Kazoku

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Caminaron juntos hacia la casa del señor Himura. Satoru seguía vigilando fervientemente los movimientos de Nanami y Haibara, mientras Suguru se dedicaba a mirar al cielo en busca de paciencia.

El anciano se encontraba en la parte frontal de la casa con una escoba desgastada en la mano.

—¿Y ahora qué quieren? ¿Quiénes son estos?— Dijo deteniendo su labor y con voz cansada.

Haibara y Nanami hicieron una profunda reverencia al saludarlo.— Son nuestros compañeros de primer año, Nanami Kento y Yu Haibara. Han venido para realizar trabajo de campo con nosotros—. Dijo Suguru.

— Ya sabe, por el tema de arqueología.

—Ciencias Geográficas—. Dijo Suguru tapando con su mano la boca de Satoru. 

— ¿Y eso que tiene que ver conmigo?—. Refutó el anciano.

— Verá, nos apena mucho tener que recurrir a usted con este inconveniente, pero ya lo hemos intentado en todos los lugares y no hemos podido encontrarles una habitación. Nos preguntábamos su usted tiene algún lugar que ellos podrían utilizar.

— Aunque sabemos que es poco probable, su casa es bastante pequeña.— Dijo Satoru quitandose de encima la mano de Suguru,

—¡Mi casa es pequeña!, pero tiene habitaciones. ¡¿Otra vez tienes problemas en esos ojos tuyos?!

— ¿Ah, sí? ¿Entonces tienes espacio para que se queden?

—¡Claro que tengo espacio!

Luego de decir esto el anciano procedió a observar detenidamente a Nanami y Haibara. Los miró de pies a cabeza, como si estuviera escaneado cada centímetro de sus cuerpos e incluso dio un par de vueltas a su alrededor tocándose la barbilla o rascándose la cabeza. Una vez hubo terminado anuncio:

—No les saldrá barato.

— Por supuesto que no ¿No te dije que nuestra escuela era privada?, tenemos mucho dinero —¿cuantos quieres?.

— 450,000 yenes la noche. Cada uno.

—350,000. Comidas se pagan aparte.

— 400,000 yenes y se incluye el desayuno.

—Hecho.

—Hecho.

Nanami sentía mucha vergüenza. Una de las cosas que más le incomodaban eran causar problemas a los demás, sobre todo si eran personas mayores. Nunca había sido de los que pide favores. Le gustaba resolver sus problemas por su cuenta. Sin embargo, la situación no se podría solucionar de otra forma. La "otra opción" viable era pasar la misión junto a Gojo y no podría imaginarse peor tortura. Prefiera morir de vergüenza y estar toda su vida en deuda con el anciano desconocido.

Haibara no parecía estas sufriendo en lo absoluto, por su parte, parecía muy emocionado por entablar conversación con el señor Himura. Haibara hablaba con soltura, hacía pregunta con genuino interés y amabilidad. Eso a las personas mayores parecía conquistarles el corazón. ¿Cuánto tiempo había pasado solo el señor Himura, sin que nadie conversara con él de la forma en que lo estaba haciendo Haibara?. Daba mucha ternura verlos juntos, incluso parecía que estaban destinados a conocerse. Suguru vio su posición de favorito completamente desplazada, pero no le importaba. Su plan había funcionado y ahora solo faltaba dejar las maletas y asegurar que sus maldiciones los mantuvieran a los tres seguros y protegidos.

Pasaron allí el resto de la tarde, incluso la hora de la cena. Prepararon arroz, espinacas, y pescado. Satoru quien aún se negaba a volver comer" alimentos malditos" solo se sirvió arroz y espinacas. Se divirtieron estando juntos, era de asombrar la capacidad que tenía Haibara de responder todas las preguntas que le hacía el señor Himura, sin mentir, pero sin decir información confidencial. Satoru no sabía si el chico era un completo idiota o un genio disfrazado. En todo caso se sentía una extraña vibra de familiaridad. Pocas veces en su vida se había sentido de esa manera y le gustaba, se daba cuenta que después de todo había emociones que aún le eran desconocidas y que podría compartir con otros.

Strawberry fields foreverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora