Llevan semanas con fuertes trabajos físicos; y aunque por lo general, sus clases consistían en entrenar muchas horas, los ejercicios que les estaba ordenando Yaga podrían clasificarse en cualquier otro lugar como una forma de tortura.Tenían la leve sospecha que era parte de la estrategia de Yaga para que no se volvieran a escapar. Llegada la noche, estaban tan cansados que no eran capaces de mantener conversaciones largas, difícilmente se decían "nos vemos mañana", y apenas llegaban a sus dormitorios, caían dormidos sin darse cuenta (con los uniformes sudados y sucios aun puestos).
Con el paso de los días, el corazón de Yaga se ablandó y fue más piadoso con ellos. O al menos eso querían creer. Esa tarde, a eso de las quince treinta, Yaga les anunció que saldrían del colegio. El clima no era bueno, habían nubes grandes y grises por todo el cielo, y las ráfagas de aire frío se paseaban por doquier.
Yaga les llevó de vista a un colegio de no hechiceros para jugar un partido de fútbol con ellos. Era raro que tuvieran esas interacciones, pero de vez en cuando las hacían. Facilitaban todo el tema legal, tener un colegio como ese en medio de Tokio, era complicado de ocultar al largo plazo. Crear barreras y pagar coimas, no era tan sostenible. Para los altos mandos le era más fácil ordenarles hacer algo de circo y "guardar las apariencias".
Por alguna razón, que Satoru desconocía, a Suguru le encantaba ese deporte y era muy bueno en él. Jugaba; como era de esperarse, en el medio campo. Armando todas las jugadas, enviado pases milimétricos, y tenía muy buenos tiros. Sobra decir que Satoru jugaba de delantero; y aunque no era un deporte que le interesara, era rápido y no fallaba ninguna oportunidad para anotar un gol.
Yaga se acercó a ellos, tanto Satoru como Suguru podrían sentir su mirada a travez de esos oscuros lentes y veían como sus cejas pobladas se fruncían con agresividad.
—Caballeros, espero que se comporten —. Y luego dijo señalado a Satoru. — Nada de llamar la atención. Y-Nada-de-usar-maldiciones —. Finalizó señalando a Suguru.
Satoru le contestó con una exagerada expresión de decepción.—¿No deberías estar alentándonos? ¿En vez de amenazarnos? Somos las estrellas de tu equipo ¿y así nos tratas?.
Yaga le respondió dando un golpe fuerte en la cabeza, Suguru se preguntaba si ya a estas alturas Satoru se había vuelto inmune a los golpes de Yaga. Sobándosela cabeza, Satoru susurró en voz baja. —Por esa actitud es que nunca ganaremos un mundial.
De todas formas, Yaga solo los dejó jugar unos 10 minutos. Apenas había iniciado el partido y ya esos dos habían anotado 4 goles. No estaba dentro de sus genes dejarse ganar, aunque sabían que estaban ante una clara ventaja contra los pobres alumnos que a duras penas podían cubrirlos. Al final, al ser una cancha pequeña, el partido se mantuvo con 5 jugadores por parte del colegio visitado y 3 jugadores de Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio. A Shoko y a Nanami no podría interesarle menos el resultado, apenas caminaban dentro de la cancha, mientras que Haibara daba todo de si para mantener el marcador que sus sempais habían logrado.
Satoru estaba sentado en la grama con un humor de perros. En parteporque se aburría a mares sin poder jugar, en parteporque no había podido cumplirle la promesa de "meterle goles hasta por donde no le da el sol" al portero que lo llamo "cieguito" al inicio del partido. Suguru sabía que cuando Satoru estaba así era mejor dejarle solo, dejarle como un pequeño cachorro para que mordiera y ladrara todo lo que quisiera, hasta que se le bajara el mal humor. Sin embargo, su fuerza de voluntad no era tan fuerte, todo su ser reaccionaba ante Satoru y verlo enojado por alguna razón le inquietaba y no podía evitar querer consolarle. Quizás era por esa inocente debilidad, se metió a la boca del lobo sin darse cuenta. Se acercó a Satoru y se sentó junto a él que estaba en el piso haciendo pucheros.
—Si quieres le puedo dejar una maldición en la mochila— Le propuso.
—Nahh. Ese imbécil no se merece el esfuerzo.
—Es cierto— le respondió sonriendo.
A decir verdad, a Suguru le alegraba más poder volver a pasar algo de tiempo juntos. Estar allí; sentados sobre la grama, con el viento frío golpeándoles suavemente. Estar con Satoru hacía que cualquier momento o cualquiercosa que estuviesen haciendo fuese la cosa más interesante del mundo. Estar juntos hacía que el tiempo pasara rápido y lento, hacía que todo su ser se sintiera cómodo y en paz. Quizás su error fue dejarse llevar por el momento, y dejar que Satoru jugara con su cabello. Quizás el error estaba en que su propio corazón buscaba siempre la forma de contentar a Satoru, consolar a Satoru, compartir todo con Satoru, no había nada que él no quisiera darle a Satoru.
Satoru pasaba lentamente sus dedos por sus cabellos, una y otra vez. Masajeaba con sus largos dedos por todas partes, cuero cabelludo, cuello detrás de la oreja; era un tortura, una tortura muy placentera.
—Satoru...— logró decir
—¿Umm...?
El condenado sonaba hasta inocente. Ya no había rastros de mal humor en su voz, al contrario, parecía muy contento concentrado en su labor.
—No me desordenes más el cabello.
—No lo desordeno, es parte del servicio.
Suguru se giró un poco para mirarlo a los ojos, mantuvieron la mirada unos segundos hasta que Satoru suspiró.—Esta bien, ¿pero me dejas hacerte un peinado diferente?
—Has lo que quieras—. Le respondió Suguru y pensó para sí, siempre lo haces de todos modos.
A Satoru se le instaló una sonrisa tonta en los labios y durante toda la tarde, mientras trenzaba el cabello de Suguru y lo adornaba con y flores que tenía al alcance de su mano. El cabello de Suguru era hermoso, suave, negro, e increíblemente voluminoso. ¿A Satoru? A Satoru le fascinaba. Le fascinaba su olor, su forma, le fascinaba poder tocarle y jugar con su cabello durante horas, podría incluir "peinar a Suguru"como los grandes placer de su vida. A veces ese intercambio entre ellos era inocente y terapéutico, otras un ritual íntimo que compartían en silencio. Después de todo,Satoru era el único que Suguru dejaba jugar con su cabello.
—Oye Suguru—Le llamó Satoru, y podría notar como su voz, esta vez, era algo suave y temblorosa, pero al mismo tiempo tenía un tono muy serio.
—Dime.
—¿Por qué nunca me has dicho quién te gusta?
ESTÁS LEYENDO
Strawberry fields forever
Fiksi PenggemarSerie de viñetas sobre los años en el Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio de Satoru Gojo y Suguru Geto.