Butterflies

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Al llegar la noche los chicos partieron hacia la cabaña de Satoru y Suguru. El cielo estaba lleno de estrellas, tan brillantes que el camino parecía no necesitar farolas. Sus pisadas eran lo único que se escuchaba en el lugar, era un ruido sutil, pero de alguna forma, relajante. Todos disfrutaban de la caminata, mientras el viento les daba las buenas noches y el olor a mar se sentía a lo lejos.

—¿ Cómo un lugar tan hermoso puede tener maldiciones?— Dijo Haibara y una genuina tristeza se sentía en su voz.

Nanimi frunció el ceño, pero no dijo nada. Su expresión era difícil de descifrar, quizás no encontraba palabras con las cuales consolarlo.

— Yo también me lo pregunto—. Dijo Suguru mientras recorría con la mirada los alrededores. Todo estaba en perfecto orden.

— Yo opino que esta muy tarde para ponernos melancolicos— Dijo Satoru mientras apoyaba un brazo en los hombros de Suguru.

Tras las palabras de Satoru, Nanami miró al cielo y después de un suspiro corto, dijo—Mañana debemos levantarnos temprano, es mejor darnos prisa.

Nanami y Haibara recogieron sus maletas y regresaron casi de inmediato con el señor Himura. Durante la cena habían acordado encontrarse para desayunar juntos. — ¿Qué más da? — Había dicho el anciano —Si tengo que cocinar, es lo mismo alimentar a dos que a cuatro—. Era evidente que estaba feliz  de tenerles junto a él. Después de tantos años de soledad, y de estar acompañado por el silencio; las risas y las discusiones parecían divertirle mucho. Y de alguna forma, para los chicos, ese tipo de interacción aliviaba una herida que tenían abierta desde muy temprana edad.  Ellos no contaban con muchos adultos de los cuales poder depender, ese era un privilegio que hacía mucho tiempo habían perdido. Sobrevivir, estaba en sus manos; salvar a otros, estaba en sus manos. Cuando empiezas a tener responsabilidades de ese tamaño desde tan joven, pierdes la libertad de sentirte cuidado. Cargas un peso sobre tus hombros que es invisible pero asfixiante. 

Después de aquel día Satoru y Suguru estaban exhaustos. Ellos, quienes estaban acostumbrados a pelear con maldiciones, a viajar continuamente y que estaban en la flor de juventud, sentían que ese día había sido eterno.

Suguru fue el primero en darse un baño y luego Satoru. Fueron duchas rápidas pero relajantes. Cuando Satoru salió del baño, Suguru ya estaba en la cama, acostado con un libro en la mano. Satoru al verlo sonrió contento, por fin iba a tenerlo solo para él. 

Suguru sintió el peso de Satoru sobre su pecho, tenía el cabello un poco mojado y pequeñas gotas de agua se acumulaban sobre sus mechones antes de caer sobre su rostro. Suguru le acarició la cara, pasando sus dedos por la frente y mejilla de Satoru lentamente. Satoru se veía muy inocente con esa expresión, pensó Suguru, su piel pálida y su cabello blanco, le daba una apariencia casi angelical, aunque por cómo se había comportado, Suguru no creía que merecía tanto cariño. Sin embargo, debía ser sincero consigo mismo, él también extrañaba el contacto físico y se alegraba mucho de mantener algo de intimidad.

—Te secaré el cabello—. Le susurró. Satoru asintió en silencio aún con los ojos cerrados. No era del tipo de persona que le molestaba dormir con el cabello mojado, pero le agrada la idea de seguir siendo tocado por Suguru.

Cuando por fin terminaron Satoru ya estaba medio dormido, Suguru levantó su barbilla y procedió a besarlo. Fue un beso suave y lento que ambos disfrutaron sin apuros. Era un beso con intensiones inocentes. Poco a poco se acostaron en la cama y fueron acomodando sus cuerpos hasta encontrar una posición cómoda en la que pudieran seguir acariciándose por un gran tiempo. En esa ocasión, ninguno de los dos parecía desesperado por llegar a un punto, aún había deseo en sus labios, pero sus caricias estaban más dominadas por el amor y la ternura. Ellos solo querían estar el uno con el otro acariciándose, tocándose y besándose, sintiendo el calor del otro sobre su piel sin parar hasta quedar dormidos.

 Ellos solo querían estar el uno con el otro acariciándose, tocándose y besándose, sintiendo el calor del otro sobre su piel sin parar hasta quedar dormidos

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When you touch me there I feel butterflies (I feel butterflies)

I'm gonna love you til the day I die ('til the day I die)


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