola cosa. Por unos segundos Satoru pudo comprender al señor Himura. Aquello parecía no tener fin, no había ni una sola isla que pudiese verse en el horizonte, parecía que después del mar solo existiera la nada absoluta. Sin embargo, las distancias, el espacio, Satoru ya los había empezado a dominar. Ese tipo de cosas, que para los demás eran tan imponentes y absolutas; para él, ya dejaban de tener sentido. Si así lo decidiera, Satoru podría transportarse en un segundo hacía el otro lado y regresar. Poco a poco su corazón dejaba de sentirse asombrado, empezaba a entender que sus poderes no solo lo hacían más fuerte que los demás; lo alejaba de todo y todos.

Las olas golpeaban en la orilla, cuando Satoru sintió a Suguru llegar y sentarse a su lado. Satoru dejó de mirar el mar y dirigió su mirada hacía Suguru. Sus ojos, el perfil de su nariz, el pequeño fleco que se balanceaba de un lugar a otro, sus labios que sonrían levemente. Satoru no pudo evitar extender su mano su mano derecha y acunar la mejilla de Suguru para luego acercar su cara parabesarle.

Había querido besarle durante mucho tiempo. Sentir su labios sobre lo suyos, introducir su lengua suavemente en la boca de Suguru sin ninguna restricción. Satoru saboreaba con fuerza cada milímetro, aumentaba y disminuía la velocidad a su placer. Mientras besaba a Suguru su mano acariciaba su cuello y se introducía en su cabello. A Satoru le encantaba poder jugar con el cabello de Suguru, le encantaba lo bien que olía y lo suave que se sentía entre sus dedos. Sabía también que Suguru era muy sensible a ese tipo de caricias y eso le fascinaba. Sobre todo porque pronto empezó a escuchar como Suguru trataba de apaciguar sus propios gemidos en sus labios.

Cuando por fin se alejó de él, lo miró a los ojos y sonrió. — Es tu castigo por hacerme esperar tanto. —Le dijo mientras aun sostenía la cara de Suguru.

—¿Tanto me extrañaste? Solo fueron unos minutos.

—¿No te han enseñado que el tiempo es relativo Suguru? Por eso el viejo no nos cree que somos estudiantes.

Suguru no pudo evitar soltar una pequeña carcajada (en parte resignado, en parte nervioso por la "bienvenida de Satoru")—Veo que estas de muy buen humor.

—Lo estoy— Dijo y volvió mirar al mar, esta vez entrelazó su mano con la de Suguru. Suguru le hacía sentir la inmensidad que ni el propio mar o el cielo o cualquiera cosa en este mundo le haría sentir.

 Suguru le hacía sentir la inmensidad que ni el propio mar o  el cielo o cualquiera cosa en este mundo le haría sentir

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Strawberry fields foreverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora